El padre Marcos Somarriba, párroco de la iglesia Santa Agatha, dijo en su homilía de Domingo de Resurección, que así como Jesús fue martirizado siendo un inocente y luego venció a la muerte, los pueblos oprimidos por los dictadores verán la luz de la resurrección porque vencerán a la muerte.
Le dejamos el texto completo de su homilía:
Hoy la Iglesia y el pueblo de Dios celebramos con gran jubilo y llenos de esperanza la resurrección de Jesús. Somos pueblo que camina por las sendas del dolor y acudimos hoy en medio de nuestros achaques, dolores y sufrimientos, jubilosos y llenos de la esperanza que en este día ha renacido en el corazón humano, la esperanza que no defrauda y que da nuevas fuerzas para seguir adelante con el corazón en la mano y la frente en alto.
Nuestra esperanza es fruto de la resurrección de Jesús la cual permea todo, desde las mazmorras de las cárceles, desde los infiernos donde Jesús ha bajado y subido hasta cielo. El grito del ángel: “ha resucitado, porque lo buscan en el lugar de los muertos si verdaderamente ha resucitado el Señor”, resuena en nuestros corazones y nos llena con la fuerza de su Espíritu para emprender los caminos de la justicia y el amor.
La esperanza de justicia y restauración
En el pasaje de Juan 20:1-9, se nos narra el descubrimiento de la tumba vacía por parte de María Magdalena y los discípulos, enfatizando el momento culminante de la resurrección de Jesús. Este evento fundamental en nuestra fe no solo transforma nuestras vidas espirituales, sino que también ofrece una profunda esperanza de justicia y restauración para cada uno de nosotros, para cada familia que sufre los estragos de la maldad del ser humano contra el ser humano y para todos los pueblos que son hasta hoy oprimidos, doblegados, maltratados, encarcelados, expulsados de sus patrias que le vio nacer y asesinados a sangre fría a manos de gente sin escrúpulos y sin respeto y temor al Dios de la vida.
Lo tragedia que embalsama a los pueblos es una tragedia que envolvió a Jesús también, este crimen humano, crimen de lesa humanidad quiso dejar sin vida, enterrar para siempre a Jesús.
Jesús y el pueblo de Nicaragua
Jesús vivió los estragos de la muerte como hace siete años un pueblo fue asesinado en la persona de corazón patrio llenos del azul del mar y el blanco de los cielos en la primavera de sus vidas. Los crímenes de lesa humanidad siguen presentes en nuestros días, hemos sido testigos por años de la muerte perpetrada por líderes y personas cínicas, con frio en el alma a todo un pueblo que nació y creció con hambre de libertad, de justicia y de paz.
A Jesús lo acusaron con leyes inventadas y fabricadas a antojo y abusos de las autoridades de su tiempo y lo sentenciaron a muerte solamente por reclamar el derecho, la justicia y la libertad que por naturaleza lleva consigo toda persona y pueblo también.
La muerte de Jesús es una muerte provocada por los demás. Es una ejecución antecedida de la tortura porque no de otro modo se puede llamar a los 40 azotes y a los golpes y burlas recibidos de los soldados romanos.
Juicio amañado y manipulado contra inocentes
Es una ejecución precedida por un juicio manipulado y amañado en el que la sentencia estaba escrita previamente. La muerte de muchos que recordamos hoy, fue provocada y planificada con alevosía y ventaja, con sentencia ya escrita, reuniéndose como se reunió el sanedrín y las autoridades del tiempo de Jesús, orquestaron la masacre de gente inocente llenas de vida a la puerta de su primavera solamente porque al igual que Jesús, reclamaban el derecho, el bienestar y la paz de su pueblo.
A puertas cerradas como delincuentes planeando entre manos, con voz bajita, en secreto, la muerte del inocente: “es mejor que muera este pueblo entero a que peligre nuestra injusticia, nuestro poder, antes de que se pierda nuestra dinastía y nos reclamen lo robado y nos acusen delante del mundo entero de abusos y crímenes de lesa humanidad».
El mundo entero sabe de sus crímenes por eso tienen pavor, terror de bajarse de los tronos desde donde ejecutan a los demás. No existe nada que pueda lavar sus manos, saben que tienen las manos manchadas de sangre inocente. Es Cristo, es Jesús quien escucha el reclamo de un pueblo hecho leña, a Dios le llega el grito de tanta sangre inocente que reclama justicia como la sangre de Abel derramada por la envidia de su hermano Caín.
El incómodo Jesús para los poderosos
La sangre que ha derramado Jesús es la suya no la de otros y con su sangre nos ha redimido, así mismo Jesús trae redención a su pueblo, salvación al pueblo de Dios, es Jesús que por todo pueblo ha resucitado, nos ha devuelto la vida, nos ha devuelto la dignidad, nos ha devuelto las ganas de vivir, nos ha devuelto las ganas de seguir luchando por un mundo mejor, nos ha devuelto la ganas de buscar la justicia por los que injustamente son acusados, perseguidos, encarcelados, exiliados y asesinados.
