HOMILÍA DEL XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. 26 DE JULIO DE 2020

Las lecturas bíblicas que hemos proclamado este domingo hacen referencia a una de las experiencias bíblicas más ricas y necesarias en la vida: la experiencia de la sabiduría.

En la Escritura la sabiduría no consiste en acumular muchos conocimientos y saber muchas cosas, sino que la sabiduría es el arte de saber vivir. A partir de la experiencia y de la escucha de Dios en oración los sabios bíblicos se planteaban la cuestión fundamental de la sabiduría bíblica: ¿qué es lo bueno para el ser humano?, ¿qué conviene? ¿qué decisión tomar y cómo actuar? ¿qué hay que hacer y cómo comportarse?

Para la Biblia, ser sabio es saber vivir, es hacer lo correcto, lo justo, en el momento adecuado y de la forma más apropiada.

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Primer Libro de Reyes

La primera lectura (1 Re 3,5.7.12), tomada del Primer Libro de los Reyes, nos muestra al rey Salomón que desea gobernar en modo justo y responsable a su pueblo y le pide al Señor para ello poder tener un corazón sabio.

Recién coronado rey de Israel, Salomón fue al santuario de Gabaón para ofrecer sacrificios al Señor (1 Re 3,4). Durante la noche el Señor se le apareció en sueños dispuesto a darle lo que le pidiera y Salomón le respondió con una hermosa oración que revela la conciencia de responsabilidad que como rey sentía frente a su pueblo y el reconocimiento de su incapacidad para llevar a cabo una misión que desbordaba sus capacidades humanas: “Señor, Dios mío, tú me has hecho rey a mí, tu siervo (…), pero yo soy muy joven y no sé como gobernar. Tu siervo está en medio de un pueblo numeroso, que no se puede contar, y cuya multitud es incalculable” (1 Re 3,7-8).

A esta confesión sigue la petición del rey: “Concede, pues, a tu siervo un corazón sabio (un leb shomea, literalmente en hebreo: “un corazón que escuche”) para gobernar a tu pueblo y poder discernir entre lo bueno y lo malo” (1 Re 3,9).

Salomón pide una sola cosa para gobernar a su pueblo: un corazón sabio, un corazón que sepa escuchar, que viva abierto a Dios y a los hombres y sepa discernir entre lo bueno y lo malo.

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Monseñor Silvio José Báez
Tres parábolas para reflexionar de Monseñor Silvio José Báez

Escuchar y sabiduría

Escuchar es el primer paso para alcanzar la sabiduría. Cuando escuchamos confrontamos nuestras convicciones y puntos de vista con otras personas, pedimos consejo, nos abrimos a opiniones y pareceres distintos que podrían incluso ser mejores que los propios.

El hombre sabio es abierto y humilde; por el contrario, en la Biblia el hombre necio cree saberlo todo, es intransigente y arrogante, no escucha e intenta imponerse siempre con soberbia. Y si el necio es un gobernante, las consecuencias son terribles.

Salomón era un rey y pidió a Dios, sensatez, sabiduría para gobernar. Urgen gobernantes sabios en el mundo.

En estos meses de pandemia, por ejemplo, hemos visto asombrados a algunos gobernantes necios, que se han resistido a aceptar la opinión de los científicos y han afrontado esta crisis sanitaria con insensatez, haciendo prevalecer sus ideas personales o sus intereses políticos.

Otros han puesto la economía por encima de las personas. En América Latina muchos de nuestros países sufren por gobernantes necios, faltos de sabiduría.

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Dictaduras criminales

Pensemos en las dictaduras criminales guiadas por la irracionalidad de caudillos con conciencias entorpecidas, ambiciosos, sin ética y sin compasión, que se imponen sobre el pueblo con crueldad, injusticia y violencia. Urgen gobernantes sabios en el mundo.

Abundan los políticos carentes de sabiduría. Son aquellos que buscan el poder por el poder, los que se enfrascan en luchas burocráticas e ideológicas y se olvidan del bienestar de la gente, los que viven lejos del pueblo, sin escuchar sus problemas, dolores y aspiraciones.

