La «escoba» de la dictadura de Nicaragua, sigue activa y desechando indiscriminadamente a los empleados públicos. Desde el anuncio de un «reordenamiento» en el sector público, la maligna co-dictadora Rosario Murillo ha barrido hasta con generales del ejército sandinista.

Desde el inicio de agosto, Nicaragua enfrenta una serie de despidos masivos y reordenamientos en el sector público, dirigidos por una vociferante y endiablada Murillo.

La perversa inició la semana anunciando guillotina: “Esta semana estamos evaluando programas, contenidos, objetivos y metas en distintos ámbitos”.

“Priorizamos la instrucción presidencial de custodiar la paz y asegurar el pleno cumplimiento de nuestro Plan de lucha contra la pobreza…”, dijo.

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Rosario Murillo
La co-dictadora Rosario Murillo, cada día que pasa se torna más mal encarada, frustrada y maligna, tal y como lo refleja su descompuesto rostro septuagenario.

Los berreos sibilinos de la co-dictadora

Luego, pasó a la rabia ante la denuncia de los despidos masivos y sacó a relucir sus cada vez más tóxicos mensajes de odio.

«Vamos adelante, ordenando para ser más eficientes, avanzando para ser más eficientes. Ordenar quiere decir mejorar… quiere decir organizar mejor… avanzar. Ordenar quiere decir cumplir a nuestro pueblo», despotricó.

Luego, estalló en sus intestinales insultos a quienes denuncian sus purgas: «buitres», «malignos», «condenados», «perdedores» y más.

«Nadie, nadie absolutamente, compra las patrañas, las mentiras, las calumnias, las obsesiones fratricidas, y sobre todo, las obsesiones productos de una frustración y una vida de frustración».

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A la co-dictadora se le escapan las palabras

Murillo vomitó sus rabias con voz sibilina, notándose el esfuerzo por la dicción en una lengua sin control, quizás por las piezas dentales perdidas irremediablemente a 73 años.

Las medidas de despidos, que afectan a todas las instancias del gobierno, desde alcaldías y oficinas autónomas hasta ministerios, la cancillería, las fuerzas de seguridad y demás entidades públicas, ha generado incertidumbre entre los empleados estatales.

Según Murillo, los despidos buscan hacer más eficiente el aparato burocrático, y ha dejado claro que no se detendrá hasta completar los cambios necesarios.

Entre los últimos afectados por esta purga destaca el general de brigada Rigoberto Balladares Sandoval, ex jefe de la Dirección de Información para la Defensa (DID) del Ejército sandinista, un puesto que había ocupado durante 14 años.

La orden de remoción fue dada directamente en julio pasado por Murillo y transmitida al Ejército a través del general Julio César Avilés, jefe de la guardia.

Balladares fue suspendido temporalmente en junio, en medio de una investigación, y un mes después se concretó su salida definitiva.

Extirpa generales y escoltas cual piezas dentales con caries

Aunque su pase a retiro y la designación de su sustituto, el coronel Álvaro Peña Núñez, no han sido oficializados, la decisión ya se ejecutó internamente.

La caída estrepitosa de Balladeras es la segunda de gran importancia dentro de las fuerzas de seguridad, luego de la salida calamitosa del comisionado general Marcos Acuña, el guardia que por más de 25 años le cuidó las espaldas al dictador Daniel Ortega

Este reordenamiento en el Estado y las Fuerzas Armadas de Nicaragua refleja el férreo control que Murillo busca ejercer en todas las esferas del poder, consolidando su influencia y asegurando que ninguna figura, por poderosa que sea, esté a salvo de sus decisiones.

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