El Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, Monseñor Silvio Báez, en su homilía dominical, llamó a los creyentes a dejarse invitar “al banquete de Dios” y dejar a un lado las vanas preocupaciones y la ambición por el dinero.

“Es verdad que el sufrimiento, la injusticia, la violencia y la muerte parecen negar esta fiesta de Dios. Sin embargo, la promesa está en pie”, dijo Báez desde la Iglesia Santa Aghata en Miami, Estados Unidos.

“Las ocupaciones diarias nos ofuscan y las preocupaciones nos pueden volver sordos al amor, a la verdad, a la fraternidad.  Sordos a Dios. Sin darnos cuenta nos vamos encerrando en el pequeño círculo gris de nuestro egoísmo y de nuestros intereses”, afirmó el religioso.

Báez reiteró que las ocupaciones desplazan muchas veces a Dios, perdiendo de vista lo esencial de la vida y que puede hacer creer que no se necesita del creador.

“Hay trabajos que terminar, compromisos que no podemos postergar, actividades imprescindibles. Por hacer cantidad de cosas, sacrificamos la calidad de las cosas. Vivimos de urgencias y perdemos de vista lo esencial. La llamada de Dios se puede ir apagando, resonar cada vez menos, hasta que sintamos que ya no necesitamos de él y nos acostumbremos a vivir sin Dios. Es el gran riesgo de nuestra época: creer que no necesitamos de Dios y vivir de espaldas a él”, afirmó.

Gente con el corazón oscurecido

Báez refirió que el no asistir al banquete provoca que los seres humanos oscurezcan su corazón y su mente.

“Incluso hay gente que tiene el corazón y la mente tan oscurecida por sus ambiciones desmedidas de dinero y de poder y tan cegados por su crueldad, que no solo no aceptan la invitación al banquete, sino que arruinan la fiesta de la vida: convierten la convivencia social en un triste velorio construido sobre el miedo, la mentira, la amenaza y la represión violenta”, dijo el jerarca.

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Aseguró que esa oscuridad produce sufrimiento a los pueblos, sumidos en tristeza y miedo.

“Muchos de nuestros pueblos no viven un momento de fiesta, sino de tristeza. Sin embargo, habrá fiesta. Es posible cambiar la tristeza en gozo y el miedo en esperanza. La invitación de Dios a la fiesta del amor y de la fraternidad, de la justicia y de la libertad sigue en pie. Y él nos ayudará a celebrarla”, añadió.

En cambio, “el vestido de bodas” aseguró que se lleva en el corazón, refiriéndose al vestido que brinda Dios desde el bautismo de los cristianos.

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“El vestido de boda no se lleva sobre la piel, sino en el corazón. Todos tenemos el vestido un poco roto, sucio o remendado. No importa. Dios no se cansa de regalarnos siempre un vestido de bodas nuevo. No nos cansemos nosotros de recibir una y otra vez el don de su amor. Solo así gozaremos de la fiesta de la vida plenamente, no estropearemos la fiesta de los demás y estaremos atentos a que no se apague la alegría en nuestras casas, en nuestra sociedad y en nuestro corazón”, concluyó.

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