Por Café con Voz
HOMILÍA DEL XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Miami, 19 de julio de 2020
Queridos hermanos y hermanas:
Este domingo continuamos la lectura del capítulo 13 del evangelio de Mateo, en el cual el evangelista ha reunido diversas parábolas de Jesús. La liturgia nos propone hoy tres hermosas parábolas: la del trigo y la cizaña, la del grano de mostaza y la de la levadura en la masa (Mt 13,24-43).
La parábola del trigo y la cizaña habla de un hombre que sembró buena semilla en su campo, pero mientras sus trabajadores dormían, vino un enemigo suyo y sembró cizaña, una planta muy parecida al trigo, que crece como mala hierba en los sembrados y puede ser venenosa. Los trabajadores le preguntaron al dueño del sembrado si quería que fueran a arrancar la cizaña, pero el hombre contestó: “No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que ambos crezcan juntos hasta la siega” (Mt 13,29).
No todo es blanco y negro
Esta parábola enseña que en la vida no todo es blanco y negro. Lo positivo y lo negativo, el bien y el mal, la mentira y la verdad, la justicia y la injusticia se entremezclan en la historia. También el reino de Dios, anunciado por Jesús, crece a la sombra de la injusticia, de la incredulidad y del pecado. El reino no siempre es aceptado, sino que muchas veces es rechazado y hasta combatido. No se abre paso entre nosotros en modo triunfal y arrollador.
Monseñor Silvio José Báez
En nuestra propia vida, un día nos sentimos movidos por buenos sentimientos y capaces de sacrificarnos por amor, y al día siguiente podemos vernos dominados por la indiferencia y el egoísmo.
A veces acogemos al Señor con alegría y vivimos nuestra fe llenos de entusiasmo, otras veces la fe nos parece pesada, descuidamos la oración y pueden pasar largos días de indiferencia y olvido de Dios. En la misma Iglesia experimentamos continuamente mucha bondad, generosidad y sacrificio, pero al mismo tiempo constatamos con dolor que también hay egoísmo, escándalos y hasta pecados graves. El trigo y la cizaña crecen juntos.
El Bien y el Mal
En la historia sucede igual. Se hacen muchos esfuerzos por conseguir la paz y por cuidar en modo responsable del planeta, hay personas e instituciones que luchan contra el hambre en el mundo y defienden los derechos humanos.
Al mismo tiempo nos sorprendemos de ver tanta gente injusta y ambiciosa que daña a los demás, grupos racistas, organizaciones de crimen organizado o de trata de personas.
Hay gente que hace el bien y otros que hacen el mal. En estos días, por ejemplo, hemos escuchado en las noticias que mientras hay científicos que investigan por tener pronto una vacuna contra el coronavirus, hay espías que hakean los sistemas informáticos para robar los resultados de la investigación.
Dictaduras corruptas y sangrientas
Los procesos históricos también están hechos de trigo y cizaña. Todos conocemos por experiencia lo que ha sucedido en algunos de nuestros países con ciertos procesos políticos que se hacen llamar “revoluciones”. En sus inicios suscitaron mucha esperanza y pudieron haber traído justicia y desarrollo a nuestros pueblos, pero se pervirtieron, convirtiéndose en dictaduras corruptas y sangrientas que han sumido a nuestra gente en la miseria y han provocado mucho dolor y muerte. Sin embargo, aún en medio de la represión y la falta de libertades, nuestros pueblos conservan su dignidad, no se resignan y luchan por su liberación.
Monseñor Silvio José Báez
Delante de esta misteriosa convivencia de trigo y cizaña, de mal y bien, en la historia, podemos caer en la tentación de la impaciencia, como los que querían arrancar la cizaña en la parábola, corriendo el riesgo de arrancar también el trigo.
