Don Alfredo Solís no tuvo más remedio que vender su parcela de tierra y casa rural en Ciudad Darío, Matagalpa, y pagarle el viaje a Estados Unidos a sus hijos varones, uno de 25 y el otro de 28 años.
Se deshizo de un pequeño solar de manzana y media de tierras cultivables, con un rancho y un pozo artesanal que heredó de su padre en 1979, cuando al señor, lo asesinaron las guerrillas sandinistas que lo acusaron de “burgués”.
Don Alfredo, ahora en el exilio junto a sus hijos, comentó en un Space en Twitter en marzo pasado, que en el año 2021 vendió un ganado y el lote para pagar los 12 mil dólares que le costaba la migración de sus hijos.
Explicó que tanto él, como el resto de su familia, llegaron a la conclusión de que los dos varones no tenían futuro en Nicaragua bajo el régimen de la familia Ortega-Murillo.
Víctima de confiscación y ejecución de los sandinistas
Don Alfredo y sus hijos pertenecen a una familia tradicionalmente liberal, simpatizantes de la antigua Contra y en algún momento activistas de la Unión Nacional Opositora en 1990 y del Partido Liberal Constitucionalista en 1996.
En 1979, su padre fue fusilado y sus propiedades confiscadas. Solo una pequeña parcela donde tenían un rancho sobrevivió al robo de sus tierras y es la que vendió.
Con eso reconstruyó una vivienda en la zona urbana para su familia y el resto de dinero lo dio para ajustar el viaje de sus hijos, a quienes se les unió en octubre de 2023 en Texas, donde ya están solicitando asilo como perseguidos políticos.
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Miles dejan atrás sus propiedades
Como don Alfredo, miles de nicaragüenses han emigrado o se están preparando para hacerlo y temen que el régimen aumente la ola confiscatoria que iniciaron en 2022, con las leyes represivas contra los opositores y organizaciones civiles críticas al régimen.
En mayo pasado, una investigación del Observatorio Pro Transparencia y Anticorrupción (OPTA) calculó en al menos 250 millones de dólares las expropiaciones efectuadas por la dictadura de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo.
La perversa pareja ha arremetido contra bienes de periodistas, abogados, medios de comunicación, embajadas, empresas, universidades y bienes de organizaciones religiosas, así como propiedades privadas de familias opositoras.
La dictadura justificó el robo como “una recuperación para el servicio del pueblo” y mintió descaradamente al decir que las propiedades estaban involucradas en “lavado de dinero”.
La migración y un estallido de bienes raíces
Nicaragua vive una extraña situación en el mercado de bienes raíces desde 2019, cuando empezaron a huir masivamente miles de nicaragüenses después de la brutal represión de abril de 2018.
Marcos es un abogado especializado en Derecho Civil y trabaja junto a otros colegas especializados en Derecho Comercial y Mercantil.
Cuenta que el fenómeno de la venta de viviendas empezó en 2019 de manera sorprendente, se detuvo temporalmente en 2020 con la pandemia de Covid-19 y explotó en 2021 con la masiva salida de miles de nicaragüenses a Estados Unidos.
Dice que en 2022 fueron miles de clientes que atendieron buscando servicios legales para traspaso de propiedades, donaciones de propiedades, simulaciones de transacciones, legalizaciones, desmembramientos de lotes, gestiones de escrituras, actualizaciones de herencias, inscripciones de propiedades y más.
“Fue una locura, todo mundo quería legalizar y actualizar sus documentaciones formales de sus propiedades, tanto para vender o para asegurarse dejarlas legales en manos de terceros”, comentó el abogado.
Marco confiesa que ese ritmo de trabajo ha bajado, pero se sostiene superior a las gestiones de antes de 2018.
El tiempo en que los abogados notaron el incremento de esas acciones legales, coinciden con “el boom” de la migración, que hoy por hoy mantiene a 1.5 millones de nicaragüenses en el exterior.
Millón y medio de nicas en el exilio
Una reciente investigación del organismo internacional Diálogo Interamericano, a cargo del politólogo e investigador Manuel Orozco, reveló que para 2019, había 650 mil nicaragüenses en el extranjero, pero que en lo que va de 2024, la cifra supera el 1.5 millones de nicaragüenses en el exilio.
Ese dato indica que después de 2019 han salido 811 mil 127 nicaragüenses del país, hasta sumar millón y medio fuera del terruño. Eso representa un 13% de la población total de Nicaragua, estimada en 6.7 millones a 2023.
Solo este año, hasta mayo, habían salido 155 mil 619 nicaragüenses; en 2021 salieron 155 mil 660; en 2022 se fueron un total de 318 mil 255 y en 2023, migraron 177 mil 293.
