Voces en Libertad
“Antes todo esto era una fiesta. Uno desde que se iba acercando a kilómetros del santuario, se oía la algarabía de música, cohetes y cantos, se sentía la fe y el alboroto”, dice don “Agustín”, un artesano de Masaya que desde hace 37 años, forma parte de las carretas peregrinas que cada año, previo a la Semana Santa, visitan el Santuario Nacional de Jesús del Rescate en la comarca de Popoyuapa, departamento de Rivas, al sur de Nicaragua.
Don “Agustín” heredó la tradición de su padre Adán, quien a su vez la heredó de su progenitor “Albino”. Por más de un siglo, ellos con la familia a cuesta, han peregrinado al santuario a bordo de carretas jaladas por bueyes, para pagar promesas por favores recibidos y compartir frutas, artesanías y platillos típicos con los promesantes y peregrinos de todo el país.
Más de 100 años de historia de fe católica y tradición familiar no llegan a su final, pero se acercan: el inclemente régimen sandinista prohibió las procesiones y eventos religiosos abiertos “por razones de seguridad”.
La represión sandinista contra la Iglesia Católica, sus líderes y feligresía, atemorizó a los patrocinadores de la tradición de carretas peregrinas que aportaban para las comidas, música, juegos pirotécnicos y otras contribuciones que convertían el evento en una verdadera fiesta religiosa.
Pese a las amenazas de los policías al servicio de la familia dinástica de Daniel Ortega y Rosario Murillo, la población salió a recibir a los peregrinos y celebró su llegada en los predios del santuario, sin atreverse a salir más allá del perímetro sagrado.
“Yo no quiero nunca dejar de pagar las promesas y seguir viniendo con mi familia a rendirle honores a Papá Chú, pero tampoco quiero caer preso. Mi familia me pidió que esta fuera la última vez que vengamos hasta que ellos se vayan, así que quizás el otro año no vengamos y mejor vendemos los bueyes”, dijo “Agustín”.
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La profecía bíblica que condena a Ortega
No es una profecía, pero se parece mucho a una.
“Mientras Ortega intenta hoy destruir al pueblo y la Iglesia, la historia lo recordará como otro más que intentó deshacerse de la Iglesia y que fracasó. Recordemos la promesa de Nuestro Señor Jesús a Pedro y a nosotros acerca de su Iglesia cuando dijo ‘Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mateo 16:18)’”.
La frase es la culminación de un artículo de opinión del sacerdote Carlos Ravert en la prestigiosa plataforma digital www.catholicphilly.com sobre la persecución a la Iglesia Católica en Nicaragua.
“Los ataques del gobierno de Ortega contra la fe católica son parte de su continua consolidación del poder político, anulando efectivamente la democracia de ese país”, señala. Según el autor, este camino de la dictadura “está sumergiendo a Nicaragua, a su pueblo y a la Iglesia en una época oscura que tendrá consecuencias duraderas”.
“Ortega y sus matones políticos son otro capítulo más en los intentos durante décadas de parte de gobiernos en América Latina de aplastar la presencia de Jesucristo y su Iglesia. Juárez y Calles en México en las décadas de 1850 y 1920, la violencia en Colombia en las décadas de 1940 y 1950, causaron la muerte de muchos sacerdotes, monjas y fieles”, rememora el sacerdote.
“El gobierno militar de El Salvador jugó un papel similar en las décadas de 1970 y 1980 mientras que Castro y su régimen realizaron esto en Cuba durante la última parte del siglo XX. Ahora lo está intentando Ortega”, observa Ravert.
La quema de imágenes sagradas
Su artículo resume a grandes rasgos lo que pasa en Nicaragua con la Iglesia Católica bajo la dictadura de la anciana pareja Ortega y Murillo: “Él está tratando de destruir al pueblo de Nicaragua y la Iglesia Católica para consolidar su poder en una dictadura absoluta. El clero es encarcelado y deportado. Las escuelas y universidades católicas se ven obligadas a cerrar sus puertas. Sus enemigos políticos son despojados de la ciudadanía y exiliados. Los fieles católicos tienen prohibido llevar la fe a las calles. Estas persecuciones son horribles y el sufrimiento que causan es inmenso”.
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En efecto, el sacerdote luce muy informado de lo que pasa en Nicaragua y se resume en esto: la dictadura ha cerrado y confiscado universidades, escuelas, centros caritativos, medios de comunicación y oficinas de la Iglesia Católica.
