El Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, Monseñor Silvio Báez, llamó a los nicaragüenses a no acostumbrarse a situaciones inhumanas y prolongar la misma historia indefinidamente.

En su homilía dominical de este 1 de octubre, Báez señaló que la historia “no está escrita para siempre”.

“La historia no está escrita para siempre, no hay determinismos que la condicionen en modo fatalista. Lo peor que puede ocurrir a los pueblos es acostumbrarse a situaciones inhumanas que, sin darnos cuenta, se llegan a asumir como normales”, dijo el jerarca.

Además dijo que los pueblos siempre pueden superar las cadenas del pasado.

“Un pueblo no puede resignarse a prolongar indefinidamente su misma historia. Es verdad que el pasado no se puede borrar, pero sí se puede superar y mejorar”, señaló.

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Los pueblos no deben ser marionetas del poderoso

Báez aseguró que los nicaragüenses no deben conformarse a ser “marionetas” del poderoso ni a repetir los mismos errores.

“El pueblo de Israel había sido víctima de las injusticias y violencias de los poderosos y ahora se encontraba sin futuro en el exilio. A este pueblo el profeta le recuerda de parte de Dios que todos podemos cambiar, que el malvado puede dejar la maldad y que la historia se puede y se debe cambiar. Los pueblos no pueden ser marionetas del poderoso de turno, ni deben conformarse con repetir una y otra vez los mismos errores del pasado”, aseguró el jerarca.

En su reflexión, afirmó que Dios siempre confía en la capacidad de los pueblos de hacer una nueva historia.

“También nosotros deberíamos confiar más en este Dios bueno y justo, que sopla aires de vida en nuestras débiles existencias, transforma nuestros corazones de piedra y nos da fuerzas para ser arquitectos de un nuevo futuro de fraternidad y justicia, de verdad y libertad”, añadió.

¿Los antepasados culpables del desastre actual?

En su homilía, Báez retomó la primera lectura de este domingo, tomada del Libro del profeta Ezequiel, quien durante el exilio israelita en Babilonia, acompañó a su pueblo y le ayudaba a comprender su historia y no perder la esperanza.

Según Báez, uno de los problemas que Ezequiel tuvo que afrontar fue la continua discusión que se daba entre sus compatriotas sobre quién era el verdadero culpable del desastre que había supuesto el exilio. La opinión más generalizada era que los responsables de una catástrofe de tal magnitud eran los antepasados, las generaciones antiguas que habían actuado mal y se habían alejado del Señor y del cumplimiento de sus mandamientos.

“Por el contrario, el profeta Ezequiel les enseña que cada uno es responsable de su propio comportamiento y que siempre es posible cambiar. El profeta insistía en la responsabilidad personal de cada uno para decidir el rumbo de su vida en cada momento de su existencia”, aseguró.

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