Por Luis Galeano. Hace cuatro años nos creyeron muertos. Cada vez que viene esta fecha se me revuelven los sentimientos. Vuelvo a escuchar el audio de Lucía con el última hora que anunciaba la toma de 100%Noticias, el secuestro de Miguel, el de ella y Verónica (gracias a Dios a esta última por unas horas); el corazón se me vuelve a encoger y los ojos a aguar.

Sentimientos revueltos, porque me recuerda la rabia y la impotencia, de haber sido testigo de tanto desmán, de tanto atropello y abuso de poder desmedido de los tiranos de El Carmen, pero también agradecimiento porque Dios me ayudó a salir de aquella tierra que tanto amo, para evitar el calvario de la cárcel y seguir luchando desde afuera.

“¿Te imaginas cómo estuvieras en Nicaragua?”, me preguntan constantemente amigos y conocidos, cuando ven el sadismo con el que han tratado a los más de 235 secuestrados políticos y particularmente a los que han sufrido lo indecible en los calabozos de “El Chipote”.

Dios me tiene donde estoy y se lo agradezco eternamente, pero sobre todo, haciendo lo que corresponde por ayudar en lo que pueda en la liberación de Nicaragua, de la pareja siniestra que enferma de poder, no tiene límites y destruye a todo al que considera un enemigo simplemente por pensar distinto o por pedir que el país, vuelva al cauce democrático.

Pude haber optado por hacer mi vida de otra manera, trabajar en cualquier otra cosa en Estados Unidos -que es un país de grandes oportunidades- y olvidarme de aquella crisis, aduciendo que me costó demasiado, porque perdí todo lo tenía, principalmente mi país, pero eso significaría que a estas alturas, el apagón informativo que han querido imponer en Nicaragua los protervos de El Carmen, sería más efectivo.Café con Voz cumple nueve años y aquí estamos: «Firmes y dignos»

Decidimos seguir luchando, porque nacimos para eso: Para informar la verdad, para hacer periodismo asumiendo todo los riesgos que eso implica aun en circunstancias tan dramáticas como las que ha enfrentado la prensa independiente en Nicaragua, con periodistas muertos, secuestrados y desterrados, pero también decidimos seguir nuestra labor, porque el clamor de justicia de las víctimas mortales, el encierro de injusto de los reos de conciencia y tanta tropelía, no merece ser ahogado por el miedo, la indiferencia o el desdén.

Hace cuatro años, cuando salí del país con mi esposa y mi hijo menor, creímos que el retorno sería pronto, pero se ha prolongado en el tiempo, haciendo que los abrazos pendientes con quienes amamos se vayan acumulando cada vez más y que el volver a caminar y andar por las calles de la caótica Managua, se vea cada vez más distante.

Son cuatro años en los que nos tocó ver como el mundo se derrumbaba delante de nuestros ojos y caer en la cuenta que con solo dos maletas, debíamos comenzar de cero. La crisis provocó que perdiéramos a gente que creíamos familia y también a quienes considerábamos amigos, pero Dios en su infinita sabiduría, nos ha regalado también nuevas familias y grandes amigos en esta tierra y hoy, después de cuatro años en los que nos creyeron muertos, estamos de pie, sabidos de lo que somos capaces, más comprometidos con nuestra labor y dispuestos a seguir batallando como lo hemos hechos, desde el inicio.  

Sólo sales de casa, cuando en casa no te dejan quedarte. Nadie sale de casa a menos que el hogar sea la boca de un tiburón. Nadie pone a sus hijos en un bote a menos que el agua sea más segura que la tierra y para los nicaragüenses que aspiramos y luchamos por el retorno de las libertades y la democracia a nuestra, patria, dolorosamente cualquier parte es más seguro que la patria, al menos por ahora.

Sin embargo volveremos, porque la dictadura a diferencia de los que muchos creen, en cualquier momento se desmorona, porque su debilidad estriba en que enfrente tiene la resistencia de una población que en más del 80 -según la abstención de los dos últimos sainetes electorales- silenciosamente la repudia y desde dentro de su estructura mafiosa, la inconformidad crece y crece, y el día menos pensado los hará estallar.

Gracias a cada uno de los que nos han tendido la mano, gracias a mi esposa Deykel que ha sido mi compañera incondicional en este camino, viviendo las duras y las maduras, tan comprometida como yo en alcanzar día a día el objetivo. Hace cuatro años nos creyeron muertos, pero aquí seguimos luchando desde abril hasta la libertad, siempre ¡firmes y dignos!

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