VOZ DE AMÉRICA. Los dirigentes chinos están acusando a “fuerzas hostiles”, e incluso a extranjeros, de incitar las recientes manifestaciones en ciudades y universidades, que han presentado el mayor desafío interno al gobierno de Beijing desde las protestas de la Plaza de Tiananmen en 1989.

En juego está la legitimidad del Partido Comunista con el cuestionamiento de los manifestantes al manejo de la pandemia de COVID-19. El gobierno ha usado métodos represivos, como test masivos, cuarentenas y confinamientos que han resultado en un gran desempleo y pérdidas económicas.

Sorprendido, el gobierno está manejando la situación con cautela. Aunque se han reportado algunas instancias de violencia policial, la represión estatal no ha alcanzado la magnitud que inicialmente se temía.

El gobierno está recurriendo más a la propaganda para evocar sentimientos nacionalistas y usando métodos políticamente divisivos para hacer frente a algunos de los problemas resaltados por los manifestantes, dicen los analistas.

“Tenemos que acabar resueltamente con la actividades de infiltración y sabotaje de fuerzas hostiles de acuerdo con la ley, acabar resueltamente con los actos ilegales y criminales que trastornan el orden social y mantener la estabilidad”, dijo el martes la Comisión Central de Asuntos Políticos y Legales del Partido Comunista en un comunicado.

Análisis del conflicto

El analista político Zhiqun Zhu, de la Universidad de Bucknell, dijo que la nota es una referencia directa a fuerzas exteriores que tratan de avivar un conflicto político.

“Las definiciones de ‘actividades de infiltración’ y ‘sabotaje’ son muy amplias. Hasta un periodista extranjero reportando en el lugar es visto con sospecha”, explicó Zhu a la Voz de América. “Los mensajes y comentarios en las redes sociales sobre las potestas también son considerados como que añaden leña al fuego”.

“En este contexto, los extranjeros que hacen comentarios críticos sobre las protestas o entran en contacto con manifestantes son fácilmente culpados de instigar, dar forma y guiar las manifestaciones”, añadió.

Los analistas señalan que al culpar de las protestas a los extranjeros y los gobiernos extranjeros Beijing pueden alentar sentimientos nacionalistas que debilitan al movimiento de protestas.

Se calcula que hubo 43 protestas en 22 ciudades de China entre el sábado y el lunes, según el Instituto Australiano de Política Estratégica, y algunos analistas dicen que desde entonces las manifestaciones se han propagado a otras ciudades y pueblos.

Los dirigentes chinos están tratando de acceder a algunas de las demandas de los manifestantes con alivios a los confinamientos y cuarentenas por el COVID-19, y algunas áreas y restaurantes en la ciudad sureña de Guangzhou, un centro de manufacturas, reabrieron al miércoles, y se ha informado que otras áreas reabrirán también.

En lugar de reprimir a golpes a los manifestantes, una estrategia normal, la policía está ocupada en identificar a posibles rebeldes y revisando teléfonos para descubrir cuánto han circulado imágenes de las protestas en las redes sociales y si tuvieron acceso a plataformas prohibidas como Facebook y Twitter.

¿Continuarán las protestas?

No hay un consenso entre los analistas sobre si las protestas, que han demandado libertades democráticas y el fin de la censura, podrían continuar.

Zhu opina que “es improbable que haya nuevas protestas en gran escala en un futuro cercano”, debido al levantamiento de muchos controles por el COVID-19 y el alivio de la política de “cero COVID”.

Otros discrepan.

“Más protestas surgirán en los próximos días en diferentes partes de China, aunque las autoridades tratarán de contenerlas”, dijo Jagannath Panda, director del Centro de Estocolmo para asuntos del Sur de Asia y la región Indo Pacífico del Instituto para Política de Seguridad y Desarrollo de Suecia.

Panda afirma que “la imagen del Partido Comunista ha sufrido un duro golpe debido al desempleo generalizado y la represión del gobierno”.

Salih Hudayar, un líder activista de los musulmanes uigures de Xinjiang, dice que China podría incluso usar a los militares para aplastar al movimiento de protestas.

“El gobierno chino ya comenzó a reprimir a los manifestantes intimidando a muchos y arrestando a otros”, dijo Hudayar, primer ministro del autoproclamado Gobierno de Turquestán del Este en el Exilio.

Añadió que “como no hay un significativo apoyo político de la comunidad internacional, es altamente probable que el gobierno chino use fuerzas militares para acallar a las protestas en las próximas semanas o días”.

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