Otto Bismarck Arévalo Ruíz es un nombre que varios sacerdotes que sufrieron arresto y secuestro en Managua conocen bien.
Algunos lo recuerdan como un tipo amable, otros como un “hombre grosero” que aunque vestido de civil, daba órdenes a uniformados que corrían a cumplir de inmediato durante los asedios y detenciones.
“El hombre inspiraba autoridad”, dice uno de los sacerdotes que pide hablar bajo anonimato pese a encontrarse en el exilio.
Arévalo Ruiz es comisionado mayor en la Policía del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Arévalo Ruiz, un «paramilitar» más
El mismo régimen lo reconoció públicamente como un “soldado de la paz” que supuestamente ayudó a restablecer el órden en el país, en sus palabras.
En las de los opositores, un represor más que atacó a los civiles que se levantaron contra el dictador y su esposa hace seis años.
Arévalo Ruíz es uno de esos oficiales que ingresó a las filas de la Policía desde muy joven porque no logró clasificar en las universidades por falta de capacidad académica.
En los primeros años de la década del 2000, siendo aún teniente, se desempeñó como jefe de información y análisis del Distrito Cinco de la Policía, en Managua.
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Bismarck Arévalo, a como le conocen dentro de las filas de la policía, actualmente viste de civil.
Se desempeña como segundo jefe de contrainteligencia, área que ha sido utilizada por el régimen de Daniel Ortega para asediar, perseguir e investigar a opositores, periodistas y defensores de derechos humanos.
Su último trabajo por el que se granjeó el aprecio de sus jefes, fue haber dirigido personalmente el secuestro de varios sacerdotes en la capital y sus municipios.
Exaltado por reprimir sacerdores
Es posible que Arévalo Ruiz haya sido un buen policía y haberse ido a su casa con grado y prestigio, pues en 2017, antes de los acontecimientos que radicalizó a la Policía en un brazo represor del régimen fue destacado «por su buen desempeño en garantizar la Seguridad Ciudadana y ascendido al cargo de Comisionado.
Pocos han olvidado que el oficial durante su nombramiento, juró que seguiría trabajando por el bienestar de la población.
Pero hizo lo contrario al año siguiente, tras las protestas sociales que exigían el fin de la dictadura Ortega-Murillo. Arévalo Ruiz, se puso del lado de los represores.
Fue por ello que en septiembre de 2023, el primer comisionado Francisco Díaz Madriz, director de la Policía, impuso el grado de comisionado mayor a Otto Bismarck Arévalo Ruiz, quien desde el año 2018, jugó un papel fundamental en la detención de varios de los presos políticos que en 2019 fueron liberados bajo una Ley de Amnistía aprobada por diputados del régimen.
Pero su mayor mérito, ha sido la caza de sacerdotes, según fuentes de la misma institución que confiaron la afirmación a este reporte.
Arévalo Ruíz, el secuestrador de curas
Quienes conocen a Arévalo Ruíz, lo describen como un católico comprobado, de esos que iban a misa en familia. Lo describen como tranquilo y buena gente, pese a su lealtad al régimen.
“No sabemos cuánto ha cambiado, o lo han cambiado, pero era buena gente”, dice un oficial en retiro que lo conoció en su paso por delegaciones policiales.
Lo cierto es que Arévalo Ruiz, obedeció ciegamente las órdenes de Daniel Ortega y Rosario Murillo de seguir, asediar y encarcelar a varios de los sacerdotes que en enero de este año, fueron desterrados a Roma por el régimen.
Sus operativos criminales
Antes de encarcelar a los sacerdotes en Managua, Arévalo Ruiz enviaba a policías de civiles a investigar a los religiosos y para lograr su captura, se apoyaron en militantes sandinistas de los barrios que informaban los movimientos de los curas.
“Bismarck Arévalo Ruiz ordenó a su personal que rondaran las iglesias y que mantuvieran vigilancias sobre los religiosos. Ordenó que en las afueras de los templos se estableciera un agente de civil, vigilando la hora en que los curas entraban y salían de los templos”, detalló otra fuente ligada a los operativos.
Según esta fuente, era posible que hasta el mismo Arévalo Ruiz desconociera los pensamientos de los dictadores, porque a él le tocó seguir a sacerdotes que celebraron servicios a los que él y su familia asistieron.
“La verdad es que todos creíamos que se trataba de control, ya secuestros y cárcel era otra cosa, pero había que obedecer, imaginamos que el jefe policial tampoco tuvo opción”, reflexiona.
Cierto o no lo anterior, solo el mismo jefe policial podría aclarar si estaba o no de acuerdo con las órdenes que recibió de El Carmen, la residencia de Ortega y Murillo en Managua.
“Hay muchos policías que cumplen órdenes porque están en el sistema, el que no lo hace pierde todo, no sabemos si este señor ha ido contra su conciencia o ha reparado en el daño que ha hecho a su iglesia. Ojalá se arrepienta y pida perdón a este pueblo”, dice un sacerdote desterrado que lo recuerda la tarde que se lo llevaron al finalizar una misa.