Managua, 15 ago (EFE).- El reciente anuncio del Gobierno nicaragüense, sobre la «producción» de la vacuna rusa Sputnik V, contra la COVID-19, es una muestra de que el presidente Daniel Ortega ha decidido aplicar en la población una inyección que no ha sido probada, con los riesgos que eso conlleva, afirmó este sábado un experto en química de la Academia de Ciencias de Nicaragua.

«Si la Organización Mundial de la Salud (OMS) no ha dado su visto bueno, lo que podemos ver es, por decisión de Ortega, la aplicación masiva de una vacuna que no está probada», dijo a Efe, el académico Ernesto Medina, exrector de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-León) y de la Universidad Americana.

Medina recordó que la vacuna rusa no ha pasado la tercera y «más importante» fase, como es «el estudio masivo de doble ciego», para saber cómo se comporta la vacuna aplicada en masas, ni Rusia ha cumplido con la promesa de dar a conocer los resultados del proceso.

Aplicar una vacuna así es una apuesta peligrosa, porque si sale mal va a ser un fiasco con un costo enorme, y ellos (el Gobierno de Ortega) van a mover todo su aparato para encubrirlo», sostuvo el experto, basado en cómo han lidiado las autoridades con los errores cometidos en el manejo de la pandemia.

Antecedente en vacuna contra el ébola

El académico recordó que Rusia ya falló al anunciar, hace algunos años, una vacuna contra el ébola que resultó un fracaso. Asimismo, refirió que los efectos secundarios de una inyección pueden ir desde una calentura pasajera hasta el síndrome de Guillain-Barré, que causa inmovilidad parcial en las personas por tiempos no definidos.

«Nos preocupa que el tono que ha tenido este anuncio ha sido más político que de salud, el mismo nombre que le pusieron a la vacuna, Sputnik, como queriendo decir que había una competencia por quién era el primero. No una preocupación por el tema principal, que es salud pública. Me parece que Ortega va en esa misma línea, pone como pretexto la salud pública, pero el interés es congraciarse con Rusia», agregó.

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Medina, quien advirtió que entregar la salud de los nicaragüenses a Rusia es atentar contra la soberanía nacional, también mostró sus dudas sobre la capacidad de Nicaragua para producir la vacuna rusa, incluso teniendo en Managua el Instituto Latinoamericano de Biotecnología Méchnikov, de administración rusa.

«Aquí se está hablando de producirla, lo más que se va a hacer es embazar, aquí van a venir los virus, se les va a echar agua destilada y los otros componentes, pero se está queriendo dar la impresión de que nos convertimos en una potencia científica de primer orden, cuando por años se le ha quitado apoyo al desarrollo de la ciencia», destacó.

«Conejillos de indias»

Incluso si Nicaragua pudiera producir la vacuna, el Gobierno no tiene la capacidad para monitorear a miles de “conejillos de indias” un vez inoculados, para saber sus reacciones, y en el caso de lo peor, pagar indemnizaciones.

No obstante, el riesgo a la salud pública es que la Sputnik V cree una falsa sensación de bienestar, que termine multiplicando exponencialmente los casos de COVID-19, insistió.

Tanto la Organización de las Naciones Unidas (ONU), como la Organización de los Estados Americanos (OEA), así como sus dependencias dedicadas a la salud y los derechos humanos, han mostrado sus preocupaciones, de forma reiterada, sobre el manejo de la pandemia en Nicaragua.

Los Gobierno de Nicaragua y Rusia han tenido estrechas relaciones cada vez que Ortega está en el poder, primero en la década de 1980 a 1990, y luego desde 2007 a la fecha.

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