El doctor Guillermo Belt recuerda con nostalgia las calles que recorría en su niñez y adolescencia en La Habana, Cuba, mucho antes de la llegada del castrismo al país antillano.

Desde la llegada de la revolución castrista y su salida de Cuba, nunca ha regresado a su país de origen. A pesar de esto, asegura que recuerda los platillos cubanos y que ocasionalmente vuelve a “viajar a Cuba” a través del sabor de la gastronomía de la isla en Estados Unidos. Uno de sus platillos favoritos es el arroz con picadillo y plátanos maduros o arroz con frijoles negros.

Mamá del doctor Belt, Elisa Martínez de Belt, con su hermano José Agustín en las piernas; su abuelo, Dr. José Agustín Martínez Viademonte; su abuela, Elisa Silverio de Martínez, y el doctor Belt de pie a su lado; su padre, Dr. Guillermo Belt Ramírez. En casa de los abuelos maternos, La Coronela, Cuba, 1935

Nació en “La Coronela”, un barrio residencial de La Habana en marzo de 1933. Nació en su casa, al igual que cuatro que sus cuatro hermanos, excepto el menor.

“Los recuerdos se difuminan un poco como es normal a estas edades. Tengo los recuerdos de una infancia feliz. Nos criamos en un ambiente completamente cubano y sin ninguna idea de que algún día tendría que salir de mi país. Jamás se me ocurrió la idea que tendría que exiliarme”, dice Belt mientras se mete en los recuerdos de su niñez.

La vida era bastante agradable en un entorno profesional, relata. La mayoría de los hombres de su familia estudiaron derecho y considera que era una vida muy tranquila.

“Nunca pensamos que habría una situación como la que se dio cuando llegó Fidel Castro. Si nos preocupaba a veces que algunas cosas no marchaban bien, como el golpe de Estado de Fulgencio Batista en 1952. Tuvimos una vida republicana corta, pero en la que hubo elecciones correctas”, recordó.

La vivienda del doctor Belt colindaba a la casa de sus abuelos maternos, a la que asegura que llegaban tranquilamente reiterando que se trataba de una vida bastante familiar.

“Lo más grato que recuerdo es la visita a mis abuelos”, afirmó.

En la década de 1940, su padre, Guillermo Belt, fue nombrado embajador en Estados Unidos por el entonces presidente cubano Ramón Grau San Martín. Eso significó que el núcleo familiar saliera de Cuba en 1945.

Estudiante en la Escuela de Derecho, Universidad Católica de Santo Tomás de Villanueva, La Habana, 1957

“En ese tiempo, tenía doce años y haber salido del país, me permitió aprender inglés. Estudié en un colegio en Washington, Estados Unidos”, señaló Belt.

Sin embargo, regresó a Cuba en 1949, incorporándose nuevamente al sistema escolar de su país. Luego de graduarse de bachillerato, estudió por cinco años en la Universidad de Villanueva en la que se graduó de abogado.

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El exilio por falta de Estado de Derecho

Permaneció en Cuba año y medio después de la entrada de Fidel Castro, porque tenía que resolver una serie de asuntos y liquidar trabajos de los clientes de aquella época.

Belt asegura que lo que lo obligó a abandonar Cuba, fue la supresión del Estado de Derecho y todo giraba alrededor de la revolución castrista. De esta forma, considera que “no había nada que hacer” porque sin Estado de Derecho no se puede ejercer la profesión ni lograr justicia real.

Luego de diversos cuestionamientos por parte de las autoridades migratorias de su país, logró salir rumbo a Estados Unidos.

“Me instalé en Estados Unidos y en 1960, estaba en Miami y un año después me mudé para Washington y encontré trabajo en la Organización de Estados Americanos donde permanecí por muchos años”, comparte el reconocido abogado que suele compartir puntos de vista en entrevistas a medios de comunicación, por su amplia experiencia y trayectoria en la OEA.

“En el aspecto material me fue bien, pero uno añora a la patria y eso no tiene alivio. A mi me duele todavía la lejanía de mi patria, aunque reconozco que mi exilio ha sido bastante más llevadero que el de otros compatriotas”, relató.

Su llegada a la OEA

El doctor Belt asegura que su llegada a la OEA la recuerda “con mucho humor”, porque sería la primera vez que laboraba para una organización de ese perfil y relevancia.

“Cuando se me ofreció ese trabajo me dijeron que conocían mi trayectoria, pero que había que aceptar lo que había, que era un trabajo administrativo bastante aburrido”, dice.

Pero por su condición de bilingüe, fue nombrado en un cargo subalterno con un funcionario que manejaba administración de la OEA y logró ascender varias veces de acuerdo con los reglamentos de la organización.

