El padre Marcos Somarriba, parroco de la iglesia Santa Agatha en Miami, dijo que el contexto actual exige más a los creyentes para ser aún cercanos a los que sufren en medio de la opresión, persecusión y el exillio, porque la iglesia no puede ser aliada ni de ladrones ni de opresores.
El sacerdote inició su homilía haciendo referencia al evangelio sonbre la presentación de Jesús en el templo y el pasaje del libro de Malaquías, donde el pueblo judío se preguntaba dónde estaba Dios en medio de su sufrimiento.
Sobre la presentación de Jesús dijo que se trata de un evento que no solo es una manifestación de la obediencia de María y José a la ley judía, sino que también encierra profundas realidades teológicas y sociales que resuenan en el contexto actual, especialmente en el de la Iglesia perseguida y marginada.
¿Dónde está Dios ante tanta injusticia?
Mientras que al referirse al libro de Malaquías, Somarriba relacionó ¿dónde está Dios en medio del sufrimiento con la realidad que viven muchos países en el Caribe y Latinoamérica, donde la opresión, la persecución y la pobreza.
Somarriba dijo que al presentarse Jesús en el templo, el redentor ha entrado en la vida de cada cristiano y en entonces cabe preguntar: «¿y nosotros, que le podemos presentar a Jesús?»
«El pueblo de Dios en tiempos de la presentación de Jesús en el templo vivía con una esperanza de ver la luz del día, de ser un pueblo libre de la esclavitud no solo del pecado sino de la opresión y la maldad del ser humano contra el ser humano», dijo.
«El oráculo de Malaquías se cumplió con la venida de Jesús. Él ha entrado en el templo que debería haber sido ´casa de oración para toda la gente´ y que los sacerdotes y levitas habían convertido en ´cueva de ladrones´», añadió Somarriba.
Pedrada a los acomodados que le sirven a la dictadura
Y por eso aseguró que «no podemos dejar de presentar la realidad que viven nuestros pueblos en el Caribe, Centro y Suramérica ante Dios, vivimos bajo el acecho y dominación de ladrones, de corruptos, los hay aún, vergonzosamente dentro de la religión institucionalizada».
Agregó en esa misma línea que también son «ladrones que siguen robando las esperanzas del pueblo de Dios, siguen robando la libertad y la paz del pueblo de Dios, así como los levitas del tiempo de Jesús hay muchos ladrones que desde sus cuevas sociales dominan por la fuerza y capricho, roban la dignidad y los derechos del pueblo de Dios».
Recordó que al presentar a Jesús en el templo convirtió el cuerpo de cada ser humano en una «vasija» donde el Señor vive y por eso, quienes dañan el cuerpo humano, están ofendiendo la casa de Dios.
«Violentar, robar y destruir esta vasija es el pecado y la ofensa más grande que se puede cometer contra el Dios que vive dentro. Hay de aquellos corruptos y ladrones de la dignidad humana, sus propios actos los llevaran a gehena (el infierno) donde el fuego arde y no se acaba» afirmó Somarriba.
En ese sentido el sacerdote dijo que en tiempos de persecución y marginación, es importante permanecer firmes la fe y la esperanza. «La fe no es solo un acto individual; es también un compromiso colectivo. Solo el pueblo salva al pueblo, como pueblo de Dios esta obligación nos abraza», aseguró.
«La iglesia debe ser refugio de vulnerables, no cueva de ladrones»
Asimismo explicó que al entrar al Templo, Jesús se encuentran con Simeón y Ana, quienes representan a aquellos que han estado esperando la redención de Israel. «Su presencia en el relato subraya la importancia de la esperanza y la perseverancia en la fe, incluso en tiempos de opresión, cárcel y persecución», indicó Somarriba.
«En muchas naciones, la iglesia está llamada a vivir como Simeón y Ana, esperando con paciencia y fe, incluso cuando enfrentan la represión. Simeón y Ana, siendo personas mayores, nos muestran que la búsqueda de la justicia y la redención no tiene edad y que la perseverancia en la oración es fundamental», dijo.
Añadió que la iglesia está llamada a ser refugio y protectora de los más vulnerables, «no iglesia aliada de los que ladrones que desde sus cuevas compran y manipulan conciencias para mantenerse el poder y el robo de lo que no les pertenece».
«En un mundo donde la opresión se disfraza de autoridad y la injusticia se presenta en muchas formas, Jesús se convierte en la luz que ilumina la verdad. Su vida y enseñanzas invitan a los creyentes a ser agentes de esa luz, abogando por aquellos que son marginados, excluidos o perseguidos», sostuvo Somarriba.