El excanciller nicaragüense, Francisco Aguirre Sacasa, era interrogado por sus verdugos en la Dirección de Auxilio Judicial, mejor conocida como “El Chipote”, al menos tres veces al día mientras permaneció bajo secuestro.
Los temas que surgían de esos interrogatorios se alejaban de las acusaciones del régimen y se centraban más en conocer su opinión sobre situaciones que pasaban en el contexto de Nicaragua.
Entre sus consideraciones, afirma que la situación de la dictadura de Nicaragua es “muy complicada”, puesto que ha perdido aliados internacionales, incluyendo a presidentes de su misma ideología en la región.
Aguirre Sacasa fue secuestrado por la Policía Sandinista el 28 de julio de 2021 cuando regresaba en su vehículo a Managua, luego que Migración y Extranjería le negara la salida a Costa Rica por Peñas Blancas.
En una entrevista a Café con Voz, Aguirre Sacasa contó por primera vez como fue el secuestro, el proceso en su contra, la puesta en libertad, el destierro y la percepción de Nicaragua al salir de prisión.
¿Qué significó para usted ese secuestro?
Yo fui detenido dos veces. La primera vez fui llevado al Chipote después de haber sido acusado de mandar a robar una campana en una parroquia en Granada. Era una manera de alertarme de lo que el gobierno tenía para con mi persona.
Esa vez hubo un juicio y quedé exonerado, porque el párroco de la iglesia dijo que nunca había pedido a la Policía ayuda. Para mi, era un intento de enviarme un mensaje, que tuviera cuidado, por lo que escribía en el Diario La Prensa.
La segunda vez, estaba viajando a Liberia (Costa Rica) porque necesitaba ir a operarme a Estados Unidos. Me detuvieron en la frontera de Nicaragua. Me mandaron de vuelta a Managua y me persiguieron cinco patrullas de policía y me agarraron en el puente de Ochomogo y de ahí me llevaron a El Chipote y estuve un total de 19 meses.
¿Qué fue lo más difícil que le tocó vivir en ese período?
A mi me llevaron a El Chipote, pasé unos meses en mi casa y me mandaron de nuevo a El Chipote. Cuando me capturaron, estaba preparando un libro de todos los ensayos que había preparado para La Prensa.
Ahora está confiscada mi casa y mi finca. Es una píldora muy difícil de tomar, porque uno quisiera estar en su casa y viviendo como lo hacía antes.
¿Qué le preguntaban en los interrogatorios?
Me acusaron de socavar la soberanía nacional y de haber intentado dar un golpe de Estado. Llegó un abogado mío en el juicio y había una testigo que se apareció con una pistola mía que nunca la había disparado y en su explicación o acusación nunca habló de ella.
¿Sintió que en algún momento podía pasar lo que la dictadura le hizo?
Nunca me imaginé, porque no aspiraba a ningún cargo y ya había cerrado el capítulo de mi vida de la búsqueda de puestos políticos. El haber caído en las garras de la dictadura no lo esperaba, porque no era jefe de ningún gremio, aunque eso no debe ser motivo para encarcelar gente.
Yo escribí un artículo que se titulaba: “a propósito de sanciones” en la que concluía que las sanciones no funcionaban, pero alguien en el Carmen, no tuvo la materia gris para leer eso.
¿En algún momento le preguntaron si usted ejecutó acciones en Estados Unidos contra el régimen?
Nunca. A veces nos interrogaban hasta tres veces al día y nunca me preguntaron si estaba intentando derrocar al gobierno. Me hacían preguntas sobre la situación económica de Nicaragua.
Ninguna pregunta tenía que ver con nada sobre el motivo por el cual yo estaba en el bote.
¿Cuándo murió Hugo Torres no pensó en que si iban a tratarlo de la misma manera?
Todos sabíamos que el General tenía un problema de salud y en las últimas semanas estaba complicado. Nosotros escuchábamos lo mal que estaba en esa celda. Pero cuando nos llegó la noticia de que había muerto en el hospital de la Policía, pensé que, al ser uno de los mayores, podría pasarme lo mismo.
Después de eso, llegaba un grupo de enfermeros, de policías y médicos a tomarme la presión.
Nunca nos hablaron de eso, pero yo lo conocía bien desde que estábamos en la Asamblea Nacional. Tenía un respeto y una amistad con él y para mi era inconcebible que estuviera en una cárcel en esa situación.
¿Cuándo lo llegan a traer el 9 de febrero, qué pensó que iba a pasar?
Llegaron a golpear como lo hacían siempre en las noches para no dejarnos dormir. Me entregaron una bolsita con ropa de civil mía a las tres de la mañana.
Nos dijeron que nos teníamos que vestir en quince minutos y pensamos que nos iban a llevar a Tipitapa.
Se montaron tres policías en cada bus, nos prohibieron hablar y no podíamos ver donde íbamos porque estaban tapadas las ventanas.
Hasta que llegamos al aeropuerto y de pronto doblaron a la derecha. Luego nos dijeron que firmáramos un documento sin explicarnos de qué trataba. Pero logré divisar una fila de libros que eran pasaportes nuevecitos.
En la pista había personal diplomático de la Embajada (de EE.UU) y nos pidieron que subiéramos rápidamente al avión. Al momento que despegamos ya había un poco de sol y lo primero que hicimos todos fue cantar el Himno Nacional de Nicaragua.
¿Supo usted que Monseñor Álvarez llegó hasta ahí?
Dicen que andaba en uno de los buses, yo no lo vi y te puedo asegurar que nunca apareció en el avión.
¿Qué pensó cuando le quitaron la nacionalidad?
A mi no me han quitado nada, porque aquí tengo mi pasaporte nuevecito con vigencia por diez años. No he viajado fuera de Estados Unidos. Mi nacionalidad nunca me la va a quitar ni Rosario Murillo ni Daniel Ortega.
¿Cómo fue cuando llegaron a Estados Unidos?
Fue un momento muy emotivo. Cuando hablé con mi hija lloré. Siempre fui muy optimista con ver a mi hijo.
Cuando llegamos al aeropuerto estaba preparado todo el servicio de inmigración y nos llevaron a un área que no era común. A mi me acompañó uno de los altos funcionarios del Departamento de Estado y estaba tranquilo.
La libertad no la aprecié nunca tanto como después de haber estado encarcelado.
¿Cómo ve Nicaragua después de haber salido de la cárcel?
Veo mi patria muy mal. No estoy sorprendido con la confiscación de nuestros bienes porque eso se dio también en la década de 1980 y hubo una confiscación de bienes.
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Nuestra economía es la más pequeña de Latinoamérica. La estabilidad que aparentan se debe a la solidaridad de los nicaragüenses que envían sus remesas.
¿Es sostenible la dictadura en los términos que está?
Creo que la situación internacional de la dictadura es muy delicada y han cometido graves equivocaciones. El gobierno nicaragüense no cuenta con aliados, solo países como Cuba, Rusia, China y Venezuela.
Fuera de ese grupo no hay mucho deseo de ayudarle y no hay admiración para El Carmen en este momento.
Con relación a la OEA, creo que el valor agregado de una resolución de ilegitimidad es muy pequeña. La OEA no tiene peso en este juego. Yo fui el que firmó por Nicaragua la Carta Interamericana hace 22 años y creo que no tendría mayor impacto. Es desde lo financiero con préstamos del Banco Mundial, el BID o el FMI, que tendría más impacto cualquier acción.