Asamblea General de la OEA 2020

El 20 de octubre se realizará la Asamblea General de la OEA. Buena parte de los nicaragüenses alienta la esperanza de que se aplique con rigor la Carta Democrática y, consecuentemente, que el régimen de Ortega sea separado de la organización.

Por Enrique Sáenz | Hace algunas semanas nos referimos a la comunidad internacional como un actor relevante en nuestro proceso político. Mencionamos en esa ocasión que, si bien es cierto que la comunidad internacional no va a sacar a Ortega del poder, también es cierto que es un factor coadyuvante esencial para acompañar la lucha del pueblo nicaragüense por alcanzar la libertad, la justicia y restablecer el respeto a la ley a y los derechos ciudadanos, como fundamentos de convivencia democrática.

Señalamos, asimismo, que nos encontrábamos a las puertas de 5 eventos cuyo desenlace delinearía el escenario internacional inmediato que enmarcará el proceso político nicaragüense. Citamos la elección del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, BID; los procesos electorales en Bolivia, Venezuela y Estados Unidos; y la Asamblea General de la OEA.

El primero ya tuvo su desenlace, a comienzos de septiembre, con la elección del candidato propuesto por la administración Trump. Mauricio Claver Carone, al frente de la presidencia del BID. No es una buena noticia para Ortega.

Difícilmente volverá a tocar un dólar proveniente de esa institución que, por varios años, fue la principal fuente de fondos concesionales para el régimen.
El 20 de octubre se realizará la Asamblea General de la OEA. Buena parte de los nicaragüenses alienta la esperanza de que se aplique con rigor la Carta Democrática y, consecuentemente, que el régimen de Ortega sea separado de la organización. Otros argumentan que esa opción no es conveniente, o no es viable porque se carece de los votos necesarios. Y hay quienes atribuyen poca relevancia a esa organización.

Tuve acceso a un proyecto de resolución que está circulando y es francamente decepcionante, al menos en la formulación que conocí. El proyecto se concentra exclusivamente en el tema electoral y encomienda a Luis Almagro que apoye negociaciones con Daniel Ortega sobre un conjunto de reformas electorales. Que conste, el listado de temas electorales es pertinente. Sin embargo, el proyecto no dice nada más. Ortega bien puede ignorar la resolución, o hacer como que negocia algunos puntos, o asumir compromisos y no cumplirlos, es decir, lo que ha hecho hasta ahora, sin consecuencia alguna, al menos conforme el texto de la resolución.

Cuando de lo que se trata es, precisamente, de arreciar las presiones al régimen, alguien, o algunos, no sabemos quienes, proponen aflojar la cuerda, con una floja resolución.

Hagamos un poco de historia para que no nos perdamos

En el 2016 Luis Almagro suscribió un acuerdo con el gobierno, que le sirvió en bandeja a Ortega la legitimación de la farsa electoral de ese año y las municipales del 2017, al menos por parte de la Secretaría General de la OEA. Ortega estiró las negociaciones para acordar reformas electorales hasta donde le resultó útil, después abandonó el proceso. Un tiempo más tarde el dictador ahogaba en sangre las protestas de abril del 2018.

Cuando las protestas masivas a lo largo y ancho del país arrinconaron al dictador, convocó a un diálogo nacional, estiró, encogió, firmó acuerdos, ganó tiempo para organizar sus bandas paramilitares y sofocar a sangre y fuego las protestas. Una vez que lo logró, pateó la mesa del diálogo. Dos y van cero.

En febrero del año pasado, cuando todo parecía indicar la inminencia de la caída del régimen de Maduro, Ortega corrió a buscar quién le pusiera la escalera para un nuevo diálogo. Prominentes empresarios le pusieron la escalera y se abrió una nueva mesa de negociación. De nuevo estiró, encogió, suscribió acuerdos y cuando sintió que la borrasca había pasado, volvió a patear la mesa. Tres y van cero.

Cabe recordar que, en la Asamblea General de la OEA del año pasado, la resolución sobre Nicaragua mandó a constituir una comisión de alto nivel para promover una salida pacífica a la crisis sociopolítica del país. Ortega ni siquiera dejó entrar a los miembros de la comisión. La misma resolución mandaba a convocar a una Asamblea General extraordinaria para considerar la aplicación del artículo 20 de la Carta, esto es, para considerar la separación de Ortega de la OEA.

El nuevo proyecto de resolución se olvida de la Carta Democrática, se olvida los acuerdos que Ortega no cumplió, se olvida la Comisión de Alto Nivel, y no se plantea ningún curso de acción que no sea ofrecer a Ortega un menú del que puede escoger, o rehusar, sin mayores consecuencias. Es una invitación a más de lo mismo: Ortega puede de nuevo estirar, encoger y patear la mesa cuando se le antoje, a sabiendas de que al final del tramo simplemente no pasará nada, al menos conforme el proyecto de resolución.

¿Cuatro y van cero? A la cuarta ni los bueyes, decimos en Nicaragua.

Por otro lado, resulta contradictorio que mientras el gobierno norteamericano anuncia que arreciará las presiones al régimen, desde la OEA se le tiende una alfombra, como si estuviéramos comenzando esta historia.

Desconozco si el proyecto tiene origen en la Secretaría General o en algunos gobiernos. En todo caso, si fuera iniciativa de gobiernos, es extraño que no aparezcan los nombres, tal como se estila en estos casos. Independientemente del origen, las organizaciones opositoras nicaragüenses tienen aquí una oportunidad para concertar y unificar acciones tendientes a lograr que países amigos promuevan una resolución más vigorosa.

Jamás debemos olvidar que para Ortega esto es una guerra y que cada mañana y cada noche se levanta y se acuesta con la funesta plegaria: “Podemos pagar cualquier precio, digan lo que digan, hagamos lo que tengamos que hacer, el precio más elevado sería perder el poder”. Ese es el padrenuestro de todos los días de Daniel Ortega. Olvidarlo es sencillamente mortal. En el sentido literal del término.

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