Minsk, 2 sep (EFE).- El presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, ha encontrado un nuevo enemigo al que responsabilizar de las protestas antigubernamentales, la Iglesia católica, a la que acusa de seguir las órdenes de Polonia y Lituania, dos bastiones católicos en una región mayoritariamente ortodoxa.

“Nosotros debemos ejercer un papel de mediador y pacificador entre el pueblo y las autoridades. Existe el riesgo de que el país se vea abocado a una guerra civil”, comentó a Efe Tadeusz Kondrusiewicz, jefe de la Iglesia católica bielorrusa desde 2007.

Obsesionado con prevenir una revolución a la ucraniana en su país, Lukashenko no quiere que se repitan en Minsk las imágenes de las barricadas en Kiev, donde los sacerdotes tomaron claramente partido a favor de los manifestantes y en contra de las fuerzas de seguridad.

Arzobispo de la Iglesia católica en lista negra

Las autoridades aprovecharon que Kondriusewicz viajó a Polonia para “oficiar” un servicio eclesiástico, según él mismo confirmó a Efe, para incluirle en una “lista negra” ruso-bielorrusa e impedirle el regreso.

Según Lukashenko, Kondriusewicz recibió “misiones concretas” de Polonia durante su estancia en el país vecino, cuyo Gobierno se niega a reconocer su victoria en las elecciones presidenciales.

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Además, Minsk abrió una investigación contra el arzobispo de Minsk y Moguiliov por la sospecha de que ostenta otra ciudadanía que no es la bielorrusa, en clara alusión a la polaca.

“A nosotros no nos importa si es el jefe de los católicos, ortodoxos o musulmanes. Debe cumplir la ley. Y si tú te metes en política y arrastras contigo a los fieles católicos (…), entonces, doble responsabilidad”, señaló.

El mismo secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, llamó a Minsk a permitir el retorno del arzobispo y a respetar la libertad de credo de los bielorrusos.

Los templos, refugios durante las protestas

La gota que colmó el vaso de la paciencia de las autoridades fue un incidente ocurrido la pasada semana, cuando manifestantes y periodistas se refugiaron en la conocida en Minsk como Iglesia Roja, que está cerca de la sede del Gobierno, para evitar ser detenidos por los efectivos antidisturbios.

La decisión de la policía de impedir la salida a los que encontraron cobijo en el templo indignó a muchos en Bielorrusia, que recordaron casos cuando los nazis quemaban vivos a quienes se refugiaban en las iglesias durante la invasión de Bielorrusia.

El mismo Kondriusewicz tachó de “ilegal” el comportamiento de las fuerzas de seguridad, a las que recordó también que es un “pecado grave” impartir órdenes criminales como la de recurrir a la violencia para detener a los manifestantes.

“Rezamos para que la situación se solucione lo antes posible. No puede ser que el Estado presione a la Iglesia y que impida a la gente acudir a Dios. Al jefe de la Iglesia le impiden entrar en Bielorrusia ignorando todas las leyes y normas morales”, comentó hoy a Efe un sacerdote.

Como pudo comprobar Efe, la iglesia está abierta hoy y los fieles acuden libremente a rezar, pero la tensión se palpa en el ambiente, ya que una patrulla de la policía merodea por sus inmediaciones.

“La iglesia siempre fue un lugar para la salvación del alma y del cuerpo. La policía encerró a la gente en la iglesia y ahora nos ha cambiado los candados de las puertas. Es algo muy triste y doloroso. Estamos impactados y no sabemos qué hacer”, denunció anónimamente el religioso.

La Iglesia católica exige explicaciones

El arzobispo, que se encuentra ahora en la ciudad polaca de Belostok, comunicó a Efe que ha enviado una carta a los servicios fronterizos en la que les pide explicaciones.

“No sé por qué no me dejan volver. No me lo dicen. Lo que puedo decir es que yo no me reuní con nadie en Polonia”, subrayó.

En unas recientes declaraciones a un canal de televisión católico polaco, el arzobispo comentó que todo indica que las elecciones del 9 de agosto, en las que, según los datos oficiales, Lukashenko fue reelegido con más del 80 % de los votos, no fueron justas.

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En cuanto a las protestas, destacó que los bielorrusos han cambiado desde que Lukashenko llegó al poder hace 26 años y que ahora están dispuestos a «defender sus derechos», aunque añadió que los católicos abogan por una «solución pacífica» a la crisis.

Días antes, en una misiva a la Iglesia bielorrusa, Kondrusiewicz alertó contra el “aislamiento internacional” y el hecho de que en un país “pacífico” como el suyo por primera vez “un hermano levante la mano contra su hermano” y mucha sangre haya sido ya “derramada”.

En respuesta, Lukashenko denunció esta semana que en las iglesias católicas bielorrusas se hace «propaganda contra Lukashenko y el Estado», pero negó que se disponga a cerrarlas.

«No las cerramos, al contrario, las intentamos apoyar y defender. Las iglesias católicas en Bielorrusia funcionaron y seguirán funcionando», subrayó.

Llamamiento al diálogo

Kondrusiewicz comentó a Efe que la Iglesia católica bielorrusa no tiene deseos de meterse en política, pero no puede permanecer indiferente ante el sufrimiento de su pueblo, al que ayuda a liberar a sus familiares, les da consejo y reparte comida entre los necesitados.

“Los primeros días después de las elecciones la situación era terrible con muchos heridos y detenidos, pero ahora está todo mucho más tranquilo. Las autoridades deben entender que el movimiento de protesta es pacífico. Las mujeres juegan un papel muy importante”, explica.

El prelado insiste en que las autoridades no pueden ignorar el hecho de que muchos bielorrusos están “descontentos” con los resultados electorales, no entienden por qué no hubo observadores occidentales y sospechan que hubo una falsificación.

Por eso, llama al diálogo entre las autoridades y el pueblo, ya que, aduce, si los bielorrusos no solucionan el problema por ellos mismos existe el “riesgo” de una injerencia exterior.

“Nos hemos dirigido al ministro del Interior, pero no responde. Les hemos pedido que inicien un diálogo, pero no quieren escuchar y eso es una auténtica desgracia. No queremos una guerra civil”, lamenta.

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