En medio de una sostenida represión y persecución religiosa que ha llevado a 143 sacerdotes al exilio y al destierro, se celebran en Nicaragua las fiestas católicas más multitudinarias del país centroamericano: la bajada de Santo Domingo de Guzmán.

Hoy se hizo público un reporte de la investigadora Martha Patricia Molina, que detalla que debido a la represión, secuestro y ataques de la dictadura de la familia Ortega-Murillo, el 23 por ciento de los clérigos de Nicaragua han sido desterrados o exiliados.

Entre ellos se encuentran 30 sacerdotes, incluidos obispos, que han sido detenidos, enjuiciados y desterrados.

Otros clérigos han optado por callar, mientras que algunos se han alineado con la dictadura, como el sacerdote Boanerges Carballo, quien agradeció a la dictadura y a sus instituciones el permiso anual otorgado para celebrar al santo patrono de los capitalinos.

Santo Domingo sin frenos

A pesar de este contexto, miles de nicaragüenses participan este jueves 1 de agosto en el inicio de la celebración en honor a Santo Domingo de Guzmán, las fiestas católicas más multitudinarias de Nicaragua.

La imagen, que mide 18 centímetros y está protegida por una urna de vidrio, abandonó a las 06:00 horas locales (12:00 GMT) su santuario habitual en Las Sierritas, al sur de Managua, y al caer la noche será depositada en un templo en el antiguo centro de la capital, donde permanecerá hasta el próximo 10 de agosto.

Las fiestas de Santo Domingo son de las más concurridas en Nicaragua e incluyen, además de la multitudinaria y lenta procesión de 10 kilómetros con la venerada imagen, desfiles hípicos, concursos populares, la bendición y vela de barcos, bailes y música folclórica.

La imagen de «Minguito», como le dicen los nicaragüenses, avanza resguardada por un fuerte cordón policial, un comité de bailadores tradicionales y los promesantes, quienes cumplen promesas religiosas generalmente en procesión.

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Imagen de Santo Domingo de Guzmán, Santo patrono de los Managuas.
Imagen de Santo Domingo de Guzmán, en su parroquia en Managua, Nicaragia, este 1 de agosto de 2024.

Los «alcaldes» de la dictadura siempre de metidos

Algunos promesantes iban vestidos con trajes folclóricos, otros pintados con aceite negro usado de motor simulando ser esclavos africanos, y otros cargando réplicas enflorecidas del santo.

Recorridos unos 100 metros, la alcaldesa designada de Managua, Reyna Rueda, anfitriona de la fiesta, y el vicealcalde designado por la dictadura sandinista en la capital nicaragüense, Enrique Armas, cargaron y bailaron al santo bajo un fuerte dispositivo de seguridad.

La imagen del santo, en esta ocasión, fue adornada con flores blancas, celestes, amarillas y algunas rojas, con un lema que decía «2024 Oramos con Devoción».

En tanto, los cargadores iban ataviados con cotonas blancas y verde menta, mientras muchos devotos cargaban réplicas de la imagen y bailaban al son de los filarmónicos.

La peregrinación, que dura unas doce horas, se caracteriza por una tradición donde se mezclan rezos de pagadores de promesas con abundante consumo de alcohol y ritos católicos y paganos.

Como en 2021, 2022 y 2023, este año la fiesta religiosa se desarrolla bajo una fuerte y despiadada persecución, con más de 143 sacerdotes desterrados y perseguidos y cientos de miles de católicos exiliados por la represión de la familia Ortega-Murillo, enemigos públicos de la Iglesia católica.

Durante la fiesta, los creyentes de todas las edades pagan sus promesas al santo, por ejemplo, caminando de rodillas, disfrazados de indígenas o esclavos africanos o untándose el cuerpo con aceite quemado.

Santo Domingo de Guzman, patronos de los Managua
Imagen típica de la represión en Nicaragua: decenas de esbirros a sueldo de la dictadura sandinista rodean a la feligresía previa a la baja de San Domingo de Guzmán, Santo Patrono de Managua.

Santo Domingo rodeado de esbirros policiales

También caminan con vendas en los ojos, regalando bebidas a otros promesantes o intentando tocar la imagen entre el mar de gente y el fuerte dispositivo policial.

Durante los próximos diez días, la capital nicaragüense vive un ambiente de jolgorio con estallido de petardos, música folclórica interpretada por bandas filarmónicas, llamadas «chicheros», y de las marimbas de arco que llegaron siglos atrás de África.

La Policía del régimen anunció estrictas medidas de seguridad para evitar incidentes, entre ellas la prohibición de todo tipo de armas, material explosivo y envases de vidrio.

Las fiestas culminan el 10 de agosto, cuando la imagen es llevada nuevamente en medio de una multitud de creyentes hacia su altar en el santuario Las Sierritas, donde se guarda y venera el resto del año.

La tradición religiosa se remonta a 1885, cuando la imagen del santo se le apareció en el tronco de un árbol al leñador Vicente Aburto.

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