Hoy, a Juan Carlos Ñurinda Córdoba, lo despertaron muy temprano. Debe ir a su primer día de escuela en la modalidad primaria en el inicio dela año escolar. “Es su primer grado”, se le oye decir a doña Martha Solórzano, su abuela materna. Su madre no está en casa, en realidad ya tiene ocho meses de no amanecer en ella, se fue del país en busca de mejores oportunidades el año pasado.   

Juan Carlos tiene siete años de edad. Es el menor de cuatro hermanos y aunque ha mejorado la vida en casa desde que su madre se fue y reciben remesas para aliviar los gastos en la vivienda, ni él, ni sus hermanos, son completamente felices por la ausencia de la madre. “Le hace mucha falta, sobre todo a él, que es el más pequeño”, comparte doña Martha. 

Juan Carlos o “carlitos” como le dicen en casa, asistirá a una aula de clases en el Colegio Público “Naciones Unidas”, ubicado en Las Mercedes, en Managua. La abuela admite que el retorno del niño a la escuela tiene para ella un sabor agridulce.  “El año pasado la madre lo acompañaba. Me parte el alma cuando me pregunta si su mamá llegará a traerlo. Cuando le digo que no, me pregunta: ´¿Y mañana?´. Es duro esto”, dice la abuela. 

Pero también admite que aunque la madre está fuera del país, no les ha ido también y que pasan dificultades. Doña Martha, dice que logró comprarle uniforme con “algo” que su hija envió en diciembre, pero que aún espera poder completar la lista de útiles escolares. “Ella me dijo que a mediados de mes mandaría para eso, es que solo ha logrado trabajos temporales”, explica. 

Espera asistencia estatal 

Para “defenderse” mientras le llegan “los rialitos” de su hija, doña Martha vende frijoles en su casa. Cuando tiene alguna quincena “holgada” dice que compra queso y bolitas de cuajadas en el mercado “Iván Montenegro” y las vende con queso. “Si logro comprar mis 30 pesos de tortillas, también las vendo. Uno no puede solo estar esperando, sabrá Dios las dificultades que pasa mi pobre hija allá afuera, no que vá, no se puede”, explica. 

Doña Martha dice para este reporte que espera que al menos “carlitos”, sea seleccionado para la promesa de entrega de útiles escolares que ha anunciado el régimen de Daniel Ortega a alumnos de escasos recursos económicos. Contó que solo en uniformes, camisas tipo dacron y pantalón sicatex, según la exigencia de la temporada, se gastó casi mil córdobas. 

“Dicen que este año, les van a dar cuadernos a ciertos niños,  ya no hay para todos me dijeron, pero espero en Dios nos seleccionen, yo expuse mi caso en el colegio,  eso me ayudaría un montón”, dice la abuela. 

La otra esperanza de doña Martha está en la merienda escolar. Dice que aunque a  sus nietos no les falta un solo tiempo de comida, le han dicho que la merienda es muy nutritiva. “Es que estos chavalos están todos flacos, aunque comen bastante”, dice en medio de una risa nerviosa. 

Esperan educación de calidad 

Esté año, según la información oficial que la vocera del régimen Rosario Murillo adelantó en octubre pasado, más de 1 millón 703 mil estudiantes ya estaban matriculados para el nuevo ciclo escolar 2024. Es posible que a noviembre y el resto de meses que le siguieron, la cifra haya aumentado. 

En el municipio de Río Blanco, en el departamento de Matagalpa, Emerzón López, dice estar contento porque a sus 14 años ingresa a primer año de educación secundaria, en un colegio de esa localidad. “Es algo nuevo, tengo miedo, pero estoy más entusiasmado”, asegura. 

Aunque el centro educativo luce pálido en vez de blanco y se logra ver algún azul “descascarado” en algunos dinteles y rodapié de sus paredes, Emerson espera contar con una educación de calidad. “Espero buenos profesores y que nos enseñen porque después uno da lástima en la universidad”, expresa. “Me gusta la ingeniería de los alimentos, espero poder ir a la Universidad Nacional de Ingeniería, UNI”, adelanta. 

