En el primer trimestre de 2023, la dictadura agredió en 90 ocasiones a la Iglesia Católica de Nicaragua, según datos divulgados en la tercera entrega de la serie de informes “Nicaragua, Una iglesia perseguida”, presentado por la abogada Martha Patricia Molina Montenegro.
En el primer trimestre de 2023 se han realizado 90 agresiones, lo que significa 80 agresiones más tomando como año base el 2019.
Molina destacó que desde el estallido de la crisis sociopolítica, en 110 ocasiones fueron agredidos los templos católicos, se clausuraron arbitrariamente 32 actividades académicas, altruistas y de comunicación católica.
“193 veces han sido reprimidos los religiosos. Se han efectuado pintas y mensajes de odio en 62 ocasiones. Se produjeron cinco hostilidades a la Santa Sede. 79 veces han sido reprimidas las actividades de laicos y han ocurrido 48 prohibiciones de procesiones y actividades campales”, destaca el informe.
Los datos del informe señalan que la Arquidiócesis de Managua es la que más ataques ha recibido desde abril de 2018 hasta el 31 de marzo de 2023, registrando 193, seguida por la Diócesis de Matagalpa, con 132 y la de Estelí con 47.
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Prohibición de procesiones
Aunque la fecha de corte es anterior a la celebración de la semana santa, el informe recoge algunos datos sobre la supresión de las actividades religiosas al cierre de la cuaresma católica.
El informe expone que las prohibiciones han sido notificadas de manera verbal a los clérigos por parte de los agentes de la policía, como ya es costumbre de la dictadura, por lo que oficialmente no dejan constancia de tal prohibición.
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“Si existen 397 parroquias en el país y cada una de ellas efectúa 8 procesiones para ese tiempo cuaresmal, entonces estadísticamente se prohibieron 3, 176 (tres mil ciento setenta y seis) expresiones de la religiosidad nicaragüense”, refleja el informe.
El informe señala que históricamente las procesiones han tenido una ruta a seguir en cada barrio y en esta ocasión no fueron celebradas siguiendo la costumbre, sino que las imágenes de los santos quedaron recluidas en sus parroquias y unos pocos decidieron salir para recorrer un corto camino alrededor de los templos, siendo siempre vigilados y asediados por miembros de la Policía Nacional y adeptos del Consejo del Poder Ciudadano (CPC).