En las entrañas de Nicaragua, un nuevo capítulo oscuro se escribe bajo el mando siniestro del régimen Ortega-Murillo. Esta vez, el cañón rojinegro apunta a la sien de las Organizaciones no Gubernamentales (ONG).
Como en la trama sinuosa de El Padrino de Mario Puzo, donde la lealtad se compra y la traición se paga con sangre, las ONG ahora enfrentan una oferta que no pueden rechazar: o se alinean con la dictadura o ven cómo sus puertas se cierran para siempre.
El mediodía de este jueves, Rosario Murillo, la segunda en el mando, dejó caer el mensaje siciliano en sus medios oficialistas con la misma frialdad con la que Michael Corleone ordenó la purga de sus enemigos:
«Cada ONG deberá presentar un proyecto en alianza con el gobierno», sentenció, delineando un nuevo requisito que recuerda el estilo mafioso de control absoluto.
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ONG o forman parte de la Familia o fenecen
Este anuncio, disfrazado de «reorganización», es una declaración de guerra contra cualquier forma de autonomía en la sociedad civil.
Como en las escenas de Vito Corleone en su oficina, donde las decisiones más importantes se sellaban con beso de respeto en el anillo del Don, el régimen ha decidido que todas las ONG que busquen la aun tienen jurídica en Nicaragua deben someterse a la voluntad de la Familia Ortega-Murillo.
«El gobierno podrá aceptar o no las propuestas», advirtió Murillo, dejando claro que, al igual que los Corleone, el régimen no tolera la insubordinación ni la independencia.
La estrategia de Ortega y Murillo recuerda la célebre frase de Vito Corleone: «Un hombre que no pasa tiempo con su familia nunca será un hombre de verdad».
En este caso, las ONG son invitadas a formar parte de la «familia» en el poder, pero no de la manera que imaginaban.
Ahora, cada proyecto, cada actividad, cada financiamiento deberá ser aprobado por el Ministerio del Interior y la Cancillería, entidades que se han convertido en los guardianes de la lealtad hacia el clan del régimen.
Mensajes sicilianos y extorsión a ONG
Como un mensaje siciliano calculado, Ortega y Murillo han ordenado reformas legales que suprimen las exoneraciones fiscales que durante años permitieron a las ONG operar en el país.
Esta jugada, que recuerda los mensajes sicilianos de Michael Corleone, elimina cualquier ventaja económica para las organizaciones, obligándolas a pagar tributo al Estado por cada importación de alimentos o ropa destinados a los más necesitados o terminaran durmiendo con los peces. Es decir, ahogadas financieramente.
«No es nada personal, solo negocios. Necesitamos el dinero», parece susurrar el régimen mientras aniquila a las ONG que se niegan a someterse.
Desde 2018, más de 3,600 organizaciones han sido anuladas y despojadas de sus bienes, su existencia borrada de los libros contables.
Las acusaciones son siempre las mismas: obstaculizar el control del Estado, no reportar sus finanzas, no actualizar sus juntas directivas. Como si estuvieran siguiendo un guion escrito por los Corleone, el régimen se asegura de que no quede rastro de quienes osaron desafiar su poder.
Murillo lo dejó claro: «Una vez que el proyecto se desarrolle, el ONG puede proponer otra Alianza de Asociación», pero cada nuevo paso deberá cumplir con la legislación impuesta por el régimen.
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Venganza, ambición y destrucción del FSLN
Y como en la familia Corleone, aquellos que no se adaptan, aquellos que no muestran la lealtad debida, se encuentran con un destino sombrío.
La dictadura Ortega-Murillo ha demostrado ser una máquina de destrucción y robo implacable, donde cada movimiento está diseñado para consolidar el poder y eliminar cualquier forma de disidencia.
Al igual que en El Padrino, donde había plata para los amigos y plomo para los enemigos, las ONG en Nicaragua ahora deben decidir si se inclinan ante el poder y le besan el anillo al mafioso o enfrentan la extinción.
La mafia sandinista parece recordarles a las ONG un lema frío y criminal: «la venganza es un plato que se come frío». Aceptar la oferta y sobrevivir o pagar las consecuencias.
En este juego de sombras, donde el régimen controla cada paso, el final parece ya escrito, y no es uno feliz. Y no parecerá un accidente.