Voz de América. Una mujer nicaragüense retirada de sus labores en los negocios, su compatriota ingeniero en sistemas que traduce del miskito al inglés y otro connacional abogado que organiza talleres de capacitación y recogida de ayuda humanitaria tienen algo en común: son nicaragüenses que ayudan a sus connacionales al llegar a Estados Unidos.

Anita Wells dejó Nicaragua hace más de 40 años y ahora que ha dejado atrás sus labores como mujer de negocios en Estados Unidos y ha reforzado su pasión ayudando de diversas maneras a la nueva oleada de nicaragüenses que llegan cada día. Wells es cofundadora desde 2018 -junto a otras dos mujeres-, en Virginia, de la organización Abuelas Unidas por Nicaragua (AbueNica).

“El comienzo fue prestar asistencia (en 2018 a raíz de las protestas contra el régimen de Daniel Ortega) a los que estaban huyendo de Nicaragua a lugares como Honduras, Guatemala, México. No era durante esta época migratoria de ahora, sino que eran los nicaragüenses escapando de la represión”, cuenta Wells a la Voz de América.

la labor de esta nicaragüense está centrada en buscarles recursos a los nuevos inmigrantes para subsistir los primeros tiempos, “referirlos a otras personas” para sacarlos adelante y apoyarlos por medio de otros voluntarios para la tramitación de documentos legales y migratorios.

Hasta diciembre de 2023 al menos 54.000 nicaragüenses habían llegado a EEUU por medio del parole humanitario, según registros de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EEUU (CBP, en inglés).60 mil nicaragüenses aprobados con Parole Humanitario

“Nos hemos centrado en el último año en los más vulnerables, de origen campesino, los que no conocen los recursos, lo procesos migratorios”, dice y pone el ejemplo de cómo ha encontrado casos en que a veces les ponen un sello de timbre en un documento de entrada al país “y ellos piensan: ‘ese es mi asilo’”.

Wells dice que le ha puesto más atención a una comunidad nicaragüense en especial entre los que llegan, los indígenas miskitos “que no hablan inglés y no hablan español”.

Junto a Douglas Rossman, un ingeniero que lleva solo tres años de exiliado y vive en Florida, han podido ayudar a los inmigrantes. “Les ayudamos a llenar sus formularios en línea, a abrir sus cuentas en el servicio migratorio… lo que haría un abogado”, dice.

—¿Cómo un día Anita se levanta y se pone a ayudar a los inmigrantes? —, indaga la Voz de América.

—Nunca dejé a mi patria, la he llevado en el corazón; como dice la canción ‘Nicaragua en la maleta’: “Con mi país en la maleta de mi pecho” —, contesta, parafraseando al cantautor nicaragüense Jandir Rodríguez.

Una inspiración para impulsarse a ayudar en 2018 fue el estallido de las protestas en Jinotega, como en muchas partes de Nicaragua. “Yo estaba en línea cuando mataron al primer muchachito”, dice.

A finales de diciembre de 2018, un informe de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dictaminó que la respuesta del régimen a las protestas dejó al menos 325 muertos y más de 200 heridos.

El dictador Daniel Ortega argumentó entonces que sus acciones respondían a un supuesto intento de golpe de Estado, algo que fue rechazado por la comunidad internacional ante la ausencia de evidencias. Nicaragua dejó de ser miembro de la Organización de Estados Americanos, OEA, el 19 de noviembre de 2023, dos años después de que Daniel Ortega decidiera retirarse del organismo, al que acusó de “injerencia e intervención”.

En una jornada llega a recibir solicitudes de ayuda de hasta cinco casos, explica. “No creas que todos han corrido la suerte de los que saben conseguir las ayudas, la asistencia”, concluye.

‘Un ángel salvador”

Douglas Rossman es nicaragüense originario de la etnia miskitos y viene de la costa Caribe. Tiene 40 años de edad y se ha convertido en “un ángel salvador” para los inmigrantes nicaragüenses de su mismo origen que buscan asilo; ya ha servido desde Florida en las cortes de justicia al traducir de ese idioma al inglés ante los jueces.

Lo de “ángel salvador” se lo otorga Anita Wells, a quien asiste vía telefónica o por internet.

Grossman participa regularmente en asesorías sobre trámites migratorios y consultas totalmente gratis para facilitarles accesos disponibles en líneas a los inmigrantes.

“Decidí involucrarme más con personas que están viniendo de Nicaragua para ayudarles en el proceso porque yo conozco a mi gente miskita y ellos tienen mucha dificultad con el idioma y el estar en un país que no es el suyo”, explica a la VOA.

Para Rossman, asentarse en Everglades City, al suroeste de Florida, no ha sido fácil. Al inicio fue pescador de cangrejos, pero luego comenzó a trabajar como mesero en un restaurante, hasta la actualidad en que también combina esas labores con su compañía de consultas a remoto sobre soluciones a computadoras y las de diseñador de sitios web.

Una de esas oportunidades que esperaba desde que se animó a ayudar a los otros inmigrantes le llegó hace apenas una semana. Un caso en la Corte de Miami, donde la persona -a la que no identifica por no contar con su autorización- “fue estafada”, afirma, por alguien que le tramitó los documentos para el asilo político, pero la solicitud formal del caso nunca fue sometida.

“La jueza me hizo pasar al frente, me juramentó como traductor de miskito al inglés, a los efectos de la Corte para ese día. Yo me sentí… no como un logro para mí, sino que fui útil”, celebra.

Inmigrantes como “el pilar” de la comunidad

Manuel Prado es un abogado nicaragüense que vive en Houston, Texas; llegó allí con tres años de edad en 1981 y hoy es el presidente de la Fundación Nicaragüense Americana para el Desarrollo de la Educación y la Cultura (Funadec), una organización creada en 2006.

Prado, quien en una oportunidad anterior contó a la VOA sobre su trabajo con los inmigrantes, comenta sobre el flujo creciente de nicaragüenses en Houston en la actualidad.

“Se ven nicaragüenses como nunca se han visto”, explica.

Prado señala que en diciembre pasado entregaron 98 módulos familiares de canasta básica a quienes los necesitaban. “Ha sido un boom que nos beneficia a nosotros mismos, al tener a esta gente que son profesionales: médicos, profesionales con hasta doble maestría. Hemos visto un crecimiento del mercado laboral nicaragüense aquí”.

Tras la implementación de una encuesta, dice Prado, pusieron manos a la obra en el ofrecimiento de cursos de idioma inglés, capacitación sobre el sistema económico de Estados Unidos para los nuevos inmigrantes y otros. Los cursos de inglés son de Nivel 1, y de hasta 19 participantes que asisten cada sábado en dos sesiones, señala.

Para Prado, la satisfacción también estriba en que ahora “la transición no es tan complicada como en la década de 1980, ahora hay una comunidad que los recibe. Y creo que la bendición es mutua. La cantidad de profesionales que hay son un pilar para nosotros”, concluye.

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