POR EDGARD TIJERINO MANTILLLA
Han pasado 11 años, pero los tercos recuerdos y las permanentes imágenes alrededor de la muerte de Alexis Arguello, han resistido pacíficamente como las Pirámides de Egipto. Esta fue la nota que escribí aquel 1 de julio del 2009.
No tuve tiempo de ver la cara del amanecer, y consecuentemente, no me percaté de lo siniestro de sus señales. La noticia sorprendentemente trágica de la muerte de Alexis Arguello, mientras manejaba mi vehículo rumbo a “La Primerísima”, emisora en la que trabajé 19 años al frente de Doble Play, golpeó mi cabeza como un martillazo de Rocky Marciano, y erizó mi piel un poco antes de las 6 de la mañana.
Escuché que esa madrugada, mucho antes del cantar de los gallos, cuando la oscuridad se vuelve más espesa, Alexis Argüello se había quitado la vida (A los 57 años).
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El ídolo se había derrumbado
Fue como si de pronto se le hubieran acabado las baterías al sol. ¡Uhhh! ¿Cuándo creemos estar preparados para asimilar la peor noticia? No, no hay momento adecuado.
¿Alexis Argüello muerto? ¡Por Dios! El más grande monumento construido con el orgullo deportivo de una afición, que por casi cuatro décadas lo había estado cubriendo de cariño y admiración sin interrupción, más allá de algunas decisiones controversiales y ciertas desviaciones, se había derrumbado.
El “no puede ser”, carecía de sentido. Y es que hay diferentes maneras de morir, pero la variante del suicidio nunca entraba en los cálculos.
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Tambaleante frente a la adicción
Hace unos años, cuando Alexis se atrevió a decir “lo he intentado más de una vez”, me sorprendió. Quizás porque lo perdí de vista en 1979, y sólo pude verlo nuevamente cuando el gobierno me envió a Venezuela junto con Samuel Santos, para decirle que se le devolverían sus propiedades confiscadas y que las puertas de su país, quedaban abiertas, propuesta que rechazó por su marcada y justificada desconfianza.
No sé en que momento comenzó a tambalearse frente a la adicción, pero me percaté de los múltiples esfuerzos que se hicieron porque se enderezara.
Una y otra vez, volvía a flaquear. Frente a ese nuevo y feroz adversario, Alexis careció de la exuberante fuerza de voluntad que le permitió edificar sus victorias más impresionantes y conquistar tres coronas mundiales.
A la cama cuchillo en mano
El informe oficial fue suicidio. Como es natural, me pregunté: ¿Por qué lo hizo?, buscándole una explicación a lo inexplicable. Hey, cuando tienes un cuadro estimulante en lo referente a la nueva familia, cuando la reconstrucción de tus finanzas es un éxito, tienes una posición llamativa como Alcalde concretando uno de tus objetivos, dispones de relaciones internas y externas ampliadas, cuentas con libertad para movilizarte de acuerdo a tus inquietudes, y sientes la coraza protectora del aprecio de la gente, sólo desequilibrándote emocional y mentalmente en forma repentina, hasta incursionar en el terreno del enloquecimiento, puede admitirse que te suicides.
¿Qué tipo de variables pueden impulsarte a un descarrilamiento tan estrepitoso? ¿Puede suceder eso de un instante a otro? Ninguna de esas intrigas tenía respuesta precisa.
En Canastota, ciudad sede del Salón de la Fama del boxeo, la que visité una vez invitado precisamente por Alexis mientras nuestra vieja amistad fragmentada por la política trataba de reconstruirse, el que fue un super-peleador le dijo al cronista Tim Dalbergh de ESPN: “Dormí dos o tres veces con un cuchillo en la mano. He llegado a la cama con la culpa, intentando sacarme esa tonta idea. Mi deseo era morir porque la sociedad es inhumana, muy vulgar, muy estúpida, muy vacía.” Cuando lo leí, pensé: ¿será cierto o el cronista estará aderezando la entrevista? No lo creí, pero nunca se lo pregunté.
Alexis, víctima de la piñata sandinista
En la misma entrevista Dalbergh fue hacia otro punto depresivo: la pérdida de sus pertenencias por un grave error, porque aquí, todos sabíamos que Argüello había obtenido a pulso, bañado de sudor y sangre, todo lo que tenía, hasta el más pequeño tornillo.
“Soy sensible. Tan sensible, que el comportamiento de esas personas detestables cuando tocaron lo mío, me dolió mucho”. Fue un largo lamento con dolor profundo.
Aquel amanecer del 1 de julio del 2009, que se convirtió en macabro, la perspectiva era diferente. Alexis podía haber estado muy molesto con lo que se especulaba ocurría en su entorno, pero una decisión razonable, era salir del escenario político, nada que ver con quitarse la vida. ¿Por qué hacerlo cuando tenía agenda para el día siguiente según lo escuchado en medio del torbellino provocado por su muerte?…
“No es posible, si por aquí estuvo la semana pasada tan lleno de vida, ilusionado con sus proyectos, disfrutando que le dedicaran un Gimnasio”, me decía el estimado colega del diario El Nuevo Día de Puerto Rico, Jorge Pérez, solicitándome más detalles sobre el hecho, algo que obviamente no le pude suministrar por mi desconocimiento, mientras continuaba preguntándome ¿por qué lo hizo?
Aislado y ninguneado por el FSLN
Recordé al Dr. Román diciéndole a Miguel Mendoza en TV Noticias: “Me siento culpable. De haber estado con él, pude haberlo evitado”.
¿Qué era lo que pensaba hacer, renunciar a la alcaldía?, preguntó Miguel frente a la gigantesca audiencia que tenía ese tele-noticiero. “No puedo decir nada” respondió Román, abriendo espacio a múltiples especulaciones.
Lo cierto es que esa mañana, nunca llegó, que un Alexis supuestamente atormentado, en uno de los momentos menos apropiados, decidió quitarse la vida en su casa, ante su familia, dejando tras sí, un misterio tan largo como la longitud del Expreso de Oriente, incomprensible, indescifrable.
El día avanzaba vertiginosamente en medio del desconcierto, y volvía a preguntarme ¿por qué lo hizo? Él, que supo esquivar momentos de extrema desesperación cuando parecía ser estrangulado por la soledad y estar viajando hacia el centro de la tierra, decidía quitarse la vida, dos días después de los deseos de vivir mostrados en Puerto Rico…
¿Qué pasó Alexis?
Hace 11 años, la noche entristecida comenzó a envejecer pero mi confusión continuaba. No puedo creerlo, me resistía a eso. No le veo ni pies ni cabeza, me decía una y otra vez.
Exijo una explicación que no llega, porque los intentos que se ofrecen, son afectados por serias contradicciones, mientras El Nuevo Diario se preguntaba en un grueso y doloroso titular: ¿Qué pasó Alexis?…Finalmente, la opción de una explicación que sea tan clara como convincente, es “decapitada” y el caso se da por cerrado, pero no las dudas, que podrían persistir por los siglos de los siglos