Desquiciante. Demencial. Esquizofénico. Maligno. Se acaban los adjetivos cada día para calificar el espeluznante actuar de la pareja dictatorial de los Ortega Murillo en Nicaragua: mientras secuestran y destierran a monjas y sacerdotes, liberal a reos comunes, autores de todo tipo de crímenes atroces.
En una decisión canalla y a la vez grotesca, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo anunció la liberación de 1,600 presos comunes en el marco de las festividades católicas de La Gritería, mientras simultáneamente desata una feroz ofensiva contra la Iglesia católica.
La co dictadora Murillo confirmó, en un tono de voz cada vez más sibilante como el de las serpientes al exhibir su lengua bífida, que la excarcelación será el próximo viernes 6 de diciembre, calificándola como un acto de “amor y oportunidades” para los reclusos.
Murillo, quien también funge como la principal vocera del régimen, detalló que entre los liberados hay 1,491 hombres y 109 mujeres, a quienes describió como personas que han cometido “errores” y que ahora recibirán “una nueva oportunidad para vivir rectamente”.
“Celebramos estas oportunidades para quienes han cometido errores… pedimos a las familias que los apoyen para que puedan corregirse y caminar por sendas rectas”, afirmó Murillo durante su intervención en medios oficialistas.
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Tratan mejor a reos comunes que a monjas y sacerdotes
El anuncio de la excarcelación contrasta con el contexto de represión sin precedentes que enfrenta la Iglesia católica en Nicaragua.
En las últimas semanas, el régimen ha expulsado a monjas y sacerdotes, confiscado sus bienes y desterrado a figuras clave del clero.
Entre los casos más recientes está el del padre Floriano Ceferino Vargas, deportado a Panamá tras su secuestro por la policía bajo servidumbre de los criminales Ortega y Murillo.
Según la investigadora Martha Patricia Molina, el régimen además ha emitido un ultimátum para que todas las monjas que aún permanecen en Nicaragua abandonen el país antes de fin de año.
“Las propiedades de estas congregaciones ya están siendo confiscadas, dejando a las religiosas en total desamparo”, denunció Molina.
Una política de doble moral
La excarcelación de presos comunes ocurre mientras el régimen persigue implacablemente a quienes representan valores cristianos en el país.
Para críticos y observadores internacionales, la medida busca distraer la atención de los ataques sistemáticos contra la Iglesia, que incluyen encarcelamientos, exilios forzosos y la eliminación de su presencia en la esfera pública.
“Mientras liberan a delincuentes comunes, persiguen y expulsan a quienes defienden los principios cristianos. Es una muestra clara de la hipocresía y doble moral del régimen Ortega-Murillo”, declaró desde Estados Unidos un sacerdote desterrado.
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Manipulación política en nombre de la fe
Murillo justificó la excarcelación como parte de un supuesto esfuerzo por “formar mejores ciudadanos”.
Sin embargo, expertos señalan que estas acciones forman parte de una estrategia más amplia para consolidar el control social y proyectar una imagen de estabilidad, mientras restringen derechos fundamentales y eliminan voces críticas.
El régimen ha intensificado su ofensiva contra la Iglesia católica desde 2018, cuando la acusó de respaldar un intento de “golpe de Estado” durante las protestas sociales, que los Ortega Murillo masacraron con 355 muertes.
Este conflicto culminó con la ruptura de relaciones diplomáticas con el Vaticano en marzo de 2023.
Un contraste perturbador
Mientras Nicaragua celebra La Gritería, una de las tradiciones católicas más importantes del país, la represión contra sacerdotes, monjas y líderes religiosos se convierte en el telón de fondo de un gesto que parece calculado: liberar a reos comunes, algunos con antecedentes de delitos graves, para presentarse como un gobierno magnánimo.
Este contraste no solo pone de relieve las prioridades del régimen, sino que también subraya el deterioro de las libertades religiosas y civiles en Nicaragua bajo el maligno papel de la dictadura familiar Ortega Murillo.