El dictador Daniel Ortega Saavedra, en un evento conmemorativo del 45 aniversario de la Fundación de la Fuerza Aérea del Ejército sandinista, desató su furia contra la comunidad internacional por no reconocer como «ganador» a Nicolás Maduro en las elecciones venezolanas del 28 de julio.
En un discurso plagado de retórica y falsedades, Ortega acusó a la «ultraderecha» de intentar socavar la legitimidad de unos comicios marcados por el fraude.
Ortega, conocido por su historial de violaciones a los derechos humanos y fraudes electorales en Nicaragua desde su retorno en 2007, afirmó sin pudor que las protestas y disturbios en Venezuela son maniobras de desestabilización premeditadas para desacreditar lo que él llama una «victoria clara» de Maduro.
«El germen diabólico de los que se dicen demócratas y no son más que tiranos que no respetan los votos del pueblo», vociferó Ortega, intentando desviar la atención de las críticas internacionales que otorgan la victoria a Edmundo González.
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Dictador berrea contra comunidad internacional
En una burda y sentimental alusión al fallecido dictador Hugo Chávez, Ortega intentó vincular la fecha de las elecciones venezolanas con el cumpleaños del «Comandante Eterno», proclamando que Chávez siempre «ganó todas las elecciones».
Esta narrativa, evidentemente construida para manipular emociones, omite las realidades de represión y pobreza que Chávez y su sucesor, Maduro, han impuesto en Venezuela desde 1999.
Ortega, en su arenga, se vanaglorió de haber estado presente durante la juramentación de Chávez y recordó el golpe de Estado de 2002, equiparando erróneamente la situación actual con aquel evento.
Según Ortega, la victoria de Maduro con un supuesto 51% de los votos «es irreversible», ignorando las denuncias de fraude y manipulación que han llevado a la mayoría de los países democráticos a rechazar los resultados.
Los dictadores conocen el desprecio internacional
El dictador nicaragüense no perdió la oportunidad de denigrar a los opositores, tildándolos de «títeres de la ultraderecha» y acusándolos de comprar a la gente humilde para fomentar disturbios.
Con ese discurso torcido, replicó el mismo discurso utilizado durante la crisis nicaragüense de 2018, cuando mandó a asesinar a 355 nicaragüenses.
Ortega pintó un cuadro de conspiración internacional, en el que numerosos gobiernos latinoamericanos habrían organizado un complot para «desacreditar las elecciones» en Venezuela.
La retórica de Ortega y su esposa, Rosario Murillo, es un reflejo de su propia estrategia de gobierno: manipulación de la verdad, represión violenta y perpetuación del poder a toda costa.
Este discurso no hace más que evidenciar la desesperación de un régimen que, al igual que el de Maduro, está cada vez más aislado y repudiado en el escenario internacional.