No fue un habitual mensaje de homilía ni citas bíblicas, pero el discurso del sacerdote Benito Martínez conmovió a toda la audiencia que se congregó este miércoles 15 de mayo durante la entrega del Premio Libertad 2024 al obispo nicaragüense Rolando Álvarez.
El premio es un reconocimiento del Instituto Republicano Internacional (IRI) otorgado en Washington a Álvarez, por su infatigable lucha en defensa de la libertad religiosa y política en Nicaragua.
Sin embargo, en ausencia del venerado obispo, lo recibió el sacerdote Martínez, quien también ha compartido la misma lucha y prisión que Monseñor Álvarez, por lo cual ambos fueron desterrados por la dictadura Ortega-Murillo.
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Padre Benito Martínez recuerda a miles de víctimas de los sandinistas
El padre Martínez recordó los sacrificios y la valentía de miles de nicaragüensese que han luchado por una Nicaragua libre desde los años 80, contra la dictadura sandinista en dos épocas.
«Lo recibo en nombre de los más de 75,000 adolescentes y jóvenes que murieron llevados a la fuerza a la guerra durante el primer período de desgobierno sandinista entre los años 1980 y 1990», exclamó con profunda convicción.
El sacerdote rememoró a los prisioneros políticos, a las familias devastadas por la violencia política de los sandinistas y a aquellos que han sido forzados a abandonar su tierra en busca de un futuro más prometedor.
«Recibo esta distinción en memoria de las familias que, junto con sus hijos, fueron quemadas vivas en el barrio Carlos Marx de Managua», declaró, conmoviendo a los presentes con la crudeza de la realidad nicaragüense bajo dictadura sandinista.
También honró a las madres de los estudiantes asesinados en la masacre del 30 de mayo por paramilitares cubanos desde el estadio donado por Taiwán.
Crítica a obispos y al propio papa Francisco
Martínez concluyó su discurso con un llamado a la acción y la solidaridad internacional, junto a una crítica a los obispos de su iglesia:
Para él, en la actual circunstancias políticas que sufre Nicaragua, se siente la ausencia de dos personas: El papa Juan Pablo II y el presidente Ronald Reagan.
Las palabras del sacerdote Benito Martínez resonaron más allá de las paredes de la sala, recordando al mundo la urgencia de la solidaridad y la acción frente a la injusticia y la opresión.