El padre Marcos Somarriba, párroco de la iglesia Santa Agatha en Miami, dijo que abril nos recuerda que aunque Jesús anduvo en sombra de muerte, luego de ser perseguido, encarcelado, torturado y asesinado, también es el mes de la esperanza de las promesas que se cumplen, porque él dijo que resucitaría y cumplió.
Somarriba al citar el evangelio de la mujer adúltera, recordó que hay quienes se creen dioses y juzgan a inocentes, cuando son los verdaderos responsables de las tragedias que viven los pueblos oprimidos y que aun con todo se atreven a tirar la primera pieda para condenar a inocentes.
«Abril es el mes de la eterna primavera, abril aunque muestre sombras de muerte, de opresión, de persecución, de descarte, de destierro, de muerte, semilla que se entierra como Jesús mismo vivió en acoso, persecución, tortura y muerte, mutilado por la conveniencia y abuso de las autoridades que lo llevaron a la muerte como un criminal siendo inocente, abril también es esperanza de promesas que se cumplen, clavado y mutilado sale airoso y victorioso que bajando a los infiernos sube a los cielos de la libertad, resucita y saca de la mazmorra la vida», dijo Somarriba.
«Esta es la realidad de todo abril, primavera donde Dios hace resurgir la libertad perdida, la esperanza cansada y la vida desde la muerte. Todo pueblo vivirá abril y sus dolores son de parto que culminaran en dar vida nueva», añadió el sacerdote al conmemorarse el séptimo aniversario del estallido social en Nicaragua.
Los hipócritas
Smarriba al referirse al pasaje de la mujer adúltera, recordó la hipocresía y la vergüenza con que actúan muchos que se hacen llamar mesías de los pueblos, que «solo demuestran lo que su verborrea escupe, su falta de empatía, su falta en clara instancia, su gran falta de amor y compasión que no existen en su repertorio, virtudes que claramente no existen en su corazón. La claridad de Jesús revela que los hipócritas y los sinvergüenzas tiene una frialdad calculada y cínica y que por corazón tienen una piedra. Esta dureza de corazón es lo que Jesús denuncia».
En la historia, esta mujer es llevada ante Jesús por los escribas y fariseos, quienes la acusan de adulterio, un pecado que según la ley de Moisés merecía la muerte por lapidación. Sin embargo, Jesús desafía a los acusadores con la célebre respuesta: «El que de ustedes esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella.» Al final, los acusadores se retiran, y Jesús, mostrando misericordia, no la condena, sino que la invita a abandonar su vida de pecado. «Esta misma oferta está muy presente hoy para los que hoy siguen adulterando la paz, la libertad y lo soberanía de sus pueblos, Jesús ofrece la única alternativa para que abril no sea un tiempo de oscuridad, condena y muerte, sino la primavera de luz y resurrección», dijo Somarriba.
Añadió que el evangelio describe a una mujer indefensa enfrentada sola a la ignominia de la mentira y de la falsedad. ¿Dónde estaba su compañero de pecado? ¿Solamente los débiles -en este caso la mujer- son los culpables? «Para los que hacen las leyes y las manipulan sí, pero para Dios, y así lo entiende Jesús, no es cuestión de buscar culpables, sino de rehacer la vida, de encontrar salida hacia la liberación y la gracia», dijo.
Asimismo Somarriba indicó que los acusadores buscan afirmar su justicia propia a través de la condena usando la ley como arma para sus propósitos. «Los pueblos a menudo son injustamente acusados o castigados por regímenes autoritarios que se erigen como jueces supremos. Estos líderes usan la ley y el poder para oprimir y silenciar cualquier forma de disidencia, ocultando sus propios defectos y manipulaciones», señaló.
El sacerdote dijo que los acusadores de la mujer ignoran sus propias faltas mientras insisten en la ejecución de la justicia contra ella. «Los opresores, como algunos regímenes en la historia y en el mundo actual, se presentan como defensores de la justicia y el orden, pero a menudo son ellos quienes perpetúan la injusticia, el abuso de poder y la violación de los derechos humanos».
El padre dijo que este pasaje es el recordatorio poderoso de que la verdadera justicia no reside en la condena, sino en la misericordia y el reconocimiento de la humanidad de cada persona.
«En un mundo donde demasiadas veces la hipocresía y la opresión prevalecen, este pasaje nos desafía a buscar soluciones que promuevan la reconciliación, el respeto y la paz. Los líderes y opresores están llamados a reconocer sus propias faltas y abrazar un camino de justicia y compasión genuinas, permitiendo que los pueblos encuentren el refugio y la libertad que merecen. Ojalá escuchen hoy la voz de Dios y no presten oídos sordos a su palabra», indicó Somarriba.