El escritor y periodista Carlos Alberto Montaner, ha fallecido el jueves 29 de junio en su domicilio de Madrid de modo apacible y acompañado de sus seres más queridos tras enfrentar una enfermedad neurodegenerativa, según ha dado a conocer su familia este viernes. Había cumplido 80 años el pasado 3 de abril.

En un comunicado su esposa Linda, sus hijos Gina y Carlos, y sus nietas Paola, Gabriela y Paola «dan las gracias a los profesionales de la sanidad pública española, a la Asociación Derecho a Morir Dignamente y a todos los familiares y amigos que le han manifestado tanto afecto en el tramo final de una prolífica vida marcada por la defensa de las libertades individuales». La despedida será un acto íntimo y privado.

El 7 de mayo escribió su última columna  en la que anunciaba que «se jubilaba sin júbilo», debido a la enfermedad que padecía, parálisis supranuclear progresiva (psp). Explicaba con detalle cómo primero dejó sus colaboraciones audiovisuales y ya se veía limitado también para escribir. Pero su mente seguía tan lúcida como lo fue hasta su último aliento. Evocaba a Julián Marías en lo que venía a ser un anuncio de su epitafio: «Hice lo que pude», concluía Carlos Alberto Montaner ese artículo.

En realidad, Montaner hizo mucho más. Como periodista, como político y, sobre todo, como ser humano. Escribió miles de columnas con un estilo claro y directo sobre todo tipo de temas, pero con especial atención a su querida Cuba, la patria que dejó apenas cumplidos los 18 años y a la que nunca más volvió.

Como político, soñó con una transición democrática en la isla, pero sin ambición de poder, sino como ciudadano comprometido con los principios liberales. En España pasó buenas temporadas y el camino hacia la democracia en nuestro país le parecía ejemplar. Después de años en Miami, el otoño pasado regresó a España junto a su esposa Linda, su compañera desde la adolescencia, y su hija Gina, periodista y escritora.

Como ser humano dio ejemplo de una dignidad que le ha guiado hasta en su despedida. Ha sido fiel a sí mismo, generoso y amable. Como los grandes, nunca se creyó más que nadie, y supo reírse de sus desgracias para aliviar así a los más cercanos. Sit tibi terra levis.

«Llegó la hora de recapitular. Hay que ir haciendo las maletas. Desaparecer es una actividad ingrata que sólo se justifica porque es la única prueba irrefutable de que hemos vivido». Sin ir más lejos. Memorias. Carlos Alberto Montaner

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