Washington, 3 sep (EFE News).- Expertos en salud de todo el mundo han elaborado un plan para decidir quién debe recibir primero la vacuna contra la COVID-19, pese a que aún se ignora cuándo podrá haber una inmunización segura y eficaz contra el coronavirus, según un artículo publicado este jueves en la revista Science.
«Cuando se desarrollen vacunas efectivas para la COVID-19, el suministro será inevitablemente escaso», han señalado los autores, que indican que la Organización Mundial de la Salud (OMS), autoridades en todo el mundo y los propios fabricantes «ya encaran la cuestión de cómo se asignarán esas vacunas en todos los países».
El artículo lo ha dirigido Ezekiel Emanuel, subdirector de Iniciativas Globales y director de Ética Medica y Políticas de Salud en la facultad de Medicina de la Universidad de Pensilvania.
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«La idea de distribuir las vacunas sobre la base de las poblaciones parece una estrategia equitativa», señala Emanuel, pero el hecho es que, agrega, «normalmente distribuimos las cosas sobre la base de cuán grave es el sufrimiento en un sitio dado y, en este caso, argumentamos que la medida primordial de sufrimiento debería ser el número de muertes prematuras que la vacuna evitaría».
Si bien no se ha avanzado mucho en el diseño de un marco único y global para la distribución de las vacunas de COVID-19, cuando las haya, ya se han planteado dos problemas, señala el artículo.
Por un lado, algunos expertos sostienen que el personal que trabaja en la salud y las poblaciones con riesgos más altos, como los mayores de 65 años, deberían recibir primero la inmunización, y la OMS indica que los países deben recibir dosis proporcionadas a su población.
Desde una perspectiva de ética médica, ambas estrategias tienen «fallas graves», sostiene Emanuel.
Distribución de vacuna contra la COVID-19 con Modelo de Prioridad Equitativo
Diecinueve expertos en salud global de todo el mundo han propuesto un plan de distribución de vacunas en tres fases, denominado Modelo de Prioridad Equitativo (MPE), que busca reducir las muertes prematuras y otras consecuencias irreversibles en la salud de los infectados por el coronavirus.
Estos expertos señalan que se deberían tener en cuenta tres valores fundamentales cuando llegue el momento de distribuir la vacuna de COVID-19 entre los países.
Estos valores son: beneficiar a la gente limitando el daño; dar prioridad a las poblaciones con desventajas, y asignar una preocupación moral igualitaria para todos los individuos.
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El modelo toma en consideración esos principios enfocándose en limitar los daños causados por COVID-19, como las muertes, los daños permanentes en los órganos, consecuencias indirectas como las presiones sobre los sistemas de salud y la destrucción económica.
Según el equipo de Emanuel, «de estas tres dimensiones la prevención de muertes, especialmente las muertes prematuras, es particularmente urgente», y es lo que enfoca la primera fase del MEP. El criterio de muertes prematuras por COVID-19 se determina en cada país calculando «los años de vida perdidos».
Para la segunda fase, los autores proponen que se tome en cuenta la mejoría económica en general y la medida en la cual se puede evitar que la población caiga en la pobreza.
En la tercera fase del MEP, se daría prioridad a los países con las tasas más altas de contagio «pero todos los países deberían, eventualmente, recibir vacunas suficientes para evitar los contagios, para lo cual se calcula que del 60 % al 70 % de la población debería ser inmune».
Lo que sugiere la OMS
El plan de la OMS, en cambio, comienza con la administración de la vacuna al 3 por ciento de la población, y continúa con una distribución proporcional a la población hasta que en todos los países esté vacunado el 20% de los habitantes.
Emanuel y sus colegas argumentan que, si bien este plan puede sostenerse políticamente, «presupone, erróneamente, que la igualdad requiere el trato idéntico a países situados de manera diferente, más que responder equitativamente a sus necesidades, que son diferentes».
Los autores también objetan la idea que da prioridad a los países según el número de su personal de salud en primera línea del combate a la COVID-19, la proporción de población mayor de 65 años y el número de personas con enfermedades simultáneas en cada país.
«Terminaríamos dando un montón de vacunas a los países ricos, lo cual no parece ser la meta de una distribución equitativa», señala Emanuel.