El Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, Monseñor Silvio Báez, llamó a los nicaragüenses a no caer en la hipocresía, adoptando una religiosidad que ignora la fragilidad de los seres humanos y sus defectos.
“Si hubiera que condenar algo, lo que hay que condenar siempre es el legalismo que oprime a los hombres, el fariseísmo que fomenta la hipocresía religiosa, y la intolerancia cruel que señala con el dedo, juzgando o marginando a los demás”, señaló Báez.
El jerarca católico en el exilio, hizo referencia al pasaje bíblico de la mujer adúltera, condenada por los maestros de la ley a ser apedreada. Sin embargo, el obispo Auxiliar indicó que Jesús hizo ver en el interior de todos ellos sus propias debilidades.
“Aquellos hombres religiosos que acusaban a la mujer somos nosotros cuando no nos detenemos a reconocer con humildad nuestros defectos, pero estamos atentos a descubrir las faltas de los demás. Aquellos hombres religiosos somos nosotros cuando invocamos a Dios con los labios, pero lo negamos tratando a los demás sin comprensión ni misericordia, incluso murmurando y haciendo chismes de sus faltas”, señaló Báez.
Es necesario romper el muro de la hipocresía
El religioso exhortó a romper el muro de la hipocresía religiosa y abrir el corazón para dar lugar a la misericordia.
“Sabemos por experiencia que para Dios nadie es irrecuperable ni está irremediablemente perdido. En cambio, siempre que señalamos con el dedo para acusar y condenar, negamos la misericordia, que es el corazón de Dios”, dijo.
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Además, Báez señaló que el arrepentimiento no provoca el perdón de Dios, sino que este es el perdón el que provoca el arrepentimiento.
“De la mujer no tenemos más noticias. No sabemos qué fue de ella. Solo sabemos que Jesús la perdonó, liberándola de su pasado oscuro y animándola a que su perdón se convirtiera en el punto de partida de una vida nueva”, expresó.
Finalmente destacó que Jesús eligió la misericordia en lugar de la ley y de las tradiciones religiosas.
“Lo que muchas personas necesitan no es la condena de la religión, sino que alguien las ayude y les ofrezca una posibilidad de rehabilitación. Lo que la mujer adúltera necesitaba no eran piedras, sino una mano amiga que le ayudara a levantarse”, añadió.