María Corina Machado, enfrenta la presión de líderes extranjeros y compañeros para abandonar una candidatura presidencial sin futuro antes de la fecha límite para la inscripción de aspirantes, el 25 de marzo, y dejar paso a un sustituto que se mida en las urnas al dictador Nicolás Maduro.

Es una elección imposible que refleja el giro cada vez más autoritario en Venezuela. Las últimas elecciones en las que se considera ampliamente que se cumplieron los estándares internacionales ocurrieron hace casi una década, cuando la oposición logró el control de la Asamblea Nacional por una amplia mayoría en 2015. Pero su boicot a los comicios que siguieron solo ha reforzado el control de Maduro sobre el poder.

Machado es una exlegisladora que ascendió a lo más alto del movimiento opositor en 2023, llenando el vacío que dejaron otros líderes que se exiliaron. Su valentía y sus ataques a la corrupción gubernamental y a la mala gestión de Maduro de una economía dependiente del petróleo convencieron a millones de venezolanos para votarla masivamente en las primarias de la oposición celebradas en octubre, que el gobierno trató de ilegalizar.

Pero el éxito la colocó en el punto de mira. En enero, desafiando el acuerdo electoral entre Maduro y la coalición opositora — que le valió un alivio de las sanciones económicas de Estados Unidos —, la Corte Suprema venezolana ratificó la inhabilitación de Machado para ocupar cargos públicos.

Desde entonces, el gobierno ha acusado también a Washington de conspirar para asesinarlo, arrestó a más rivales políticos y expulsó al personal de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

En conjunto, estas medidas indican que Maduro no tiene interés en una carrera electoral competitiva y solo busca ampliar su mandato de una década, apuntó Michael McKinley, que ha sido embajador de Estados Unidos en Afganistán, Brasil, Colombia y Perú.

“Ya no se trata de un proceso electoral imperfecto”, indicó a la AP McKinley. “Es la completa anulación de todos los rivales significativos de Maduro. En este contexto, es difícil alegar que la oposición participa en las elecciones sin Machado y con un candidato simbólico pueda avanzar en la apertura democrática”.

La encrucijada

Las encuestas sugieren que la mayoría de los venezolanos quieren votar y que sacarían a Maduro del poder si tuviesen la ocasión. Y aunque Machado es su candidata preferida, la mayor parte de los simpatizantes de la oposición quieren que deje el puesto a otro en lugar de quedarse fuera de una contienda en la que Maduro buscará su reelección para un tercer mandato de seis años.

“Estamos con María Corina hasta el final”, dijo Sonia Alfonzo, una jubilada que se hizo eco de su lema de campaña, “Hasta el final”, pero añadió que si no puede presentarse, “debe tener un as en la manga”.

Machado ha rechazado repetidamente la idea de renunciar a su candidatura pero no ha explicado cuál será su estrategia para evitar el veto. Gerardo Blyde, quien negoció el acuerdo electoral entre la oposición y los representantes del ejecutivo de Maduro, dijo el viernes a una emisora de radio que “todavía hay tiempo” para que el gobierno rectifique y “permita nuestra candidatura sin obstáculos”.

Pero otros aliados están barajando ya un plan B. Henrique Capriles, que ha optado a la presidencia en dos ocasiones, pidió esta semana a sus compañeros que sean realistas y respalden a una alternativa. Capriles, quien abandonó las primarias a medida que aumentaba el apoyo a Machado, les instó a poner a los venezolanos “y al país por encima de todo”.

Los factores externos

La presión llega también desde fuera de Venezuela. El presidente de Brasil, el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, puso recientemente como ejemplo a seguir su propia inhabilitación para optar a la presidencia en 2018 mientras luchaba desde la cárcel contra cargos de corrupción.

“En lugar de llorar, nombré a otro candidato”, dijo Lula, quien más tarde fue absuelto.

El meteórico ascenso de Machado como líder de la oposición el año pasado se vio favorecido por un cuidado mensaje que suavizó su imagen de conservadora elitista y le permitió conectar con los escépticos. Pero a lo largo de 2023, los ladres del partido gobernante dejaron claro que nunca se enfrentaría a Maduro.

Durante décadas, Machado y los discípulos del mentor y predecesor de Maduro, el difunto presidente Hugo Chávez, han tenido mala relación.

Machado, una conservadora defensora del mercado libre, se atrevió a interrumpir en una ocasión a Chávez durante un discurso en la Asamblea Nacional para calificar la expropiación de empresas de robo.

El gobierno de Estados Unidos ha tratado de moverse en la estrecha línea entre mostrar su apoyo a Machado — quien durante años ha estado más cerca de los republicanos en Washington — y mantener viva la esperanza de algún tipo de participación electoral.

Un alto cargo del ejecutivo de Joe Biden indicó que no se ha pedido la renuncia de Machado y se respetará su decisión. Pero Estados Unidos insiste en la necesidad de una oposición unida detrás de una estrategia común que refleje la voluntad de los venezolanos de a pie para votar, dijo el funcionario, que habló bajo condición de anonimato debido a lo sensible del asunto.

Un momento clave en esta delicada danza llegará en abril, cuando expire el alivio temporal de las sanciones derivado del acuerdo electoral firmado el año pasado en Barbados y la Casa Blanca deba decidir si reimpone unas medidas a las que se achacó el empeoramiento de una crisis humanitaria que llevó a 7,4 millones de venezolanos a marcharse del país.

“Por imperfectas que puedan ser las elecciones, representan una enorme oportunidad para que los venezolanos se movilicen y hagan oír su voz como no han hecho en una década”, dijo Christopher Sabatini, investigador en el centro de estudios Chatham House en Londres. El instituto organizó este mes dos jornadas de debates a puerta cerrada sobre Venezuela a las que acudieron funcionarios estadounidenses, diplomáticos internacionales, activistas de derechos humanos y miembros de la oposición.

El régimen de Maduro insiste en que la inhabilitación de Machado es un caso cerrado que no puede revisarse. Tras el anuncio de que los comicios se celebrarán el 28 de julio — el cumpleaños de Chávez — el ejecutivo anunció que invitará a observadores internacionales como la Unión Europea y el Centro Carter, cuya participación está contemplada en el acuerdo de Barbados. Pero, por el momento, no se han tramitado las invitaciones.

La lección de Nicaragua y Chile

Los líderes atrincherados y autoritarios suelen sobrestimar su fuerza y pueden perder incluso en comicios muy desequilibrados. Es lo que ocurrió en Nicaragua en 1990, cuando el líder rebelde sandinista Daniel Ortega fue derrotado tras una década en el poder, o cuando los chilenos derrocaron al dictador Augusto Pinochet en un referéndum en 1988.

Pero estos ejemplos tienen menos relevancia en un mundo donde la democracia está a la defensiva y la capacidad de Estados Unidos para influir en el curso de los acontecimientos va a la baja, apuntó McKinsley.

Según el exembajador estadounidense, es más probable que Maduro está buscando inspiración en las elecciones presidenciales en Rusia — donde Vladímir Putin compite contra una serie de candidatos seleccionados por el Kremlin — para desmantelar aún más la democracia en Venezuela.

“Es difícil pensar que Maduro no esté viendo el ejemplo electoral de Putin y pensando en que puede seguir su ejemplo”, afirmó. María Corina Machado: «Nicolás Maduro no va a escoger al candidato de la gente»

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