La izquierda demostró sus contrastes en Latinoamérica en su forma de reaccionar ante la nueva crisis política e institucional de Perú esta semana, cuando el hoy expresidente Pedro Castillo anunció la disolución del Congreso, fue detenido, y sustituido bajo la acusación de rebelión, según los analistas.

Castillo, un maestro de escuela que ganó la presidencia de Perú por un estrecho margen en 2021, disolvió el miércoles el Congreso, declaró un gobierno de excepción, llamando a nuevas elecciones y a la reorganización de los máximos poderes del Estado.

Tras sus anuncios, el Parlamento declaró una moción de vacancia en su contra antes de designar como jefa de Estado a la exvicepresidenta Dina Boluarte, de 60 años, la primera mujer en ocupar el máximo cargo del ejecutivo en Perú.

Las autoridades detuvieron a Castillo, mientras que la fuerza militar y el Poder Judicial respaldó al nuevo gobierno.

Primeras reacciones

Las reacciones de sus homólogos en el continente llegaron a cuentagotas, en Twitter y en comunicados breves de sus cancillerías. Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, amigo de Castillo y también líder de la izquierda, apeló al principio de “no intervención y la autodeterminación de los pueblos” antes de opinar.

“Sin embargo, consideramos lamentable que por intereses de las élites económicas y políticas, desde el comienzo de la presidencia legítima de Pedro Castillo, se haya mantenido un ambiente de confrontación y hostilidad en su contra hasta llevarlo a tomar decisiones que le han servido a sus adversarios para consumar su destitución”, comentó en Twitter.

López Obrador pidió respeto a los derechos humanos y estabilidad democrática en Perú, antes de que su embajador en Lima recibiera del propio Castillo una petición formal de asilo el jueves.

Una postura similar asumió Gustavo Petro, presidente de Colombia y también líder de la izquierda en su país. En una decena de tuits, opinó que Castillo “se equivocó” al tratar de disolver un Congreso “que ya había decidido destituirlo sin respetar la voluntad popular”.

“Por ser profesor de la Sierra y presidente de elección popular fue arrinconado desde el primer día. No logró la movilización del pueblo que lo eligió, se dejó llevar a un suicidio político y democrático”, valoró Petro, antes de recordar los “golpes parlamentarios” de Paraguay y Honduras, así como el derrocamiento del expresidente chileno Salvador Allende.

Nicolás Maduro, presidente venezolano cuya legitimidad discuten sus opositores desde 2019 y un político de izquierda que no demostró una relación estrecha con Castillo, acusó a “la oligarquía limeña” de “sacar sus garras y completar su tarea” de derrocarlo.

“No nos metemos en los asuntos internos de ningún país, solo hago una reflexión. Espero que el pueblo peruano, en el marco de su Constitución, consiga más temprano que tarde su camino de liberación, democracia verdadera, realización plena”, dijo en un acto público.

Su aliado más cercano, el presidente de Cuba Miguel Díaz Canel, dijo en su cuenta de Twitter que «la situación en Perú es resultado de un proceso dirigido por las oligarquías dominantes para subvertir la voluntad popular que había elegido a su gobierno de acuerdo con el ordenamiento legal peruano».

El mandatario cubano dijo que su gobierno «defiende el principio de no injerencia en los asuntos internos de los Estados y señala que corresponde al pueblo peruano hallar soluciones a sus desafíos por sí mismo, en virtud de sus legítimos intereses, decisiones que deben ser respetadas».

Una posición más moderada exhibió el presidente chileno, también de izquierda, Gabriel Boric. Su cancillería lamentó la crisis política de Perú y expresó sus deseos de que se pudiera resolver “a través de mecanismos democráticos y el respeto al Estado de derecho”.

“Nuestro país hace un llamado enfático a que se respeten los derechos humanos y las libertades fundamentales, y reafirma su compromiso con la democracia y el diálogo como el camino para superar este complejo momento”, agregó su comunicado desde Chile.

Doble rasero

La dicotomía en las valoraciones de jefes de Estado como Boric, Petro y López Obrador permite ver “el contraste” entre una izquierda más pragmática y otra por lo menos más osada para opinar sobre asuntos internos de cada país cuando atañen a dirigentes de su misma ideología, diagnostica el experto en relaciones internacionales Luis Peche Arteaga.

“Parece un doble rasero para la izquierda latinoamericana sobre el rompimiento del orden constitucional. En otras ocasiones, dependiendo de lo que suceda, muchos de ellos apelan al principio de no injerencia en asuntos internos, pero, en esta oportunidad, están varios de ellos metidos en la situación, calificándola”, dijo en conversación con la Voz de América.

En otros momentos, apuntó Peche Arteaga, líderes como López Obrador y Petro han sido prudentes ante situaciones de posibles violaciones de derechos humanos o inestabilidad democrática e institucional en naciones como Venezuela y Nicaragua.

“Algunos de estos líderes apelaban a ese principio de la autodeterminación de los pueblos para hacerse de la vista gorda ante lo que estaba sucediendo”, subrayó el especialista.

Esas posturas disímiles ante la crisis en Perú “muestran una especie de fraccionamiento o que no existe tal cohesión entre los gobiernos de izquierda de la región como se pudiese ver a simple vista por la presencia de tantos líderes afines ideológicamente”, señaló.

Hay una izquierda que ha reaccionado “con su libreto clásico” de supuestas elites poderosas de la derecha y la prensa que adelantaron un llamado “golpe blando” en Perú, nota, por su parte, el especialista en asuntos internacionales Félix Gerardo Arellano.

Cree que con la caída de Castillo en Perú se derrumba “el mito del outsider” como una figura sólida dentro de la política latinoamericana y mundial, que generalmente se trata de asociar con una mayor pulcritud en la administración de los recursos del Estado.

“Castillo era una cara nueva para Perú, incluyendo su zona rural, Ayacucho. No era un gran líder político, sino un mediano líder sindicalista. Es ese mito de una cara nueva, sin habilidades de negociación y diálogo, sin conocimiento de la dinámica política”, advierte.

Arellano considera que el tiempo permitirá esclarecer los entretelones de los “graves errores políticos y estratégicos” cometidos por Castillo, no solo en sus últimas horas como dignatario, sino durante su año y medio de gestión, con hasta 5 gabinetes distintos.

“Es cierto que el Congreso fue agresivo, pero es cierto que Castillo fue de error en error. Fue un liderazgo muy mediocre. No todo outsider es la panacea”, aclaró Arellano, antes de estimar que las fuerzas políticas de Perú deben debatir en el futuro la posibilidad de eliminar la “espada de Damocles” que significa la moción de vacancia en Perú, a su entender.

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