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Para Francisco

Las más recientes declaraciones del papa Francisco sobre Cuba fueron muy desafortunadas para un líder religioso mundial que debería preocuparse por los derechos humanos y ser solidario con las víctimas de la opresión. No es de extrañar que la dictadura de Cuba celebrara sus palabras como una gran victoria propagandística.

Cuando le preguntaron en una entrevista con la cadena Univision si tiene algún mensaje para el pueblo cubano con motivo del primer aniversario de las masivas protestas callejeras antigubernamentales del 11 de julio en Cuba, el Papa no dijo una sola palabra de aliento a las víctimas de la brutal represión del régimen cubano. 

Más de 1,400 manifestantes pacíficos que exigían comida y libertad fueron arrestados durante las protestas del año pasado, y al menos 701 siguen en prisión un año después, según Amnistía Internacional, Human Rights Watch y otros grupos de derechos humanos.

Pero, en lugar de mostrar empatía con ellos, el Papa tácitamente se puso del lado del régimen cubano. 

“Tuve buenas relaciones humanas con gente cubana. Y también, lo confieso, con Raúl Castro tengo una relación humana”, dijo el Papa. Y agregó, en tono aprobatorio, que “Cuba es un símbolo. Cuba tiene una historia grande”.

En cambio, el Papa no dijo una sola palabra sobre la brutal represión del régimen cubano a los manifestantes del 11 de julio, ni sobre el hecho de que la dictadura cubana no haya permitido partidos políticos, ni libertad de prensa, ni libertad de expresión en más de 60 años. No dijo nada de eso. 

Poco después de que Univision transmitiera la entrevista el 12 de julio, el periódico gubernamental cubano Granma publicó triunfalmente un titular que citaba las palabras del Papa, y decía en su artículo que “las respuestas de Su Santidad fueron de apoyo al gobierno y pueblo cubanos”. 

Pero, si yo hubiera entrevistando al Papa, le hubiera preguntado, ¿Cuba es símbolo de qué? Para muchos de nosotros, incluidos los grupos de derechos humanos más importantes del mundo, es un símbolo de represión.

No es la primera vez que el papa Francisco muestra su debilidad por la dictadura de Cuba. Cuando visitó Cuba en 2015, el Papa se reunió con el difunto dictador Fidel Castro, pero no se encontró con ningún líder de la oposición pacífica de la isla. 

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Mucho antes, en 1998, cuando era arzobispo de Buenos Aires, Argentina, el Papa había escrito un libro sobre Cuba titulado “Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro”. 

El libro llamaba al diálogo con el régimen cubano y lo describía como una víctima algo inocente de las luchas entre las superpotencias. Tampoco allí mostraba mucha compasión por las víctimas de las violaciones a los derechos humanos en Cuba.

Es imposible que el Papa no estuviera enterado de la más reciente ola de represión en Cuba: las principales organizaciones de derechos humanos la han denunciado en las últimas semanas. 

La sentencia a 9 años de prisión al rapero Osorbo, ganador del premio Grammy, por “resistencia a la autoridad” y cantar canciones antigubernamentales, fue noticia mundial. 

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El gobierno del presidente Joe Biden anunció sanciones de viajes a 28 funcionarios cubanos que habrían participado en la represión de las protestas del año pasado.

Según Amnistía Internacional, “a pesar de que las manifestaciones (2021) fueron pacíficas, las autoridades respondieron con represión y criminalización en diversos grados contra casi todas las personas que encontraron protestando”. 

Desafortunadamente, el Papa no es la única figura importante que se hace el distraído ante la represión en Cuba. La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, quien ha denunciado los abusos contra los derechos humanos en Venezuela, es asombrosamente tímida a la hora de denunciar a Cuba. 

“El papa Francisco y Michelle Bachelet son figuras que podrían jugar un papel importante en temas de derechos humanos en Cuba, y ninguno de los dos ha llamado las cosas por su nombre al referirse a la dictadura en ese país”, me dijo Tarama Taraciuk, directora interina de Human Rights Watch para las Américas. 

¿Quiere el Papa Francisco ser recordado como cómplice de una de las dictaduras más prolongadas del mundo? A juzgar por sus declaraciones más recientes sobre Cuba, a veces pareciera que sí.

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