El sacerdote Guillermo Blandón, desterrado por la dictadura el martes, señaló que la Conferencia Episcopal de Nicaragua debería ser “más beligerante” ante la persecución de la dictadura sandinista contra la Iglesia Católica.

Blandón señaló que hasta este martes por la tarde, no recibió ninguna llamada del Cardenal nicaragüense, Leopoldo Brenes.

El caso del sacerdote Blandón, es el más reciente de los curas, al que la dictadura le ha negado el ingreso a su propio país, luego de un viaje a Tierra Santa.

Blandón, párroco de la Iglesia Santa Lucía en Boaco, se mostró sorprendido puesto que la Dirección de Migración y Extranjería de Nicaragua, no detalló los motivos por los cuales no podía regresar a su país de origen.

En una entrevista a Café con Voz, Blandón aseguró que poco antes de su salida de Nicaragua, recibió al menos una visita de un agente policial solicitándole información sobre sus movimientos.

¿Cuándo se enteró que la dictadura decidió desterrarlo?

Hoy (martes) en la mañana, cuando me estaba alistando para viajar de regreso a mi patria, revisando los mensajes, la agencia donde compré el boleto me avisó que el Gobierno me prohibía el ingreso a mi país sin ninguna razón o motivo.

Mi familia me regaló un tour a Tierra Santa por mis 25 años de sacerdocio, que los cumplí en 2018. Ahora que había la oportunidad me fui, porque como todo sacerdote, añoramos ir a lugar donde nació Cristo.

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Regresé dos días a Miami con mis familiares y me topo con la sorpresa que me negaron la entrada a mi país.

¿Tuvo señales de la incomodidad de la dictadura en su contra?

Todas mis misas las transmito en Facebook. La gente sabe lo que predico y cómo lo hago. Esa es mi prédica, la del pastor que anuncia y denuncia el pecado. Por esta razón, se me está privando de un derecho que tengo como ciudadano nicaragüense.

Para evitar problemas, hacíamos misas y actividades del Divino Niño de casa en casa, para no incomodar a la Policía. Uno de los días, una patrulla me siguió. Un policía me tomó fotos, me metí a celebrar la misa y se metieron al porche de la casa, en una ventana, frente a frente a mí.

La gente, al ver eso, me llegaban a traer temprano a la casa cural y la Policía siempre iba detrás.

Una vez me llegó a visitar un policía a la parroquia y me pidió que le informara sobre toda mi agenda. Eso fue a finales del mes de agosto. Le dije que eso era privado y no le dí nada.

¿Cómo considera que ha sido la reacción del Cardenal (Leopoldo) Brenes y la Conferencia Episcopal?

Siempre pedí en mi eucaristía por los sacerdotes presos y mi Obispo nunca me prohibió que lo hiciera. La Conferencia Episcopal si nos ha dicho que tenemos que tener mucha prudencia, pero nunca he recibido un llamado de atención. Siempre prediqué y denuncié.

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La Iglesia ha sido muy prudente, pero creo que debería ser más beligerante, a la vez que respeto la decisión de mi Obispo. Se necesita mayor acercamiento con el pueblo de Nicaragua, que está sufriendo porque la situación es muy difícil.

Si debería ser más beligerante, pero ellos tendrán su criterio y forma de ser. La posición de la Iglesia debería ser más fuerte porque hay mucha desesperación y mucha injusticia. Hay gente presa sin razón y el dolor clama.

Mi Obispo, Jorge Solórzano, siempre ha estado pendiente. Pero creo que como Conferencia Episcopal se necesita más cercanía y empatía con el pueblo.

¿El Cardenal Leopoldo Brenes se ha comunicado con usted?

No. Cada Obispo gobierna su Diócesis. No, de momento no, a lo mejor luego me llama, pero no me ha llamado su Eminencia.

Monseñor Jorge Solórzano si me ha llamado y me dio palabras de aliento.

El Papa Francisco se ha pronunciado a favor de un diálogo, ¿pero esto funcionaría?

Todo el que cree en Dios, no puede cometer injusticias o aceptar cosas que ofenden a Dios. Yo creo que él está purificando su iglesia y dándonos la oportunidad de practicar el amor verdadero.

¿Usted se vio en algún momento con estas consecuencias por predicar el Evangelio?

Nunca lo imaginé, pero siempre tuve la convicción. Yo me siento feliz con esta situación, porque no soy ningún delincuente, soy un sacerdote, aunque debo admitir que nunca imaginé que no me iban a dejar entrar a mi país.

Me siento feliz y contento porque esto mismo hicieron con Jesús y con los profetas. Esto me da una paz interior, porque me recuerda que la paz no es ausencia de guerras, sino la presencia de Dios en medio de los problemas.

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