El dictador Daniel Ortega confirmó a Julio César Avilés como jefe del ejército sandinista por un período más, con el cual sumará más de 20 años en el cargo. Es la cuarta designación consecutiva en el cargo para Avilés y la primera por un periodo de seis años, como consecuencia de la reforma constitucional ordenada por Daniel Ortega en noviembre pasado para prolongar el mandato de los jefes de la guardia y el ejército a su servicio.
La ratificación del nombramiento se publicó en La Gaceta el 21 de diciembre, a través del acuerdo dictatorial 2025 2024 que ordena «nombrar en el cargo de comandante en jefe del Ejército de Nicaragua al general Julio César Avilés Castillo, por un periodo de seis años, debiendo tomar posesión de su cargo el día 21 de febrero de 2025». Viajes a Nicaragua
Avilés recibió el mando del ejército sandinista en 2010. Debía haber dejado su puesto en 2015 según las normas de rotación interna del cuerpo castrense, pero la con Ortega se instauró la práctica de la reelección y, desde entonces, ha continuado ejerciendo el cargo.
Su nuevo nombramiento para el periodo 2025-2031 refuerza la idea de una militarización estructural del poder en el país. Este periodo que iniciará en febrero coincidirá con entrada en vigor de las reformas constitucionales que otorgan el control absoluto del Estado a la pareja dictatorial.
Ortega garantiza lealtad y Avilés sus negocios
Desde su primer nombramiento en 2009, la relación entre Ortega y las Fuerzas Armadas ha sido un factor fundamental para la estabilidad del régimen sandinista. En sus dos primeras reelecciones, en 2015 y 2020, Avilés fue un pilar clave para la lealtad militar al régimen.
Sin embargo, con este nuevo nombramiento, Ortega no solo asegura el respaldo militar para su administración, sino que también impone una visión autoritaria en el Ejército, donde la rotación de mandos parece ser una práctica olvidada.
La decisión de mantener a Avilés en el poder refleja la política de control y subordinación de las instituciones estatales a la voluntad presidencial, independientemente de lo que dictan las normas de la Constitución de Nicaragua. La permanencia de un solo líder militar en el cargo durante más de dos décadas es un claro signo de la falta de alternancia y pluralidad, elementos fundamentales para cualquier democracia.