La Iglesia Católica de Nicaragua es perseguida debido a su actitud evangélica ante las agresiones de la dictadura sandinista, a criterio del sociólogo y estudioso de temas religiosos, Enrique Siliézar.
En una entrevista a Café con Voz, Siliézar valoró que la Iglesia Católica utiliza un lenguaje de paz ante las adversidades en Nicaragua y que no podría “elevar el tono”, ya que los resultados podrían ser desfavorables para la población.
¿Cómo valorás la situación actual de la Iglesia Católica?
Hablando como católico, me produce un tremendo consuelo ver que la iglesia está siendo perseguida, porque esto es signo de que está haciendo las cosas bien. No quiero que se mal entienda de que agradecemos la persecución, pero son señales de que la Iglesia está caminando al lado de un pueblo perseguido, desterrado y encarcelado.
La situación de Nicaragua es delirante, inexplicable y que no alcanza la categoría de un análisis sociológico sensato. Pareciera ser un pueblo cuyo destino está en las manos de personas que han perdido el sentido, la razón y la realidad de lo que significa hacer política y administrar un estado.
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Se aprovechan de una sociedad rasgada por tantos sucesos históricos de heridas no sanadas y de haberse acostumbrado a convivir con dictaduras.
Hay quienes piensan que la Iglesia debe encerrarse en la oración y estar rezando dentro de sus muros, ¿la iglesia debe mantenerse al margen de lo que ocurre en la sociedad ?
Esa iglesia abstraída de los sucesos políticos, encerrada en su propia devoción sacramental, es una iglesia que responde a una parte del pueblo que demanda que sea así, pero aunque la Iglesia no es política, busca enfrentar evangélicamente la realidad en la que vive y se desarrolla. Ese actuar conforme al Espíritu tiene consecuencias políticas, pero es diferente a incidir políticamente.
¿Desde tu perspectiva, Monseñor Rolando Álvarez incurrió en política?
Es un Obispo que ha decidido hablar en nombre de su pueblo, apegado al sentir de su pueblo. Álvarez es la punta de iceberg, porque hay muchos otros sacerdotes que todavía no ha alcanzado la dictadura, pero intenta enviarles un mensaje con la captura de Álvarez.
Su actitud es perfectamente evangélica en ese sentido, es un bienaventurado desde el punto de vista cristiano.
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¿Qué te parece la estrategia del silencio de la Iglesia en Nicaragua?
La Iglesia piensa que la salida de todo esto debe ser el diálogo. La Iglesia no puede proponer una revuelta violenta porque perdería su inspiración evangélica.
No se está buscando un lenguaje político, sino uno congruente con su misión evangélica.
En la década de 1980, Miguel Obando y Bravo, que era el cardenal y en medio de una guerra, emitía pronunciamientos sobre todo lo que pasaba en Nicaragua, ¿por qué antes si y ahora no?
Tratando de comprender, no de justificar, uno de los elementos es que probablemente en 1980 no existía una masa crítica tan importante de civiles al borde del abismo y de un nuevo levantamiento, que es el caso de la Nicaragua actual. El país es un polvorín y un lenguaje con un tono más elevado por parte de la Iglesia, en un pueblo tan religioso, podría resultar inflamable.
En la década de 1980, aunque es el mismo partido, la población tenía otra postura. Actualmente uno puede sentir que hay un ambiente altamente volátil en la sociedad.
No le compete a la Iglesia encontrar caminos de solución política estrictamente, de este callejón sin salida en que se encuentra Nicaragua.
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¿Cuál es tu opinión del mensaje del Papa Francisco?
El mensaje de Francisco es inspirador para la Iglesia, porque él es parte de la Iglesia, no es que la Iglesia es suya. Es un administrador temporal.
Es un mensaje de apoyo, porque no es un llamado beligerante, sino que es un acompañamiento. No hay manera de que el mensaje de Francisco se pueda leer como un mandato a quedarse callados. Él dice estoy con ustedes (a sus obispos y clero) y les acompaño, mientras propone el diálogo, porque no podría proponer algo distinto a eso.