El Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, Monseñor Silvio Báez, llamó a orar por la guerra en Ucrania, por las víctimas de la represión y por los reos políticos, durante su homilía de este segundo de cuaresma, en el que se celebra la Transfiguración de Jesús.
“Subimos a la montaña de la oración entrando en nosotros mismos, no como huyendo de la realidad, sino llevando las manos llenas de rostros y de historias. Cuando oramos, no nos alejamos ni nos desentendemos del mundo, sino que colaboramos al cambio del mundo, permitiendo que Dios revele su misericordia e instaure su justicia”, dijo Báez desde la Iglesia Santa Aghata en Miami, Florida.
“Es hora de renovar nuestra fe en el poder de la oración. ¿Estamos rezando por la guerra en Ucrania? ¿Estamos sufriendo en la oración el dolor de nuestros presos políticos? ¿Están presentes en nuestra oración las lágrimas de las víctimas y la incertidumbre de los exiliados? Es tiempo de renovar nuestra fe en la oración”, dijo Báez añadiendo que orar no es pretender que Dios lo haga todo, sino poner el mundo bajo su mirada amorosa.
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Báez expresó que muchas veces, la sociedad atraviesa situaciones dolorosas y momentos oscuros que parecen no tener solución.
“La irracionalidad, la injusticia y la violencia se imponen en el mundo y todos los esfuerzos por lograr cambios pacíficos parecen inútiles. Es entonces cuando anhelamos una luz y una fuerza que nos permita tener una mirada nueva y nos ayude a ver la vida y la historia desde otra perspectiva”, expresó.
Con referencia al Evangelio proclamado este domingo, Báez destacó la intención de los discípulos de permanecer en el cerro en el que Jesús se transfiguró y señaló que la oración, al ser ese “subir al monte”, no debe ser un argumento para escapar de compromisos y de la realidad.
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“La fe no es un sentimiento barato que nos encierra en nosotros mismos, ni la oración es un refugio egoísta para disfrutar. Como los tres discípulos, debemos bajar siempre a la planicie, abrir los ojos al dolor humano, sentir en nuestro corazón los sufrimientos y esperanzas de la humanidad y sembrar destellos de luz por todas partes y en todos los corazones”, señaló.
“El monte no es para quedarse, sino para adquirir una nueva visión de la vida, iluminar el corazón y fortalecer la fe. Hay que bajar a la llanura de todos los días, en donde nos esperan siempre los demás, el trabajo cotidiano, las dificultades y el esfuerzo por construir un mundo más justo y humano”, añadió.