Por Oscar René Vargas. Hay crisis sociopolíticas que suceden de golpe no previstas (abril del 2018) y hay crisis de desgaste, donde el fundamento del ordenamiento político, social, religioso, internacional y económico se desagradan progresiva y estructuralmente. Ante estas últimas, la sociedad y las elites dominantes les cuesta reaccionar, reflejo de una gran incapacidad e inhabilidad política lo que permite a la dictadura alargar el poder por más tiempo.
En Nicaragua nada es más inseguro que el programa económico de la dictadura Ortega-Murillo. No hay familia que sea indemne ante los ataques contra el poder de compra, de la falta de vivienda adecuada, la mala calidad de la educación y la salud. Existe inseguridad en la defensa de los derechos humanos, la protección del patrimonio familiar y la dignidad. Es inseguro conseguir un empleo formal, contar una jubilación suficiente y gozar el ejercicio de la libertad religiosa. Dicho de otro modo, lo único seguro es que el “capitalismo de amiguetes” solo beneficia a los “de arriba”.
Seguridad para los «amiguetes»
Las elites dominantes quieren seguridad sólo para sí, para sus empresas, sus familias, para sus intereses y sus ganancias. No importa si para eso hay que asfixiar en inseguridad al 90% de la población, utilizando el uso de todo el poder físico y psíquico para que la población se sienta tan vulnerable e intimidada por la represión que desestime cualquier tipo de resistencia social. Para eso contratan policías, militares, paramilitares (los llamados policías voluntarios) y sicarios de toda clase.
Nicaragua se ha vuelto cada vez más compleja y complicada. Actualmente, se vive múltiples crisis que afectan y alimentan tres procesos que nada ni nadie los detiene: la crisis en la Costa Caribe provocada por la deforestación y la expropiación de tierras de las comunidades indígenas; la mayor desigualdad social de la historia reciente (desempleo, pobreza, hambre, salarios bajos, etcétera); y, el incremento de las fisuras de los pilares internos de la dictadura por la corrupción generalizada.
Es necesario el principio de «lo que haga falta»
En Nicaragua, decisiones necesarias y estratégicas que no pueden aplazarse más, sobre todo, después de las últimas decisiones de la dictadura Ortega-Murillo (Constitución Chamuca, legalización de los paramilitares, silencio cómplice del Gran Capital). Ante tales amenazas se debe de implementar para la defensa de los derechos humanos de los nicaragüenses el principio “de lo haga falta”.
Hasta la fecha, en las distintas variantes de la oposición al régimen han expresado la idea de establecer una coalición/unidad política que no se ha podido implementar por el sectarismo, la desconfianza, el figureo y el protagonismo; sin embargo, dados los últimos acontecimientos (blindaje constitucional de la dictadura), obliga a buscar una solución a las cinco crisis con suma rapidez más allá de la estrategia de apaciguamiento y del olvido.
Vivimos una época en que el régimen intenta borrar la memoria como proyecto de poder, por eso la divulgación del contenido del Informe del Grupo de Expertos en Derechos Humanos sobre Nicaragua (GHREN) para preservar la memoria es sumamente importante.
La estrechez de miras del Gran Capital por esa obcecación por mantener los beneficios de su alianza con la dictadura Ortega-Murillo (que ignora la trama parapolicial, la corrosión ética-moral y las violaciones de los derechos humanos cometidas por el régimen) se encuentra en una situación complicada.
En primer lugar, porque su estrategia de silencio cómplice no ha logrado mayores espacios lo que nos indica que no habido una plena sintonía con Ortega, mucho menos la habrá con Murillo. En segundo lugar, la Constitución Chamuca es una maniobra política para mantenerse en el poder que le permita superar las serias dificultades internas del régimen y asegurar la sucesión dinástica.
Los acomodamientos
La estrategia de algunos de los principales miembros del Gran Capital es que hay que esperar el fallecimiento de Ortega para comenzar a trabajar en un cambio de régimen, mientras tanto, proponen seguir apoyando a la dictadura para no sufrir ninguna sanción económica como sucedió en años pasados. El Gran Capital ha logrado captar el mensaje implícito de la Constitución Chamuca: el mensaje es qué, o llegan a un acuerdo con la sucesora Murillo desde ya o están acabados.
