El padre Marcos Somarriba, párroco de la iglesia Santa Agatha, afirmó el domingo en su homilía que la iglesia de Jesús no negocia su fe ni se vende a los tiranos y mucho menos intenta «cogobernar» con quienes oprimen los derechos de los pueblos.
Al hablar del evangelio de la Transfiguración de Jesús, Somarriba aseguró que es un episodio que puede iluminar, fortalecer y ayudar a encontrar el valor para vencer las crisis y a los que las provocan despiadadamente. ¿Cómo sucede la transfiguración y cuál es la reacción de los discípulos ante esta experiencia?.
Somarriba dijo que «el temor, el miedo como el que se vive las familias, pueblos y naciones paraliza, divide y se esconde detrás de varias máscaras disfrazadas de amor, por eso el acostumbrado y manipulado lenguaje con que se expresan los caifases y Herodes, alacranes modernos, se disfrazan con frases dulces que solo reflejan su propia amargura interna, se llenan la boca de palabras con lenguaje cristiano, espiritual y divino cuando su propio corazón esta vacío y vive sediento de sangre inocente».
Las máscaras
Añadió que el miedo acecha a los temerosos y vulnerables mientras se camufla, cubriendo la malicia con la apariencia de seguridad, calidez, amabilidad e incluso desinterés. «El miedo se aprovecha de amistades, matrimonios, familias, iglesias y lugares de trabajo, cuando se dejan comprar por algunas monedas de plata o unos dólares más a menudo sin que nadie se dé cuenta. El miedo es capaz de matar sin pistola, cubre bien sus huellas al menos por un tiempo ya que todo tiene caducidad, tarde o temprano se revelará».
En la transfiguración el anuncio de la pasión sumergió a los discípulos en una profunda crisis. Ellos se encontraban en medio de los pobres y oprimidos, en sus cabezas todo era confusión, perdidos como estaban en la propaganda del gobierno y en la religión oficial de la época que presentaban y siguen algunos con el mismo anuncio triunfalista para colocarse siempre en los mismos puestos y con el mismo control y poder que hace daño y receta solo caos y muerte.
Esto porque la religión oficial enseñaba que el Mesías sería glorioso y victorioso, mentalidad triunfalista y fatalista a la vez. Y es por esto por lo que Pedro reacciona con mucha fuerza contra la cruz. Un condenado a la muerte de cruz no podía ser el Mesías, al contrario, según la Ley de Dios, debía ser considerado como un “maldito de Dios».
«Un pueblo crucificado, condenado al exilio, condenado a muerte no puede sucumbir ante tanta desgracia impuesta, este pueblo tiene que poner sus esperanzas y confianza en que junto al Mesías sufriente, perseguido y asesinado siendo inocente resucitará, saldrá de las sombras de muerte donde le han sumergido; Jesús pasó por caminos de sufrimiento y muerte pero se levantó, resucitó; las personas no se pueden dar por vencidas, porque nuestros pueblos son hermosos y valientes, saben de fe y de esperanza, saben de Dios y saben que Dios siempre tiene la última palabra que nos invita a escuchar hoy, es su Hijo, palabra de Dios, quien nos ama y ha dado la vida por todos en una muerte en cruz», dijo Somarriba.
En el principio de la predicación de los discípulos, la cruz constituía un gran impedimento para la aceptación de Jesús como Mesías por parte de las autoridades. ¿Cómo podría ser que un crucificado, muerto como un marginado, pudiese ser el gran Mesías esperado por siglos por el pueblo?, reflexionó nuevamente el sacerdote.
Y trayendo el evangelio al presente indicó: muchos se cuestionan y preguntan ¿cómo un pueblo estando condenado por leyes a conveniencia del mejor postor y abusador, como estando crucificados por los que tienen las armas, el poder corrupto y el dinero mal habido, como habiendo sido asesinados por el hermano cruel y sin corazón y marginado, echado como errante en caminos extraños puede resucitar?…
«En Jesús, se están realizando las profecías del antiguo Testamento. Es Jesús quien nos presenta con su vida la verdadera liberación, Jesús es el único quien nos puede hacer lograr la libertad y el reencuentro entre hermanos, Jesús es el único medio por el cual volveremos a ser pueblo de Dios, nación consagrada, nación santa, pueblo de su propiedad. Nadie puede erigirse a si mismo dueño o capataz/verdugo de un pueblo pensando que es como su propia finca donde trata a todos como bestias. Hay que escuchar hoy la voz del Padre, la voz de Jesús, no endurezcamos el corazón», explicó Somarriba.
La iglesia perseguida que no negocia su fe
El padre Marcos dijo quen en aquella sociedad, en la de Jesús el anuncio del Reino no era tolerado, por eso era perseguido como lo es su Iglesia hoy en día, perseguida por escuchar la voz de Jesús y no prestar atención a voces extrañas que desentonan con la palabra de Dios.
«Y por tanto o Jesús cambiaba o ¡sería muerto!, la alternativa todavía existe hoy, a los hijos de Dios se les receta lo mismo: dicen los opresores: ¡O cambian para el lado nuestro o muerte! Jesús no cambió el anuncio, la iglesia de Jesucristo no puede cambiar el anuncio de Jesús, la Iglesia de Jesucristo no negocia su fe, no negocia la doctrina de Jesús, la iglesia de Jesucristo no negocia con los poseídos y con los demonios, la iglesia de Jesucristo expulsa, vence y hace desaparecer a los demonios», recordó Somarriba.
«La iglesia -añadió- no es una entidad diplomática, es el cuerpo de Cristo que derrama su sangre para perdonar y para ser instrumento de salvación, no es mediadora diplomática para co-gobernar junto a cualquier diablo».
Asimismo dijo que Jesús continuó siendo fiel al Padre y a los pobres y menos no puede hacer la iglesia de Jesucristo. «¡Por esto Jesús fue condenado a muerte! Y por eso seguirá siendo condenada y perseguida la iglesia que es el cuerpo de Cristo. Jesús le dio sentido a la cruz, es el emblema, el estandarte que anuncia el Amor del Padre para con nosotros y nuestro propio amor por el prójimo, si falta uno de estos dos leños, faltara todo, faltara el amor de Dios y faltara el amor al prójimo», concluyó.