¿Qué haré con Jesús, llamado el Mesías?’, preguntó Pilato. Todos respondieron: ‘¡Crucifícalo!'» Así se oyen las voces sin alma hasta hoy, “crucifíquenlos, elimínenlos, sáquenlos del medio, échenlos a la cárcel, palo con ellos, que se vayan porque su reclamo incomoda, mátenlos si no se van, palo y tortura con ellos, al igual que la turba gritaba contra Jesús.
¿Por qué? Poncio Pilato no encontró culpa en Jesús. Ninguno de los asesinados es culpable más que de buscar y reclamar lo que por naturaleza es suyo. Pilato Intentó darle a la multitud una salida. Pero ellos eligieron la rebelión sobre la rectitud, el crimen sobre la compasión y la violencia sobre la virtud, por esto asesinaron a Jesús y por esta misma razón se sigue asesinando a gente inocente.
¿Por qué? Porque Jesús no encajaba en la imagen del rey que esperaban. Querían un revolucionario, no un siervo. Poder, no paz. Y cuando Él no cumplió con sus expectativas, lo rechazaron. No fue que Él hizo mal, sino que no hizo lo que ellos querían, está claro, así mismo tratan al árbol verde, así mismo tratan al árbol seco por ellos mismos.
Las mujeres encontraron la tumba vacía. La tumba vacía representa la victoria definitiva sobre la muerte y el sufrimiento, indicando que el amor de Dios es más fuerte que cualquier opresión o injusticia. Dios ama a nuestros pueblos, da su vida por nosotros, resucita para nosotros. Para el pueblo crucificado, aquellos que han sido marginados, oprimidos y silenciados, la resurrección ofrece la promesa de que no serán olvidados y que la justicia prevalecerá porque Dios como hoy, ha tenido la última palabra y su palabra es que el pueblo resucite, que viva como Jesús su hijo ha resucitado y está vivo.
La resurección asegura quen injusticia y violencia serán superadas
En un mundo donde la inequidad y la opresión parecen tener la última palabra, la resurrección de Jesús proclama que Dios está del lado de los justos y los oprimidos. A través de la resurrección, se nos asegura que todas las formas de injusticia y violencia serán superadas. Es un llamado para que la Iglesia continúe su misión de justicia social, abogando por los derechos y la dignidad de todos los hijos de Dios.
La resurrección unió a los discípulos en una nueva misión. De manera similar, nosotros somos llamados a ser una comunidad que porta la luz de la resurrección al mundo, trabajando para transformar estructuras injustas y promover la paz y la equidad.
Nuestra fe en Jesús resucitado nos impulsa a ser voz para los sin voz, defender a los vulnerables, y promover un mundo donde la vida, la justicia y la dignidad prevalezcan.
El resurgir de los pueblos oprimidos
Así como Jesús resucitó, creemos que los pueblos crucificados también pueden resurgir. La resurrección nos invita a soñar y trabajar por una sociedad donde todos puedan vivir con plenitud, sin miedo a la opresión o la injusticia.
Al contemplar el milagro de la resurrección, encontramos la esperanza y la fortaleza para perseverar en el trabajo de justicia, con el convencimiento de que Dios está actuando con nosotros.
Al igual que María Magdalena fue la primera testigo de la resurrección, estamos llamados a ser testigos vivos del amor y la esperanza de Cristo. Este testimonio cobra vida a través de nuestras acciones diarias por la justicia social, en un mundo que anhela la luz de la resurrección.
La noche de la resurrección se bendice el fuego, se enciende con la llama del fuego, se bendice este cirio pascual y se entra triunfante en el medio de la oscuridad de la noche santa. Este cirio es Jesús que nos ilumina con su luz, es la luz de Jesús que disipa todo mal, toda injusticia, que hace justicia y hace que la noche oscura desaparezca y como este día, salga la luz de Cristo resucitado reluciente como la luz del sol, la luz de un nuevo amanecer.
La resurrección de Jesús es la piedra angular de nuestra fe y un poderoso recordatorio de que el amor de Dios tiene el poder de transformar la muerte en vida y la injusticia en justicia. Que seamos inspirados y fortalecidos por este misterio de amor y renovación, y que llevemos la esperanza de la resurrección a todos los rincones de nuestras comunidades. Como testigos de Cristo resucitado, que seamos agentes de cambio y promotores de un mundo donde cada ser humano pueda disfrutar de la justicia, la dignidad y la paz que Dios desea para nosotros.
Este cirio es Azul y Blanco, Jesús es Azul y Blanco, Azul como las aguas de los océanos que nos rodean, el agua del bautismo que nos renueva y nos fortalece, azul como la pureza de la Virgen pura y limpia y Jesús es blanco, santo, puro e inmaculado como las nubes del cielo que cubren nuestras vidas. Jesús hoy representado en este cirio bendito es puro como el azul del mar, y blanco como los cielos abiertos para todos por los méritos de su resurrección. ¡Lleva en tu corazón a Jesús Azul (INOCENTE) y blanco, (INMACULADO), no decaiga tu rostro, no se pierda tu esperanza que Jesús ha resucitado y todo pueblo crucificado RESUCITARA! ALELUYA, ALELUYA!.