El poder es un ídolo mortífero al que los tiranos ofrecen sacrificios humanos y se postran, señaló el Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, Monseñor Silvio Báez, en su homilía de este primer domingo de cuaresma, en el que se conmemoran las tres tentaciones de Jesús en el desierto.

“El deseo de imponernos y dominar está presente en todos los seres humanos. Es grande la tentación de someter, de tener a los demás debajo de nosotros, de que prevalezca lo que pensamos y de que todos obedezcan a nuestros deseos”, dijo Báez.

El religioso destacó que el poder es un ídolo mortífero, delante del cual los tiranos se postran y le ofrecen sacrificios humanos, ya sea emprendiendo criminales guerras de invasión a otros pueblos o imponiendo regímenes de terror sobre sus propios pueblos.

“El diablo le revela a Jesús que el poder, las riquezas y las glorias mundanas son suyas y que él las da a quien lo adora. Por eso, quien tiene poder mundano, lo sepa o no lo sepa, es un ministro del diablo”, añadió.

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Báez: Regímenes autoritarios utilizan figuras religiosas para someter

Báez expresó que a través de la religión, las tiranías buscan someter a los pueblos, convirtiendo la espiritualidad en una especia de amuleto personal de buena suerte.

“Esta tentación también está presente en los sistemas políticos que invocan la religión y mencionan el santo nombre de Dios como sustento ideológico de sus planes siniestros y de sus acciones criminales, negando su santidad y convirtiéndolo en un falso ídolo a su servicio”, señaló.

El mal se vuelve atractivo

Báez expresó que en los momentos de mayor dificultad, el mal se disfraza de necesidades y se presenta de una forma atractiva.

“En la tentación el mal se nos presenta atractivo y con apariencia de bien, por lo que para salir airosos es necesaria una gran dosis de discernimiento y lucidez espiritual”, dijo.

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No obstante, destacó que las tentaciones son ocasiones propicias para ejercer la libertad, rechazar el mal y reafirmar los grandes valores y opciones que configuran nuestra vida.

“En vez de comer pan, Jesús prefirió hacerse pan para provecho de todos, hasta dar la propia vida. Jesús tampoco redujo su misión a la mera satisfacción de las necesidades materiales de la gente, ni se aprovechó del hambre de los pobres para su beneficio”, dijo.

“Nunca llegaremos a ser humanos ni felices si nos aprovechamos en modo egoísta de las personas y de las cosas, si tenemos un corazón esclavo del deseo de poseer y si vivimos de espaldas a la generosidad y a la comunión”, añadió.

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