El doctor Guillermo Belt con el Secretario General de la OEA, Embajador Alejandro Orfila, Montevideo, organizando el recibimiento en el aeropuerto de los Jefes de Estado y de Gobierno, 1967

“Ascendí por todos los niveles de la categoría local y luego la internacional. Estuve en todos los cargos y después del que tuve no hay más, de manera que tuve una carrera exitosa que estuvo cimentada en mucho trabajo porque no siempre en los organismos internacionales se regalan los puestos o por influencia política”, recalcó.

Los casos más difíciles

De los casos más complejos que le tocó abordar en la OEA fueron los de Haití y Panamá.

“Lo que nos proponíamos era restablecer el orden democrático en Haití. Pero el caso de Panamá, que conozco más, porque estaba el General Manuel Antonio Noriega y luego de las elecciones en las que ganó la oposición, obligó al Tribunal Electoral a anularlas”, rememoró.

Representante de la Secretaría General de la OEA, Santiago de Chile

Belt viajó a Panamá en una misión invitado por el entonces Secretario General de la OEA, Joao Baena Soares y asegura que lograron sentar en una mesa a los representantes de partidos de oposición, a los del gobierno y a la Fuerza de Defensa (Ejército).

“Donde falló fue en una decisión que tomó el General Noriega cuando se le propuso una nueva elección justa y que se acogiera a retiro, quedándose a vivir en Panamá. Solo faltaba que dijera que si y en el último de cinco viajes, cuando íbamos a presentar un informe, Noriega dijo que no se retiraría”, recuerda Belt.

Su salida de la OEA

En 1998 concluyó su trayectoria en la OEA puesto que el organismo establece que a los 65 años debe iniciarse el retiro.

“Me retiré siendo inspector general de la OEA, a cargo de hacer cumplir las normas. Difícilmente se podría saltar esa norma, si yo quería que todo lo demás se cumpliera. La reglamentación de la OEA me obligó a retirarme”, aseguró.

Con el Secretario General de la OEA, Embajador Baena Soares, y el Canciller de El Salvador en la Asamblea General, San Salvador

Posteriormente, se dedicó a otras actividades relacionadas con su carrera y continuó trabajando por cuenta propia. Entre estas, charlas sobre el Sistema Interamericano y clases para funcionarios de Estados Unidos que iban a misiones a países de América Latina.

También se dedicó a hacer traducciones para empresas privadas y hasta creó un sitio web en la que compartía puntos de vista y opiniones sobre temas relacionados a su trayectoria.

“Me mantenía activo y eso era saludable. Pero la única actividad rentable después de mi retiro fue la de las traducciones”, indica.

“El Blog trataba de explicarle a las personas de Estados Unidos como funcionan las cosas en América Latina. Era en inglés, pero cuando se cerró, perdí todos los archivos”, añade con pesar.

Con el SG de la OEA don Galo Plaza, ex presidente de Ecuador, en San Pedro Sula para dirigir la ayuda a damnificados por el huracán Fifi

Su contacto con periodistas de Nicaragua

El doctor Guillermo Belt vive al día sobre lo que sucede en Nicaragua y constantemente es consultado por diversos medios de comunicación, siendo uno de los primeros Café con Voz.

“Cuando seguí por mi cuenta mantenía mi contacto con periodistas. El tema de Nicaragua me interesa porque hay muchas cosas paralelas con Cuba”, afirma.

Incorporación en la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio, con el director de la AHCE Eduardo Lolo

Belt asegura que también tuvo contacto con activistas nicaragüenses que estaban centrados en derechos humanos a comienzos de la crisis sociopolítica. Algunas de estas personas gestionaban apoyo internacional, pero que asegura que no conocían a fondo los mecanismos de la OEA y les apoyó.

“En eso, Luis Galeano supo de mi existencia y me invitó a Café con Voz. Él me dijo que le gustó y a partir de ahí, empezó mi recorrido y empecé a conocer a más periodistas de Nicaragua”, cuenta Belt, quien también conoce Nicaragua y ha estado en el país muchas veces.

Desde que apareció en Café con Voz, se convirtió en una referencia de consulta para los demás medios independientes del país, a los que atiende con mucha amabilidad, procurando siempre estar «en la jugada» sobre lo que pasa en Nicaragua.

«Las similitudes y la hermandad entre Cuba y Nicaragua me hacen sentir a fondo las realidades del pueblo nicaragüense, que es un pueblo valiente, que merece lo mejor», dice al concluir la entrevista este veterano abogado cubano, que siente a Nicaragua como propia.

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