El obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, monseñor Silvio Báez, aseguró al cumplirse el tercer año de la insurrección cívica de abril de 2018, que se deben recordar a las víctimas no para odiar, para pedir venganza o repetir los mecanismos criminales del opresor, «sino para no repetir las injusticias del pasado y honrar a las víctimas, realizando el ideal por la que ellos ofrendaron su vida» y procurar que no haya impunidad.
En su homilía de III Domingo de Pascua, desde la iglesia Santa Agatha en Miami, abarrotada por nicaragüenses que se dieron cita a propósito del tercer año del estallido social, el obispo Báez, fue contundente en los cuestionamientos que se deben hacer, sobre el lado del que debe estar el cristiano ante la figura de Jesús Crucificado y los pueblos oprimidos como Nicaragua.
«La fe en Jesús Resucitado nos obliga a preguntarnos: ¿estamos del lado de los que crucifican o de los que son crucificados?, ¿estamos del lado de los que matan la vida y destruyen al ser humano o más bien entre los que luchan por defender a los crucificados y servir a la vida? La mejor expresión de fe en el Señor Resucitado es no olvidar a las víctimas y ponerse al servicio de los crucificados», dijo monseñor Silvio Báez.
Dios está del lado de las víctimas no de los opresores de los pueblos
«Quienes creemos en la resurrección del Señor Crucificado, sabemos de parte de quién está Dios: de quien sufre, de los pobres, de los excluidos, de las víctimas. Dios no está de parte de los sistemas políticos criminales e injustos, ni de los poderosos que oprimen a sus pueblos», afirmó el obispo carmelita.
«Dios tampoco está de parte de los jueces que condenan a los inocentes, ni de parte de los testigos falsos. Dios no está de parte de los funcionarios corruptos, ni de los policías que reprimen, ni de los torturadores que humillan y hacen sufrir. Dios está de parte de las víctimas, en quienes se prolonga el dolor del Crucificado del Calvario», sostuvo el obispo Silvio Báez. https://cafeconvoz.com/2021/04/17/dictadura-militariza-el-pais-y-acosa-a-opositores-para-evitar-protestas/
Y en ese sentido Báez recordó el proceso judicial al que fue sometido Jesús, el cual estuvo plagado de mentiras y falsos testimonios. Quien lo condenó, Pilato, sabía que actuaba injustamente y que condenaba a un inocente, pero pesaron mucho más sus intereses personales y sus ambiciones políticas.
«Jesús fue una víctima del poder imperial criminal y del poder religioso inhumano, gente de corazón duro y conciencia oscurecida. Jesús no simplemente murió, a Jesús lo mataron» dijo monseñor Silvio Báez.
Pero la mejor muestra de que Dios está del lado del sufrido es que no resucitó al representante del poder imperial romano, ni a ninguno de los brutales soldados de Roma, ni al sumo sacerdote del templo de Jerusalén, ni a ningún terrateniente de Galilea, ni a ningún rico de la clase alta de los saduceos de Jerusalén.
«Dios resucitó a Jesús, al Crucificado, a la víctima inocente, al condenado por los poderosos e injustos de la tierra. La resurrección de Jesús es la reacción de Dios ante la injusticia de los que matan la vida», expresó.
La resurrección y la impunidad
El obispo Auxiliar dijo que la resurrección de Jesús no solo es la manifestación de la fuerza de Dios que se impone sobre el poder destructor de la muerte, sino la victoria de la justicia por encima de las injusticias de los hombres. “Dios es justo y ama la justicia” (Salmo 11,7). La justicia no es negociable y la impunidad es inaceptable a los ojos de Dios.
«La carne llagada de Cristo es la carne de los perseguidos y oprimidos, de los presos políticos y de los exiliados, de los torturados, desparecidos y asesinados por la represión. El Señor resucitado se hace presente allí donde defendemos la dignidad humana y nos comprometemos por construir relaciones justas y fraternas. Jesús resucita allí donde se sufre para que otros no sufran, allí donde se lucha y hasta se muere para evitar la muerte de otros», dijo Báez.
Añadió que «Jesús resucita cuando escuchamos el grito de las víctimas y somos solidarios con sus exigencias de justicia. La resurrección del Señor nos asegura que, a pesar de los miedos, los fracasos y las amenazas, nunca se perderá ningún esfuerzo que hagamos por defender la vida, la dignidad humana y la libertad».
El Dios que no se deja aprisionar por las armas ni el dinero
El obispo Auxiliar señaló que la esperanza infinita que se abre con la resurrección de Jesús, sólo es posible proclamarla desde la fe en un Dios que no abandona a las víctimas. «Un Dios que no se deja aprisionar por las pretensiones de los poderosos, ni sigue las consignas de quienes tienen el dinero o las armas, por más que invoquen su nombre».
«Por eso, es importante recordar a las víctimas. Recordamos no para odiar y pedir venganza, ni tampoco para reproducir en nosotros los mecanismos criminales del opresor, sino para no repetir las injusticias del pasado y honrar a las víctimas, realizando el ideal por la que ellos ofrendaron su vida», concluyó Báez.