En obispo Auxiliar de Managua, Silvio José Báez, reflexionó sobre el perdón hacia las personas que han colaborado con sistemas injustos como el régimen Daniel Ortega, pero que un día recapacitan y quieren cambiar.
«No es fácil para ellos. Tienen miedo de las represalias del régimen y de la incomprensión de la sociedad. Hay que valorar su decisión. Deciden salir de la cárcel ideológica en la que han vivido, se liberan de la humillación a la que han sido sometidos, denuncian la injusticia y se colocan en el lado correcto de la historia”, defendió Báez.
Las declaraciones de Báez se dan cuatro días luego que el embajador y Representante permanente de Nicaragua en la Organización de Estados Americanos, OEA, Arturo McFields, denunciara a la dictadura en una sesión ordinaria del Consejo Permanente de la organización.
El obispo Auxiliar a traves de la parábola del «hijo pródigo» recordó que habia un «padre bueno» que tenía dos hijos y que el menor pidió su herencia y se alejó de la casa, malgastándolo todo.
“Llegó a sentirse humillado, solo y hambriento y pensó volver a la casa. Como no estaba seguro de ser acogido por su padre ni se sentía digno de ser su hijo, decidió volver como jornalero suyo, diciéndole: “Ya no merezco llamarme hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”, explicó.
El hijo regresa por necesidad
Asimismo agregó que el hijo no regresó por amor a su padre, ni confesó sus errores, sino que regresó por interés, por comer como los jornaleros que tenía su padre en casa.
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“Sin embargo, cuando ya estaba cerca de su casa, “el padre lo vio y, profundamente conmovido, salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo cubrió de besos”. No lo deja hablar, le impide que se humille con gestos penitenciales, lo abraza fuertemente y lo colma de besos con infinita ternura. Aquel hijo ha hecho cosas graves, trae sobre sus espaldas una historia vergonzosa. Pero, no importa”, dijo.
Agregó la parábola concluye haciendo alusión al hijo mayor, el cual nunca se había ido de casa y se indignó por cómo su padre recibió a su hermano, no soporto la alegría del padre y no quiere entrar a la casa para participar de la fiesta que le había realizado a su hermano.
“El hijo mayor somos nosotros cuando concebimos la relación con Dios a partir de prohibiciones y deberes, obligaciones y méritos. De este modo, sin darnos cuenta, nos volvemos duros y rígidos con los demás, no terminamos de comprender la misericordia de Dios y corremos el riesgo de quedarnos fuera de la fiesta del perdón. Incapaz de alegrarse y hacer fiesta, al hermano mayor “no sólo le cuesta entender y perdonar a su hermano, sino que tampoco acepta tener un padre capaz de perdonar, dispuesto a esperar y velar para que ninguno quede afuera, en definitiva, un padre capaz de sentir compasión” refirió Báez.
El arrepentimiento es difícil
Por tanto, Monseñor Báez, dijo que no es fácil para aquellas personas que se arrepienten de haber colaborado con el sistema injusto de Ortega y que luego deciden cambiar.
Asimismo, pidió que apoyar a estos hermanos y hermanas que deciden arrepentirse, no detenerse en los errores pasados de los otros, no apuntar con el dedo en lo malo que han hecho.
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“Sintonicemos con el corazón de Dios y ofrezcamos a estas personas comprensión, apoyo y perdón”, pide monseñor.
Aseguró que la casa del padre de la parábola es el mundo, es la sociedad y están llamados a alegrarse de poder vivir todos juntos en la gran casa paterna, la casa del amor y de la vida.
“Que nos quede en el corazón grabada para siempre la imagen de Dios que nos ha querido revelar Jesús. Dios es un padre escandalosamente bueno y misericordioso, para quien no hay puros ni impuros, cercanos y lejanos, buenos y malos. Dios es un padre que a todos nos acoge y nos perdona, hace fiesta por nosotros, y a todos nos ayuda a levantarnos si nos dejamos abrazar por él” concluyó.