En su libro “Sobre el cielo y la tierra”, el cardenal Jorge María Bergoglio cuenta la anécdota de un hombre que corría desesperado y gritaba: –¡Auxilio!, ¡auxilio! Una persona que lo escuchó le preguntó: –¿Quién te persigue?, ¿un ladrón, ¿un criminal?, a lo que el hombre respondió: –No, un mediocre con poder.

Cuando los políticos son mediocres, es la sociedad entera la que padece. Por eso hay que apostar por la educación de las nuevas generaciones. Los dos grandes enemigos de la democracia son la miseria y la ignorancia.

Mensaje a la clase política

La experiencia de Salomón muestra la necesidad de la sabiduría en un gobernante. No se trata exactamente de que tenga preparación académica, aunque eso también ayuda muchísimo, sino de que el gobernante sepa actuar con ética y sensatez para tomar decisiones en modo razonable y que sea humilde para escuchar y poner en tela de juicio las propias convicciones.

¡Cuánto bien haría a la sociedad una nueva generación de políticos humildes, dialogantes y capaces de reconocer sus errores! ¡Cuánto bien haría a todos una clase política íntegra, con fuertes valores éticos, respetuosa de la libertad y de la dignidad humana! ¡Cuánta falta hacen políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! (EG 205).

Y, ¿por qué no –se pregunta el Papa Francisco– políticos que acudan a Dios para que inspire sus planes? Estoy convencido –añade el Papa– que a partir de una apertura a la trascendencia podría formarse una nueva mentalidad política y económica (EG 205). Urgen políticos y gobernantes sabios.

Monseñor Silvio José Báez
Tres parábolas para reflexionar de Monseñor Silvio José Báez

El tesoro oculto y la perla

En el evangelio hemos escuchado dos parábolas que nos hablan de un jornalero que encuentra un tesoro escondido en un campo y de un mercader que comercia joyas y encuentra una perla de gran valor (Mt 13,44-46).

Ambos personajes muestran ser sabios al tomar la decisión más apropiada ante el hallazgo inesperado: los dos venden todos sus bienes para poder conseguir el tesoro y la perla que han encontrado.

A veces nos contentamos con cosas superfluas y pasajeras, que nos deslumbran y producen bienestar o placer, pero no dan felicidad. Sin darnos cuenta podemos estar sumergidos en una vida superficial que se contenta con poco.

El jornalero que encuentra el tesoro oculto en el campo y el mercader que descubre la perla de gran valor, actúan con sabiduría. Dejan todo por obtener lo que han encontrado. Es un signo de sabiduría dejar a un lado el peso de las seguridades mundanas que nos impiden acoger el Reino: ser siempre el centro de todo, desear tener más a toda costa, imponernos sobre los otros. No nos contentemos con migajas. El reino de Dios es el mayor tesoro que podemos encontrar y la perla más preciosa que puede existir. Se trata del descubrimiento gozoso de lo esencial, de lo más grande.

Encontrar a Cristo

Quienes gozosamente encuentran el tesoro escondido y la perla preciosa del reino, se vuelven como los personajes de la parábola: jornaleros incansables que cavan la tierra o mercaderes que viajan siempre buscando perlas.

Los hombres y las mujeres de Dios nunca tienen las soluciones en el bolsillo, las buscan. A Dios no se le posee, se le busca siempre. Él ha enterrado en la vida tesoros que todavía no hemos encontrado y ha sembrado por todas partes perlas preciosas que no hemos descubierto.

Son dones de Dios pero que exigen nuestra colaboración. Hay que trabajar los campos de la vida buscando siempre y cavando hondo, hay que viajar incansablemente buscando perlas con la seguridad de encontrar muchas.

Tesoro y perla son otros nombres para referirnos a Dios. Jesús es el tesoro escondido y la perla preciosa. Encontrarse con él no es encontrarse con una obligación, con un deber, con una ética que practicar o con una filosofía que conocer.

No, Jesús es un tesoro, el mayor y más hermoso tesoro que podemos hallar, la perla finísima de mayor valor que podemos imaginar. Salomón pidió sabiduría para gobernar en un santuario, los discípulos de Jesús recibimos la sabiduría del corazón al calor de la cercanía del Señor y de su evangelio.

Encontrar a Cristo es lo mejor que nos ha podido ocurrir, dejarlo todo por él es la mejor expresión de sabiduría.

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