Es hora de redoblar nuestra generosidad y solidaridad, desprendiéndonos de lo que esté a nuestro alcance para ayudar a nuestros conciudadanos. Nos toca también pedir la yuda de la comunidad internacional, alertándolos a fin de evitar la manipulación partidaria, las exclusiones infames y las corruptelas.
Por Enrique Sáenz | A lo largo de nuestra historia reciente y pasada nos ha tocado padecer y enfrentar múltiples desgracias. Y el pueblo nicaragüense, con su espíritu luchador, a pesar de la destrucción, el luto y el dolor ha sabido salir adelante.
Terremotos, guerras, sequías, erupciones, malos gobiernos, huracanes, maremoto, dictaduras y ahora pandemia, junto a dos huracanes seguidos. La peor calamidad es que nos toca en el presente afrontar el desastre, con el más nefasto y maligno de los gobiernos de la historia de #Nicaragua.
Y así, vimos al dictador ningunear el impacto de pandemia, falsificar las cifras de contagios y fallecidos y enviar al matadero hasta a sus propios seguidores; miles de fallecidos mientras siguen hablando de un poco más de cien; mientras no ha movido un solo dedo para ayudar a sobrellevar la crisis socioeconómica y su impacto en las familias, empresas y, particularmente en la población más vulnerable, que ahora es la mayoría.
Ante los daños provocados por el huracán Eta, los vimos cómo, de la manera más perversa, politizar las acciones de asistencia. Y allí aparecieron, exhibiéndose en caravanas con banderas, rótulos de campaña, música y consignas, bien festivos, como si fuera un carnaval, haciendo ostentación de la asistencia que llevaban y haciendo escarnio del sufrimiento de la población damnificada.
Pueden tener la seguridad de que son tan diabólicos que, ahorita mismo, se están frotando las manos y planificando cómo aprovecharse de la calamidad.
¿Cuál será la estrategia que seguirán y cuáles serán sus pasos?
No es necesario ser adivino para saber que la determinación de la mafia en el gobierno es sacar ventajas políticas y económicas de la desgracia del pueblo. Cueste lo que cueste es su consigna para aferrarse al poder.
De nuevo, repetirán las exhibiciones que hemos visto e intentarán manipular la ayuda haciendo campaña política y, si pueden, excluir a los ciudadanos opositores que logren identificar en pueblos y comunidades. Ya lo están naciendo con las alcaldías que no controlan.
Veremos a Ortega presentarse como víctima ante lo que llama agresión de la comunidad internacional, cuando lo que hacen es demandar que respete los derechos humanos de los nicaragüenses, cese la represión, libere a los prisioneros políticos y organice elecciones democráticas. Y ahí lo veremos vociferando que las sanciones son inhumanas porque dañan al pueblo.
También lo vamos a ver intentando encubrirse en los otros gobiernos centroamericanos para ver cómo logra sorprender a la comunidad internacional con las peticiones de ayuda y esquivar la desconfianza y el descrédito de su régimen.
No tengan duda que buscará valerse de la confusión, incertidumbre y necesidades de la gente para apuntalar su propósito de imponer una farsa electoral.
Además, se prepara para extraer ventajas económicas. De un lado, ya las garras, a distintos niveles, están debidamente afiladas para ver qué agarran. Al igual que aquel personaje que se construyó una mansión en el mar, embolsándose parte de la ayuda para los damnificados del MITCH, y que ahora Ortega lo premió con una diputación. De otro lado, inflará la estimación de los daños, centralizará los recursos que puedan llegar de la solidaridad internacional y verá de qué manera obtiene los recursos que le permitan financiar el aparato estatal, aletargar la crisis económica, afianzar su clientela política y preservar su capacidad represiva.
¿Qué nos corresponde hacer a los ciudadanos?
Ante todo, redoblar nuestra generosidad y solidaridad, desprendiéndonos de lo que esté a nuestro alcance para ayudar a nuestros conciudadanos.
En paralelo, si ya sabemos lo que el dictador y sus secuaces se proponen hacer, no podemos cruzarnos de brazos. Nos toca a ciudadanos, medios de comunicación, organizaciones religiosas y de la sociedad civil, organizaciones gremiales y también organizaciones opositoras, juntar voces, voluntades y esfuerzos, y hacer una petición de ayuda a la comunidad internacional, en esta fase de emergencia.
El Programa Mundial de Alimentos, PMA, la Unión Europea, agencias del sistema de Naciones Unidas, donantes bilaterales, a pesar de la crisis económica internacional, disponen de fondos especiales para atender situaciones de emergencia, aunque sean alivios parciales. Debemos acompañar ese llamado alertando a los donantes de que los ejecuten de manera directa o por medio de organizaciones no gubernamentales de su confianza, a fin de evitar la manipulación partidaria, las exclusiones infames y las corruptelas.
Por encima de los agobios, debemos pagar un precio adicional a causa de la irresponsabilidad del mal gobierno. Nicaragua es uno de los poquísimos países del mundo donde no hay representante del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que es la organización que suele ponerse a la cabeza promover y armonizar la ayuda, porque Ortega los corrió.
Se encargó también de enemistarse y echar del país a donantes caracterizados como Holanda, al que llamaron paisucho, como los países escandinavos y otros gobiernos europeos, atropellando a sus embajadores: se burlaban groseramente a los más altos niveles y en público llamándoles gatas angoras. Ahora seguramente tendrán la cáscara de estirar la mano.
Los nicaragüenses en el exterior y organizaciones no gubernamentales de países vecinos están llenos de solidaridad. Iglesias y organizaciones no gubernamentales nacionales pueden desempeñar un papel para asegurar que la ayuda llegue sin condiciones a los damnificados. Debemos exigir al gobierno que libere de trabas aduaneras, políticas y burocráticas el ingreso de ayuda en alimentos, medicinas y vituallas.
Debemos exigir al gobierno que deje de criminalizar las acciones de solidaridad con la siniestra ley de agentes extranjeros y solicitar a la comunidad internacional que nos acompañe en esa exigencia.
Y también a las organizaciones políticas opositoras, corresponde emplazarlas para que aparten sus mezquindades y miopías, dejen de buscar cómo repartirse lo que no hay, y rápidamente construyan espacios de concertación para, igual, juntar voces, voluntades y esfuerzos. En esta desgracia se impone estar junto a las necesidades y padeceres del pueblo, ayudando unidos a superar las adversidades y salir adelante.