La impaciencia histórica nos puede llenar de pesimismo y de intolerancia, que en el peor de los casos lleva a combatir el mal con el mal. Es necesario educarnos en la paciencia de Dios y en sus tiempos, que nunca son los nuestros. Dios no destruye a sus enemigos ni se impacienta airado frente al mal que cometemos, sino que actúa siempre con bondad y justicia, con una eficacia infinitamente superior a la de las fuerzas del mal. La parábola nos invita a no precipitarnos, a no dejarnos llevar ni por la desesperanza ni por la intolerancia, confiando siempre en el bien y en la fuerza de Dios quien al final triunfará sobre todas las manifestaciones del mal.
Ni pasividad ni indiferencia
Esto no significa ignorar la diferencia radical que hay entre el trigo y la cizaña, entre el bien y el mal, entre el justo y el injusto, entre la víctima y sus torturadores. La parábola no es una invitación a la pasividad y a la indiferencia. Todo discípulo de Jesús está llamado a denunciar el mal y a no ser esclavo de él. Lo que no podemos es dejarnos llevar por la emoción, la precipitación irresponsable, el miedo y mucho menos por la violencia. Debemos actuar siempre animados por la firme esperanza en la cosecha de Dios, quien al final separará el trigo de la cizaña y almacenará el trigo en su granero (cf. Mt 13,30), haciendo resplandecer todo el bien sembrado por la humanidad a través de los siglos.
Monseñor Silvio José Báez
Las otras dos parábolas, la del grano de mostaza y la de la levadura en la masa (Mt 13,31-33), ponen el acento en el contraste que hay entre un modesto inicio y un grandioso final, entre una semilla pequeñísima y el gran árbol que brota de ella, entre la poca levadura y la gran cantidad de masa de harina que hace fermentar.
Así es el Reino de Dios y así es el modo de actuar del Señor en la vida. Dios no se manifiesta usualmente de modo grandioso y extraordinario, sino a través de lo pequeño, como el grano de mostaza; tampoco se revela de modo espectacular y prodigioso, sino en modo discreto y oculto, como la levadura en la masa.
Pequeñas semillas
El reino de Dios no se abre camino en el mundo con la imposición y la arrogancia, sino a través de la sencillez de quien es pobre de corazón y no confía solo en su propia fuerza, sino en la fuerza del amor de Dios. El Señor espera simplemente que seamos pequeñas semillas que nos dejemos fecundar por su amor. El reino de Dios llega no a través del poder y la riqueza, sino a través de los pequeños, de los últimos, de quienes no son importantes a los ojos del mundo, a través de los cuales irrumpe el poder de Cristo salvando a la humanidad. Los movimientos sociales y los proyectos políticos tienen consistencia y futuro cuando ponen en el centro de sus preocupaciones el interés de los más pobres de la sociedad y les permiten ser los protagonistas de la historia.
Los esfuerzos por construir un mundo mejor, por pequeños que sean, nunca serán inútiles, pues todo lo que se hace en favor de la justicia y la dignidad de los seres humanos llega a dar fruto. Nada se perderá. Dios actúa también en lo ordinario y lo cotidiano de la vida. Un pequeño gesto de bondad, una palabra de ánimo, un humilde sacrificio, generan siempre mucha vida. Nada se perderá.
En la segunda parábola un poco de levadura se mezcla con la harina y comienza a actuar silenciosamente y en modo escondido hasta fermentar toda la masa. Así sucede con el reino de Dios. Dios va cambiando el mundo, no imponiéndose desde fuera, sino actuando desde dentro, iluminando nuestra conciencia y fortaleciendo nuestra libertad. De igual modo, como Iglesia no estamos destinados a ser una institución poderosa y fuerte que se imponga sobre los demás. No somos más que levadura de Cristo, hecha de verdad y misericordia, destinada a fermentar vida en el corazón del mundo.
Monseñor Silvio José Báez
Que Jesús, con su palabra y su espíritu, obre cosas grandes en nuestra pequeñez y haga nuestra existencia tan sencilla y eficaz como la levadura, capaz de hacer fermentar el pan de la alegría y de la esperanza, el pan de Dios, en todos los corazones.