Llegaron al extremo de quemar imágenes sagradas para el pueblo católico en la Catedral de Managua y rodearon por días las parroquias e iglesias para impedir fiestas patronales y eventos religiosos. Además, la dictadura ha perseguido al clero, apresado a sacerdotes, amenazado, injuriado, golpeado y acosado a curas, monjas, seminaristas, sacerdotes, laicos y feligresía en general. En 2018 incluso asesinaron a un monaguillo en León.
El caso del obispo Rolando Álvarez es monstruosamente revelador del panorama religioso en Nicaragua: secuestrado, acusado y condenado a 26 años de prisión por negarse a exiliarse.
El escarnio contra él es aterrador: una visita familiar después de meses de desaparición forzosa y aislamiento en celdas de tortura fue televisado por los empleados de los medios de Ortega, igual de cínicos que sus patrones pero más pobres que esa familia corrupta, quienes se atrevieron a querer manipular el momento familiar para establecer una narrativa de “buen gobierno”.
Álvarez, envejecido y más flaco, fue amable con el cinismo del periodista oficialista Juan Cortés y hasta se burló de su servilismo: ¿Vos me ves bien? ¿Y la cara cómo me la ves?”, le preguntó. El periodista no supo qué responder, balbuceo lo que pudo. Sus jefes no le advirtieron que se encontraría al obispo sabio e inquebrantable, como siempre lo ha sido.
Dictadura sandinista prohíbe la fe católica
En su guerra abierta con la Iglesia Católica, a quienes Ortega ha llamado terroristas, ladrones, delincuentes y mafia, el régimen ordenó cancelar todas las actividades religiosas que tradicionalmente se celebran en la Semana Santa: procesiones, viacrucis, misas campales y liturgias públicas.
La policía, sancionada a nivel internacional por la comisión de crímenes de lesa humanidad desde las protestas sociales del 18 de abril de 2018, es la encargada junto a paramilitares y fanáticos sandinistas, de vigilar los templos, de notificar las órdenes y de amenazas a los líderes religiosos y feligresía.
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Para el obispo de la hondureña Diócesis de Danlí, monseñor José Antonio Canales, lo que ocurre en Nicaragua con la Iglesia nunca se habían visto en la historia reciente: la expulsión del Nuncio Apostólico, monseñor Waldemar Sommertag, en marzo del año de 2022; la ruptura de relaciones con El Vaticano en marzo de 2023 y la condena a un obispo en febrero pasado.
La guerra sucia de Ortega contra la Iglesia desde 2018, según datos de la investigadora nicaragüense, abogada Martha Patricia Molina, se cuenta en más de 400 diferentes tipos de agresiones como golpizas, encarcelamiento, difamación, amenazas, incendios, agresiones, confiscaciones, hasta destierro y condenas, entre otras.
“Una dictadura hitleriana”
Tal nivel de agresión, motivó al mismísimo papa Francisco, a responderle a Ortega con una franqueza que sorprendió al mundo.
“Con mucho respeto, no me queda otra que pensar en un desequilibrio de la persona que dirige”, expresó el Papa Francisco refiriéndose a Ortega, en una entrevista concedida a Infobae y publicada el 10 marzo.
“Es una cosa que está fuera de lo que estamos viviendo, es como si fuera traer la dictadura comunista de 1917 o la hitleriana del 35. Traer aquí las mismas. Son un tipo de dictaduras groseras”, enfatizó, agregando un concepto argentino para calificar a la dictadura Ortega-Murillo: “una dictadura guaranga”.
La sinceridad del papa removió las bilis en El Carmen y aceleraron el proceso de ruptura con El Vaticano. El 17 de marzo, el encargado de negocios de la Nunciatura Apostólica en Nicaragua, Monseñor Marcel Diouf, dejó el país y se trasladó a Costa Rica.
“El cierre de la sede diplomática de la Santa Sede se produjo a raíz de una solicitud del gobierno nicaragüense del 10 de marzo de 2023”, señaló Vaticano News.
Monseñor Diouf era el último funcionario del Vaticano en Nicaragua y asumía la función de encargado de negocios luego que en marzo de 2022 la dictadura de Daniel Ortega expulsara al Nuncio Apostólico, Monseñor Waldemar Stanislaw Sommertag.
El 12 de marzo, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua informó que estaba evaluando suspender las relaciones diplomáticas con el Vaticano.
Y desde ese día a la fecha, la actividad católica se desarrolla bajo vigilancia, reducida a sus predios y templos, con los feligreses arriesgando sus libertades para asistir a misas y templos a rezarles a sus símbolos en esta Semana Santa que se vino a convertir, en la historia moderna, en la más prohibida de Nicaragua.