Este 25 de febrero se cumplieron 34 años del triunfo electoral de Violeta Barrios de Chamorro, a través de la Unión Nacional Opositora (UNO), luego de una década de sandinismo en la que Nicaragua experimentó graves retrocesos.

La fecha marcó el inicio de la culminación de un conflicto armado entre el Ejército Sandinista y la contrarrevolución. El historiador Humberto Belli, quien fungió como Ministro de Educación en el período de Barrios, asegura que si existió una transición democrática con aciertos y desaciertos en la gestión, pero que la administración que surgió después de diez años de sandinismo, se enfrentó a serias dificultades.

¿Realmente hubo una transición?

La transición arrancó, claramente. Fue extraordinaria, difícil, con dos bandos en guerra, dominados por un sistema totalitario y por esto fue un paso extraordinario hacia la democracia. Cuando doña Violeta se fue no había presos políticos, existía una total libertad de expresión, surgió la banca privada, regresaron las inversiones, se frenó la inflación, se institucionalizó al Ejército y la Policía y funcionaba con independencia la Asamblea y la Corte Suprema de Justicia.

No duró demasiado porque el gobierno siguiente, del doctor Arnoldo Alemán, hizo un pacto con los sandinistas que sentó la semilla para que más tarde esta transición se echara a perder. Ahora sabemos que hemos retrocedido a un sistema mucho más autoritario que el de los Somoza y mucho más cerrado que cualquier otro gobierno de otro país.

La transición comenzó con buen pie y se truncó.

¿Cómo miraba la UNO la posibilidad de elecciones libres y transparentes?

No sospechamos lo difícil que fue esa transición y los grandes retos que tuvo que enfrentar doña Violeta. El país estaba totalmente quebrado, con dos grupos armados en el país, mucho resentimiento, un Frente Sandinista que no estaba acostumbrado a la democracia.

Al gobierno entrante le tocaba reconciliar a los dos bandos en guerra, disminuir el militarismo, levantar una economía destruida, sobrecargada de deudas y una burocracia estatal muy pesada.

Era casi imposible de realizar, pero hay un gran mérito para doña Violeta y Antonio Lacayo, por haber logrado transitar en esas aguas tan difíciles.

Hubo cosas también muy criticadas, por ejemplo, la decisión de doña Violeta de dejar por tantos años a Humberto Ortega como jefe del Ejército y la especie de reconciliación con los sandinistas.  Arnoldo Alemán, con el pacto, bajó el porcentaje para ganar elecciones, aumentó el número de magistrados y al FSLN, que era un partido que estaba contra las cuerdas, lo oxigenó y le devolvió un enorme poder institucional.

¿Pero entre los logros, uno que mas se debe destacar es la paz?

Fue el principal logro. Se logró rescatar a un país de una guerra civil con dos grupos armados. Se logró que cesara la guerra, existiera una reconciliación y que el Ejército bajara de 87 mil a 12 mil efectivos.

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Lo que le llaman benevolencia o tolerancia al FSLN, fue en buena parte, una medida sabia y lo demuestra porque, al final, sin derramar sangre y sin presos políticos, disminuyó al FSLN.

¿Fue un error que Antonio Lacayo prefiriera más a profesionales que personas por sus ideologías políticas?

Fue una medida beneficiosa para el país, porque un gabinete de gobierno no necesita tanto a personas que hayan militado en un partido político y que hayan ganado méritos políticos, sino que fueran gente competente y honrada que pudieran levantar sus respectivas áreas.

Tuve la honra de pertenecer a ese gabinete, no teníamos afiliación política, pero nuestra pasión fue trabajar por la reconstrucción de Nicaragua.

Los partidos políticos que apoyaron a doña Violeta, no tenía tanta estructura nacional, sino que quienes apoyaron más fue toda la masa campesina.

Pero, por ejemplo, Virgilio Godoy, que era su vicepresidente, sintió que le dieron la espalda…

Un problema con la UNO, es que ellos querían seguir una línea dura y fue muy distinta a la que decidió Antonio Lacayo con doña Violeta que fue una especie de línea suave de reconciliación. Lacayo sabía que tenía en frente a un partido armado, que tenía al Ejército, la Policía y la capacidad de paralizar al país con las turbas.

Cuando doña Violeta decidió dejar a Humberto Ortega, renunciaron varios integrantes de la UNO que formaban parte del gabinete. Si se hubiera seguido la línea dura, significaría poner al país al borde de otra guerra civil.

¿Fue el perdón de la piñata el inicio de un ciclo de impunidad que perdura hasta hoy?

Era extremadamente riesgoso hacerlo. El mismo Alemán, que criticaba a doña Violeta y decía que sería firme con los sandinistas, se entregó a ellos en bandeja de plata. Hay que hacer concesiones a las realidades que se imponen.

Uno de los elementos que se critican es que se le quitaron las armas a la contra y se le dejaron al Ejército…

No puede haber dos cuerpos armados en una nación. Aunque el Ejército quedó, se redujo enormemente, pasando de 87 mil a 12 mil efectivos, pasando por un proceso de profesionalización, cambiándolo a un Ejército Nacional y no partidario.

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En gran parte, la Policía y el Ejército dejaron de ser sandinistas y también muchas personas dejaron de serlo también. Hubiéramos seguido en ese camino si Arnoldo Alemán hubiera contribuido.

¿Hubo un cogobierno entre los sandinistas y doña Violeta?

Es una palabra injusta. Había cierta tregua, convenios de coexistencia. El FSLN se dividió, porque una parte de los Sandinistas estaba de acuerdo con la transición democrática. Doña Violeta hizo convenios con el sector moderado, mientras que cogobierno implica un poder excesivo al otro bando y complicidad.

El FSLN tenía al inicio un gran poder de veto, pero al final, se convirtió en un partido muy disminuido.

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