Las estrategias de gobierno del presidente colombiano Gustavo Petro, son un poco más caóticas que las de administraciones anteriores, que ha llevado al país sudamericano a parecer un aliado más del castrochavismo.
Por otro lado, Colombia se ausentó de la sesión del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA) el pasado 12 de agosto, cuando el organismo condenó la escalada represiva de la dictadura de Daniel Ortega.
Sin embargo, las supuestas negociaciones entre Petro y Ortega parecen no estar en un “feliz término”.
El pasado 10 de septiembre, la posición del Gobierno de Gustavo Petro frente al régimen de Daniel Ortega en Nicaragua por fin quedó clara. Y la aclaración corrió por cuenta del canciller colombiano, Álvaro Leyva, quien, además, lanzó acusaciones contra el dictador.
Leyva aseguró, en entrevista con W Radio, que “de ninguna manera estamos con el señor Ortega”.
“Mi posición es la misma siempre (…) el señor Ortega es uno de los violadores de derechos humanos por excelencia”, afirmó el canciller.
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El ex vicepresidente de Colombia, Francisco Santos, anticipó en una entrevista a Café con Voz, tres días antes de las declaraciones del canciller colombiano, que el gobierno de Petro “se equivoca” si considera que por una misma mirada ideológica convencería a la dictadura sandinista de cambiar su rumbo.
¿Cómo ve a Colombia un mes después que Gustavo Petro asumió al poder?
Colombia está en un momento de un aterrizaje ante una manera de gobernar un tanto más caótico y con un debilitamiento de la fuerza pública muy grande, a la vez de una incertidumbre del sector privado y un incremento de la fuerza del narcotráfico.
Uno no sabe qué está pensando el presidente y qué es lo que quiere. Esto ha sido lo más doloroso para la segunda democracia más antigua del continente.
¿La gente puede pensar en que Colombia se ha decidido a ser un aliado más del Castro-chavismo?
Sin duda, la mirada del presidente de la política exterior es más cercana a Maduro, a Ortega y a Diaz Canel, que al presidente Joe Biden y a las democracias europeas. Esto es muy grave por la disputa política que actualmente existe.
Diosdado Cabello pidió que les entregaran asilados y opositores en Colombia, a lo que Petro dijo que no. Puede que haya desconciertos, pero, aun así, aun creo en la vocación democrática de Petro.
¿Cómo valora la ausencia de Colombia en la sesión de la OEA donde se condenó la situación de Nicaragua el 12 de agosto?
El no asistir es una vergüenza absoluta, porque uno no puede hablar de democracia de Colombia ignorando las violaciones a derechos humanos en Nicaragua.
El gobierno de Colombia se equivoca, cree que por la similitud de mirada política, el dictador Ortega les va a hacer caso.
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Una ingenuidad tremenda es no reconocer a un dictador y darle espacio a su bondad. Es la ingenuidad y necesidad. Hay una profunda diferencia entre Gustavo Petro y el dictador Daniel Ortega.
El comentario de Petro asegurando que “revivió Pinochet” al conocer los primeros resultados del plebiscito en Chile, ¿Qué demuestra?
Lo importante es entender por qué lo dijo. En Chile nace una constituyente a raíz de una protesta que se convirtió en un vandalismo. Un grupo chileno creó un brutal ruido junto a un mal manejo del presidente Piñera.
De ahí surge esta constituyente que también acompañaba a personas que se hacen llamarse independientes. Chile dijo en las urnas que no quería que las minorías radicales asumieran el poder.
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Esa suma de sectores mínimos llevó al poder a Petro, por eso él se nutre de todo eso.
No me preocupa que intenten redactar un nuevo documento, porque el expresidente Fernando Lagos hizo cambios profundos. El presidente Boric si respetó la decisión del pueblo chileno.
¿Cómo observa esta situación Estados Unidos?
En Estados Unidos están preocupados por lo que está pasando en Colombia, pero están dándole margen de maniobra para no arrinconarlo a la dirección del castrochavismo. América Latina es la novena prioridad de Estados Unidos.
Tengo inmensa preocupación por lo que está pasando en América, que se está destruyendo la democracia y nadie dice nada. Cuando se acaba con la libertad de prensa, se empieza a acabar con la democracia.