Emerson es el mayor de dos hermanos y aunque su familia vive de la agricultura, cree que puede cambiar su vida a base de libros y cuadernos. “Quiero un futuro diferente, trabajar y ayudar a mis hermanos a que ellos estudien y juntos ayudemos a mis padres”, dice López, quien subió a su graduación con banda de excelencia académica. 

“Este chavalo puede llegar largo, solo hay que empujarlo, aquí vamos a hacer lo que podamos por él. Ya se lo hemos dicho, aunque me parta el lomo, que él vaya a la escuela, que no se queda aquí porque la tierra ya no da lo que daba antes, hay malos tiempos”, agrega el papá de Emerson. 

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Su mamá y él fueron al mercado de Matagalpa hace dos semanas y compraron uniformes de segunda uso para economizar. Así pudo agregar a su bolsa de compras algunos cuadernos, lápices y una mochila que con un par de costuras le soportará al menos la mitad del año. “Es mientras agarran agua las nubes, a la primera chance, la cambiamos, ya le dije”, agrega el campesino.   

A Emerson le tocará ir a clases en el turno vespertino. Dice por su lado, que está contento con el apoyo de sus padres y responderá a ese esfuerzo con buenas calificaciones. “Ellos me dicen que los estudios es la mejor herencia y si quiero algo mejor, hay que lucharla”, señala el joven. 

La politización y los malos tratos

Algunos padres se quejan de que las escuelas están muy politizadas y han declarado su desencanto con el culto a la personalidad que los directores promueven en favor de la pareja gobernante, Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo. La otra queja, es que hay maestros que han querido evitar la educación ideologizante, pero no ha sido posible. 

En el municipio de Tipitapa, por ejemplo, en el departamento de Managua, Karla se desempeña como docente de secundaria. Dice que “los malos tratos” de las autoridades del régimen hacia los trabajadores estatales continúan, sobre todo contra maestros que sí quieren enseñar a los estudiantes. 

«Este año se nos ha orientado principalmente, no descuidar la parte política y hacerle ver al alumno que si está estudiando, es gracias al señor (Daniel) Ortega y a la Rosario Murillo. Eso no está bien”, dice la docente. 

El otro problema y más grave aún, es la orden de “promoción automática”, es decir, aprobar a los estudiantes aunque no hayan demostrado buenos resultados y muestren serias deficiencias. “La orientación es aprobarlos a costa de lo que sea y no reprobarlos, es un mal que persiste y la verdad causa mucho daño al mismo chavalo”, explica la profesora. 

Una tarea “amarga y grosera” 

Otra docente dice que hay una tarea que les encomendaron sus superiores este año la que calificó de “amarga y grosera”. “Se nos ha dicho que identifiquemos si el niño o el estudiante, viene de una familia inconforme con el gobierno, eso es una grosería, somos educadores no comisarios”, dice la educadora que pide estricto anonimato por lo delicado de la denuncia. 

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“El problema –añade– es que si uno no cumple, viene el despido o la represión, pero yo digo, cómo voy a indagar eso, es amargo preguntarle a un niño: ¿Qué piensan tus padres del gobierno? Es una barbaridad”, critica la docente que este año, cumple 14 ganándose la vida en las aulas de clases.                            

Karla, por su lado, está convencida que este año “habrá más presión laboral y política  que mejora en el salario”. “Creo que en eso deberían pensar, no en estar distorsionando este trabajo de enseñar, que es un trabajo digno. Seguimos ganando poco o nada en esta gran responsabilidad”, señala la docente, quien es madre de dos niñas, una de siete y la otra de 10 años de edad. 

“Si me corren –agrega– encontrar otro trabajo es difícil. No hay. El papá de las niñas emigró a Estados Unidos y tiene seis meses de no tener un trabajo continuo. Lo poco que manda resuelve, pero no soluciona todo”, explica, dejando claro que aunque este día debería ser uno bueno por ser el primer día de clases, cada quien lo enfrenta desde su propio drama.

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