Monseñor Silvio Báez, obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, dijo este domingo al recordar la Solemnidad de Epifanía, dijo que los tiranos de hoy al igual que los del pasado como Herodes, siguen ocupando el engaño y crimen como sus armas preferidas.
En su homilía de domingo en la iglesia Santa Agatha, en Miami, el obispo Báez dijo que los poderosos son los que tienen más miedo, aunque se revistan de supuesta valentía, altanería y agresividad.
“El que más miedo tiene en Jerusalén es el rey, el más poderoso. Los tiranos quieren dar la apariencia de valientes y se presentan altaneros y agresivos, pero son muy miedosos. Se sienten continuamente amenazados y son capaces de todo para no perder el poder, sus privilegios y sus riquezas”, dijo Báez.
Es por eso, explicó el obispo Auxiliar, que consideran a los demás como rivales o enemigos contra quienes luchar y a quienes engañar o eliminar.
Las mentiras de ayer y hoy
“Con tal de someter y oprimir, muchos tiranos de ayer y de hoy no han dudado de presentarse como piadosos creyentes y han intentado recubrir con lenguaje religioso sus inhumanos proyectos”, indicó.
Báez que se encuentra en el exilio desde abril de 2019, dijo que “los tiranos de hoy también pretenden engañar a la gente buena y sencilla, como los magos, o deciden matar incluso a gente inocente como hizo Herodes más tarde con los niños de Belén. Engaño y crimen siguen siendo las armas preferidas de los dictadores de hoy”.
Báez dijo que si el cristiano quiere ser persona en búsqueda de Dios, debe vivir abiertos al bien y a la verdad.
“Para buscar con seriedad no bastan las respuestas fáciles que nos vienen del sentido común, de las modas o de las ideologías dominantes. Para orientarnos en la vida hay que aprender a escuchar nuestra conciencia, lo que nos dice el corazón iluminado por la fe”, indicó.
“Hay que estar atentos a lo que ocurre a nuestro alrededor, a los pequeños detalles y a los grandes acontecimientos, e interrogarnos sobre lo que Dios nos pide hacer en cada situación. No podemos despreciar el pensamiento ni la razón. Dios mismo ha puesto en nuestro corazón la inquietud de buscarlo y nos ha dado la razón para podernos orientar”, recomendó.