Miles de casas en venta
Que millón y medio de nicaragüenses hayan decidido salir del país, implica muchas cosas en materia inmobiliaria: más venta de propiedades, renta de casas y movimiento financiero.
Un censo de viviendas del Instituto Nacional de Información de Desarrollo (Inide), establecía en 2018 que el déficit habitacional de Nicaragua era de 1.36 millones de viviendas en una población estimada entonces en 6.3 millones de habitantes.
Un estudio del Banco Interamericano Desarrollo, BID, de marzo de 2023 señaló que en Nicaragua el 78% de la población vivía en viviendas en condiciones no óptimas y que se requería la construcción de 648 mil viviendas para reducir al 40% el déficit de estas.
En Nicaragua, en los 17 años del régimen de Ortega, la empresa privada junto a la cooperación externa incidió en la construcción de 135 mil 583 viviendas, según datos oficiales del Instituto Nacional de la Vivienda Urbana y Rural (Invur), institución que achaca al régimen el “éxito” en este rubro.
Sin embargo, un exmiembro de la clausurada Cámara de Urbanizadores de Nicaragua dijo que hasta antes del 2017, la empresa privada había construido 99 mil 646 viviendas, con algún apoyo del sector público (gobierno, alcaldías y gobiernos regionales) para mejoras y reparaciones de viviendas.
Venta de casas para migrar
Según un veterano agente vendedor de vivienda, desde el anonimato, “el boom” de la migración entre 2021 y 2023 provocó un aumento de ventas de propiedades.
“Mucha gente vendió sus propiedades para costear los gastos de sus viajes y ese fenómeno dinamizó el mercado de bienes raíces que estaba profundamente deprimido desde 2018”, dice.
Señala que, desesperadas por agenciarse dinero rápido, muchas familias vendieron por debajo del valor de mercado sus viviendas y eso provocó una caída en el precio de las casas.
“Había residenciales donde se vendían casas valoradas en 70 mil dólares a 40 mil o 45 mil dólares. Mucha gente hacía cesión de deudas, tomaba algo de ganancia y dejaba que los nuevos dueños siguieran pagando al banco la deuda original”, cuenta.
“Muchas de las casas del boom de la construcción, yo diría unas 15 mil hasta 20 mil viviendas, han sido puestas en venta o alquiler. Hay residenciales donde usted mira cuatro o cinco casas vacías con el rótulo en venta”, dice el agente.
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Menos ventas de casas, más alquiler
Para él, esa sobreoferta de casas a bajos precios dinamizó en cierto modo el mercado, porque hubo gente que tenía capital y corrió a comprar las casas en remate para venderlas a mejor precio.
“Ahora el mercado ya está más estable. La gente que aprovechó la oportunidad de comprar una casa más barata ahora le saca rédito mediante el alquiler, que es el nuevo fenómeno”, explica.
Para él, la venta de viviendas ha caído en un nuevo estado de depresión por el temor de muchas familias a invertir en una propiedad sin saber si podrán ser confiscados más adelante, o tendrán que vender para irse del país.
Según él, con la migración y el aumento del envío de remesas, miles de familias están mejorando sus casitas o rentando en otro lugar mejor.
¿Vale la pena comprar o vender casas?
Sobre este tema, Enrique Sáenz, economista y exdiputado de la Comisión Económica de la Asamblea Nacional dice: “Yo lo tomaría con prudencia”.
Según Sáenz, la situación sociopolítica de Nicaragua no ofrece garantías ni confianza bajo la dictadura de la familia Ortega-Murillo para incentivar a la población a invertir en un proyecto habitacional a largo plazo.
Según él, los riesgos financieros son altos, la inestabilidad política es permanente y la inseguridad en el respeto a la propiedad privada es nulo, lo cual no motiva a las familias a comprar una casa.
De acuerdo a su visión, muchas familias prefieren invertir modestamente en reparaciones o mejoras, o quizás comprar un lote o una propiedad de mediana inversión para no descapitalizarse o no correr el riesgo de perder todo por alguna confiscación.
Además, señala que las familias dudan en adquirir una deuda a largo plazo en un país donde “nadie sabe si mañana te van a desterrar o declarar traidor a la patria y confiscar tus bienes”.
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Manuel Orozco: “no es buen momento para vender casas”
Manuel Orozco, recientemente comentó que no ve viable vender propiedades en Nicaragua en este momento.
“No lo veo una cuestión viable porque los precios de las propiedades están bajando y tus clientes en estos próximos dos años van a venir del sector de los empresarios y negociantes cercanos al régimen porque es uno de los espacios económicos donde se han concentrado para hacer plata”, considera.
Argumentó que aprovechando el mercado de bienes y raíces con la cantidad de gente que ha emigrado “se han metido a ese negocio comprando a bajos precios y especulando en un mercado en el cual creen que va a haber una demanda”.