Las fuerzas de Seguridad y Defensa de Rusia fortalecerán su presencia y operaciones en Nicaragua, a la luz de un convenio de cooperación militar que entre otras cosas autoriza conocer secretos de Estado, reformar leyes vinculadas a las fuerzas castrenses, así como la llegada permanente de buques y aviones con militares rusos en territorio nacional.
El acuerdo del que ha brindado detalles el medio Despacho 505, abre la puerta a una intervención directa del aparato militar ruso en el país, incluyendo el suministro de armamento, la reorganización de las fuerzas armadas, el entrenamiento de tropas y su participación en tareas de control interno.
El documento compromete al Ministerio de Defensa de la Federación de Rusia y la Comandancia General del Ejército sandinista a establecer una “cooperación militar a largo plazo”, cuya amplitud y profundidad no tiene precedentes en la historia reciente del país. Tendrá una vigencia de cinco años, prorrogables automáticamente por periodos iguales, salvo denuncia previa de una de las partes.
Además de contemplar actividades conjuntas de entrenamiento operativo y de combate, el texto incluye la llegada al país de “buques y aviones” rusos, así como el despliegue de “especialistas” para la realización de acciones conjuntas.
Uno de los aspectos más reveladores del documento es su dimensión estructural: Rusia no solo entrenará a los soldados nicaragüenses, sino que también intervendrá en la reforma de las propias fuerzas armadas del país. El acuerdo habla explícitamente de: “Intercambio de experiencias en la construcción y reformas de las fuerzas armadas nacionales, organización de la gestión de las actividades diarias y adiestramiento de combate de las tropas”.
Armas rusas y alcances impensables
El documento también establece que Rusia brindará una “cooperación en materia de dotación de las fuerzas armadas, utilización de armamento y equipo militar para las tropas”.
El texto habilita su participación directa en asuntos de orden público a través de la “cooperación e interacción en garantizar seguridad en actos conjuntos, así como orden público, disciplina militar, seguridad vial, búsqueda de militares y otras cuestiones de policía militar”.

En un país donde la separación entre el Ejército y la Policía está en entredicho, este acuerdo abre la puerta a que militares rusos operen en funciones que afectan directamente a la ciudadanía, como la vigilancia, el control urbano y la represión de protestas.
También se establece cooperación en áreas sensibles como “la seguridad de la información”, “la utilización de telecomunicaciones” y “la guerra electrónica”.
Secretos de Estado compartidos
Otro punto sin precedentes es el compromiso entre ambas partes de compartir información clasificada. El acuerdo establece los parámetros para el intercambio de información clasificada entre las partes, incluidos secretos de Estado.
Esto representa una renuncia a la soberanía informativa, ya que Rusia podrá acceder legalmente a datos estratégicos del Estado nicaragüense, incluidos aquellos que normalmente estarían restringidos incluso a organismos internacionales.
Las cláusulas del acuerdo establecen nuevos niveles de integración operativa, cooperación en materia de inteligencia, entrenamiento conjunto, y posibilidad de despliegue sostenido de personal y tecnología militar rusa en territorio nicaragüense.
Este tratado no sólo consolida a Nicaragua como uno de los aliados más firmes de Rusia en el continente americano, sino que también lo perfila como una base geoestratégica de proyección rusa en el hemisferio occidental, en un contexto global de alta tensión entre Moscú y las potencias occidentales.
La posibilidad de una presencia militar rusa más permanente en el país centroamericano, con acceso a infraestructura crítica y participación en operaciones de vigilancia o ciberseguridad, eleva el nivel del acuerdo a una cesión parcial de soberanía, sin precedentes desde el fin de la Guerra Fría en la región.