El sacerdote nicaragüense, Edwin Román, aseguró que la idolatría es uno de los pecados más graves que cometen regímenes autoritarios al someter a sus pueblos. En su homilía dominical, desde la iglesia de Santa Aghatta, en Miami, Román dijo que la idolatría es propia de sistemas autoritarios que matan el cuerpo y el alma.

“La idolatría es uno de los pecados más graves. Entre estos, se encuentra el del poder para someter a los demás seres humanos, adorar a hombres y mujeres de este mundo. Adoradores de sistemas políticos que no solo matan el cuerpo, sino también el alma a sus ofuscados seguidores, volviéndolos en cuerpo y alma adoradores de lo que Dios prohíbe adorar”, dijo Román.

El sacerdote, que junto a monseñor Silvio Báez fue de los primeros a exiliarse por la persecución política, se refirió a los gobernantes que se idolatran a si mismos y que promueven el culto a la personalidad con el dinero que le pertenece a la población.

“Hablan de Dios en sus discursos, pero no cumplen con la ley de Dios. Muchos de nuestros pueblos ya estamos tocando fondo de nuestra situación y nuestra vida social”, afirmó.

Román aseguró que los dictadores se han olvidado de la ley de Dios “para imponer sus propias leyes abusivas que van en contra de Dios y del prójimo, porque se han convertido ellos en dioses y en prójimo”.

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“Eso está en la putrefacción de los regímenes totalitarios. Qué vergüenza de gobernantes que deberían dar ejemplo de sus puestos. Ya no hacen nada por el bien común y se hace por egoísmo. Tenemos naciones corruptas que se han olvidado de la ley de Dios y entre esas leyes está la de no matar, no robar, no dar falso testimonio”, añadió.

La tortura y los falsos discursos

Román también expresó que los dictadores violan la ley de Dios, específicamente el mandato de “no matarás”.

“Que falsos esos discursos donde pronuncian el nombre de Jesús. El quinto mandamiento dice no matarás y esto incluye a los torturadores, porque el que comienza a torturar no sabe a donde va a terminar. Son homicidas que no respetan lo sagrado. Nadie puede poner la mano sobre otro ser humano, puesto que somos imagen y semejanza de Dios”, concluyó Román.

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