Todo indica que por el temor a perder los beneficios y para seguir obteniendo las ganancias extraordinarias la tendencia mayoritaria del Gran Capital será bajar la cabeza. Hasta ahora su actitud ha sido apaciguadora y cómplice. La cobardía de las elites empresariales parece ser una de las crueldades extras de la política represiva de la dictadura.
Con la Constitución Chamuca el régimen ha implantado nuevas reglas de juego con las distintas fracciones del capital (agropecuarios, comercial, industrial, bancario, etcétera), buscando como alterar las condiciones de negocios, de modo que le sea más rentable operar en alianza con la Chayoburguesía y aceptando la subordinación sobre sus operaciones.
En la actualidad, los empresarios colaboradores pueden mentar madres en privado, pero no pueden imponer reglas propias, pueden urdir mejores argucias/ardides para lidiar con las arbitrariedades del régimen, pero seguirán sometidos. Esa es la brutal realidad.
El peligro de seguir así
Para la sociedad nicaragüense el peligro inmediato radica no sólo que la dictadura se mantenga en el poder, el verdadero peligro reside en que el Gran Capital continúe con la estrategia de alianza con el régimen. Esa política, ya sea por error táctico o por pura conveniencia, lo que logrará es acabar “normalizando” la represión, el desprecio de los derechos humanos y debilitar la lucha contra la dictadura.
El Gran Capital carece de un “think tank” (centro de pensamiento) capaz de proyectar un proyecto de nación y buscar soluciones integrales, confunden el desarrollo con las ganancias, es el reinado de la medianía.
Las elites empresariales no comprenden que la economía no es una entelequia completamente desvinculada de los procesos sociales. No podemos medir el desarrollo del país sólo por el producto interno bruto, el consumo o la producción, debemos tener mecanismos de distribución de la riqueza. La concentración de la riqueza y de los ingresos ha polarizado la sociedad nicaragüense y ha creado más injusticia.
La alianza abierta o encubierta entre el Gran Capital y la dictadura demuestra que no hay reglas democráticas que valgan para las elites dominantes; ya que no les importa quien reprime y quien es el agredido; para los poderes fácticos ser autor o víctima es algo irrelevante, para ellos lo estratégico es asegurar los beneficios de la política económica; lo que significa que aceptan ser cómplices del régimen Ortega-Murillo.
El miedo como arma
El miedo es, sin duda, uno de los principales instrumentos utilizados por el poder para controlar e imponerse al Gran Capital y la sociedad en su conjunto. Crear o atizar los temores es un medio para hacerse obedecer sin protestas ni asomos de rebelión.
La historia nos enseña que durante de las grandes crisis políticas de Nicaragua suelen esfumarse las certidumbres pasadas, tienden a eliminarse los tabúes para permitir las alianzas políticas, se cruzan las líneas rojas de la cultura política y se hace necesario reescribir las reglas para fijar un plan de acción lo que permitió derrocar a la dictadura pasada (somocista).
Ese es el momento actual, es el reto de las distintas tendencias de la oposición: comprender que estamos frente a cinco crisis (económica, social, política, religiosa e internacional) que se deben de resolver antes que sea demasiado tarde para todos. La fragilidad del régimen radica en saber aprovechar la combinación de las cinco crisis.
La institucionalización de las relaciones entre el Gran Capital y la dictadura difícilmente surgirá un compromiso para una gobernanza democrática. Pero, si puede progresar una solución dinástica a la actual combinación de las cinco crisis. El objetivo de Ortega-Murillo ha sido alinear a la mayoría del Gran Capital para amalgamar una fuerza que permita la realización de la sucesión dinástica sin mayores problemas, superando la crisis actual.
En las actuales condiciones, la salida democrática tiene que realizarse fuera de los marcos actuales, lo que sin duda generará tensiones al interior de los poderes fácticos y fisuras en los pilares de sostenimiento de la dictadura. El camino es extremadamente complejo. Discernir el futuro exige un gran conocimiento de la realidad, de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser. Nuestra reflexión no puede cesar, requerimos de la mayor lucidez, determinación y coraje para derrocar a la dictadura.
Últimamente, el régimen endurece el aparato represivo, que a su vez incrementa la exclusión social. Fabrican pánico que paralice la capacidad crítica y predispone a la población a aceptar medidas autoritarias. La represión indiscriminada es parte sustancial de la maquinaria que les garantiza la reproducción de las relaciones de poder. No les importa resolver los problemas de la inseguridad ciudadana, en realidad la enmascaran para administrar mejor su propia crisis interna.