El párroco de la Iglesia Santa Agatha, Marcos Somarriba, se refirió al pasaje en el cual Jesús dijo: “Amen a sus enemigos” e indicó que para el cristiano de verdad se trata de uno de los caminos y acciones más difíciles de cumplir, pero explicó que se puede lograr, sin convertirse en alguien que acepta el mal.

«¿Quién puede o quiere perdonar a alguien que te ha hecho tanto mal?, preguntó Somarriba, quien señaló que Jesús no solo comprende esto, sino que también cree en los cristianos que deben saber distinguir entre el mal y quien lo hace.

«El llamado de Jesús a amar a nuestros enemigos es, indudablemente, una de las enseñanzas más retadoras que nos invita a confrontar nuestras propias actitudes hacia el odio y la violencia. Amar a un enemigo o a un opresor no significa aceptar sus acciones, sino reconocer la humanidad detrás de sus defectos, mientras se pone en primer plano la defensa de los derechos y la dignidad de los que sufren a causa de ellos», explicó.

Una fotografía de los opresores

En ese sentido Somarriba descifró la lista de defectos y malas virtudes que comúnmente se asocian con gente que hace mucho daño y a la vez son fuente y origen de opresión y persecución de muchos en los actuales tiempos y en pueblos enteros. «Todos los enemigos de la humanidad presentan malos hábitos y comportamientos que denigran y deshumanizan a las personas. He aquí algunas agendas que hacen daño:

Autoritarismo: Imposición de un control absoluto sobre el poder político, restringiendo libertades y derechos civiles.

La Represión: Uso de la violencia, intimidación y opresión para silenciar a la oposición y mantener el control.

La Corrupción: Apropiación indebida de recursos del estado, desvío de fondos públicos y enriquecimiento personal a expensas del pueblo.

La Deshumanización: Negación de la dignidad y derechos humanos de los ciudadanos, viéndolos como meros instrumentos en vez de seres humanos con valor.

La Manipulación de la Información: Control de los medios de comunicación y propaganda para distorsionar la verdad y limitar la libertad de expresión.

La Falta de Responsabilidad: Evitación de la rendición de cuentas, actuando con impunidad y sin temor a las consecuencias por sus acciones.

La División Social: Promoción de la discordia entre diferentes grupos de la sociedad para debilitar la oposición y cimentar su propio poder.

La Violación de Derechos Humanos: Actos sistemáticos de tortura, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y otras formas de abuso a los ciudadanos.

El Miedo y la Coacción: Creación de un clima de miedo en el que los ciudadanos temen actuar o hablar en contra del régimen.

La Negación de la Justicia: Manipulación del sistema judicial para servir a sus intereses, obstaculizando la justicia para los oprimidos.

El Populismo Falso: Uso de discursos populistas para ganar apoyo, pero sin un compromiso genuino con el bienestar de la gente.

La Desigualdad Económica: Creación de una brecha significativa entre ricos y pobres, donde el bienestar de unos pocos se logra a expensas de la mayoría.

El Desprestigio de los Opositores: Campañas sistemáticas para desacreditar a opositores políticos y activistas, minando su credibilidad y apoyo en la comunidad.

El Exilio Forzado: Obligación de los opositores y críticos a huir del país para evitar la persecución, lo que lleva a la pérdida de talento y liderazgo en la nación, de esta manera se empobrece y se domina a un pueblo.

La Manipulación de la Religión: Uso de la religión como herramienta para justificar el poder o deslegitimar a los opositores, distorsionando su mensaje y propósito, así no les gusta escuchar la verdad que incomoda.

El efecto en las sociedades

Somarriba dijo que estos defectos y malas virtudes no solo afectan a los individuos y sus libertades, sino que también erosionan el tejido de la sociedad y destruyen la esperanza de los pueblos. Añadió que la lucha contra estos comportamientos requiere un fuerte compromiso colectivo, solidaridad y valentía para abogar por la justicia y la dignidad de cada persona.

«El llamado de Jesús a amar a sus enemigos es uno de los aspectos más desafiantes de su enseñanza, especialmente cuando se trata de figuras opresivas como dictadores que perpetúan el sufrimiento, el desplazamiento y la violencia contra sus propios ciudadanos. Este principio, sin embargo, puede ser entendido en un contexto más amplio que invite a la reflexión y a la práctica de la justicia», dijo el sacerdote.

En la misma línea planteó algunas maneras de concretar este llamado en un contexto de opresión y entre ellas está el poder distinguir entre la persona y sus a.cciones

«Amar a un enemigo no significa aprobar o reconciliarse con sus acciones. Se trata de reconocer la dignidad intrínseca de cada persona, incluso de aquellos que hacen el mal, y entender que, en el fondo, ellos también son hijos de Dios y que Jesús reconoce que estas personas aparte del mal que causan tienen la capacidad de hacer tanto bien también aun cuando en su ceguera voluntaria no lo ven», dijo.

«Se puede orar por la conversión del corazón de esa persona, pidiendo a Dios que les ayude a ver la verdad y a cambiar sus caminos. Este tipo de amor desafía a la comunidad a buscar el bien incluso en aquellos que actúan de manera destructiva. No podemos permitirnos caer al nivel de los malvados, eso sería desastroso porque en pocas palabras, hemos caído en sus garras y en sus males, nos hemos embarrado en su lodo, mugre», añadió.

Responder a la injusticia con valentía

Asimismo Somarriba dijo que amar no significa ser pasivo. La respuesta al abuso y la opresión puede tomar la forma de paz activa, donde se denuncia públicamente la injusticia y se luchan por los derechos de los que han sido silenciados.

«A lo largo de la historia, muchos profetas y líderes religiosos han llamado a la justicia desde un lugar de amor genuino por su comunidad, incluso cuando su mensaje era incomprendido o rechazado por aquellos en el poder. Se nos invita a ver el perdón como una liberación personal y comunitaria», expresó Somarriba.

Sostuvo que la actitud de perdón y el amor hacia un enemigo puede comenzar por liberar el corazón de la amargura y el rencor. «Esto no significa olvidar ni aceptar el mal, pero sí significa que el odio no gobierne nuestro corazón, no podemos caer a la bajeza y mugre de los victimarios», recomendó.

Somarriba finalizó pidiendo que se haga en oración por la paz y la justicia, de manera tak que Dios se manifieste y actúe en las vidas de aquellos que perpetúan el mal.

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