El despotismo y la crueldad cierran el camino hacia Dios, expresó el Obispo Auxiliar de Managua, Monseñor Silvio Báez, por lo que considera que los tiranos del mundo “han firmado su condenación.
“Se olvidan de que “solo Dios es poderoso” (Eclo 3,18), como dice el libro del Eclesiástico. El despotismo y la crueldad cierran el camino hacia Dios y a su gracia. Sin embargo, quien tiene poder y actúa con humildad, dice el mismo libro, “hallará gracia ante el Señor”, dijo Báez en su homilía dominical desde la Iglesia Santa Agatha, en Miami, Florida.
Báez refirió que los gobernantes que piensan que ceder o dialogar es signo de debilidad, son un peligro social y “no tienen derecho a ejercer el poder”.
“Todos sabemos que el poder puede llegar a cegar las conciencias y corromper el corazón. La historia de nuestros pueblos lo demuestra con los dictadores arrogantes, que se endiosan y se imponen con irracionalidad y violencia”, señaló Báez.
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El religioso señaló que hay tiranos que no solo quieren ser los primeros, sino los únicos: “los únicos que tienen voz, los únicos que deciden, los únicos que piensan”.
“Quien tiene poder, que aprenda a abajarse, a hacerse pequeño. Hacerse pequeño para un poderoso es saber escuchar, tener el valor de reconocer los propios errores, rectificar las decisiones equivocadas, escuchar a quienes piensan diferente y, con sencillez, ceder, dialogar, corregir lo que hace daño a la sociedad y hace sufrir a los demás”, afirmó.
Los fanáticos tienen oportunidad de reflexionar
También se dirigió a los fanáticos que siguen a los dictadores, aplaudiendo sus discursos y acciones, invitándolos a reflexionar.
“Y las personas fanáticas o interesadas que los apoyan, deberían aprovechar la última gota de humanidad que queda en sus corazones para reflexionar, asumir la responsabilidad de sus delitos y comenzar a ceder, devolviendo a sus pueblos la dignidad y la libertad que les han robado. Nunca es tarde para disponerse a acoger a Dios a través de la humildad”, afirmó Báez.
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Además, llamó a los fieles a ser humildes como Jesús, aprendiendo a diferenciar el servicio del egoísmo.
“Jesús habla de la vida. Querer estar en un lugar importante, ocupar el puesto más destacado, no nos hace más grandes ni más importantes. Este deseo muestra solo nuestra ambición egoísta, nuestra inmadurez humana y hasta nuestra propia inseguridad. El valor de una persona no está en lugar que ocupa, el cargo que tiene o los títulos que logra obtener”, dijo.
“Jesús quiere que seamos capaces de sentir el dolor de quienes están en soledad, sufren pobreza o están privados injustamente de su libertad. No es humilde el que reconoce la grandeza del que está por encima, sino la dignidad del que está por debajo”, añadió.
Finalmente, expresó que quien es humilde puede parecer débil o perdedor, pero en realidad es fuerte y grande, porque confía plenamente en el Señor y lo espera todo de él.